Lo que escribo en el titular es lo que sucede cuando uno entra en una novela de Juanjo Álvarez Carro. Al menos a mí me sucede. Hay una motivación de suspense en su llamada, un crimen a resolver. Entras … y te envuelve en su mundo. Juanjo teje en sus novelas, en las que yo he leído, una red invisible que empieza con el anzuelo del crimen, pero pronto te das cuenta de que estás atrapado en algo mucho más hondo. Lo policial es solo la puerta de entrada; detrás vienen lo histórico, la memoria (que en su obra es un personaje transversal más); lo emocional… Y cuando lo notas, ya estás dentro, sin escapatoria… Pero no quieres salir.
Juanjo no tiene maestro en su estilo de escribir. ¡Él es el maestro!. |
«Un foráneo en el paraíso» . ChLL para atqmagazine
La noche del viernes 17 de octubre en la Biblioteca Municipal de San Zoilo fue de esas que si hubiera sido una convocatoria a un espectáculo, habrían colocado una hora antes el «no hay billetes».
No sé en qué momento exacto dejó de ser una presentación de un libro y pasó a ser otra cosa aún más bonita, si cabe.
Tal vez fue cuando Juanjo Álvarez Carro dijo, con la voz ligeramente temblorosa y emocionada, pero segura: “Me siento muy bien entre vosotros”.
O cuando se me ocurrió mirar alrededor y vi que no cabía un alfiler en la Biblioteca Municipal de San Zoilo, que incluso al fondo de pie había gente de todas las edades, escuchando en ese silencio agradable y con esa atención a Juanjo. Más que público éramos un club de fans. Y ya tiene mérito que la Cultura llene salas como las llena este autor; que suele ser más usual, por fácil, reunirse a ver una pelotita que entra en una portería…
José Manuel Medina Galeote puso las primeras palabras como quien abre la puerta de su propia casa para que suceda algo importante. A su lado, Sara Ríos, responsable del Área de Educación del Ayuntamiento. En las butacas, muchas caras conocidas del mundo cultural y político de Antequera (en este caso también a título personal, imagino) , Lola Melero, Kiko Calderón, José Luis Ruiz Espejo. Y por supuesto muchas otras personas asiduas en la vida cultural de la ciudad: Paco Díaz, Isabel Rodríguez… y un plantel de personas que uno reconoce de otros muchos actos culturales aunque no conozca sus nombres, así como un grupo numeroso de jóvenes que aportaban una energía especial, como huella para futuro, como promesa de que la cultura sigue viva y creciendo en Antequera.
Tomó la palabra su editor, Antonio Ortega, de ExLibric, para poner foco en el libro.
…Y entonces, habló el autor. Con ese tono suyo tan característico (quizás herencia de su paso por la radio) en el que la agilidad del discurso se acomoda en la serenidad. Una calma que no adormece, que envuelve, que invita a escuchar de verdad. Juanjo no necesita alzar la voz para capturar al público; basta con su honestidad, su sinceridad sutil, su manera de construir pensamientos con palabras justas.

Durante la presentación de «Cándido, a mi pesar. Memoria de un homicidio descolocado» , Juanjo Álvarez Carro hizo referencia a Gonzalo Torrente Ballester, y no fue una mención decorativa ni casual. Habló de él como uno de esos autores que le dejaron huella, no solo en su forma de entender la literatura, también en su relación con la realidad y la ficción, esa frontera que Juanjo camina con tanta soltura.
Mencionó la admiración que siente por Torrente Ballester, especialmente por su capacidad de escribir con ambición formal sin dejar nunca de lado lo humano, lo narrativo, lo profundo. Lo citaba como quien agradece un espejo. También habló de cómo Torrente sabía que la verdad no siempre es lo más evidente, y que en la literatura, como en la vida, lo que parece no ser, muchas veces es y viceversa.
No recuerdo, lo confieso, pude perderme ensimismado en el propio hilo del pensamiento que Juanjo expresaba, si lo citó textualmente; pero estoy seguro, eso sí, que al menos dejó caer la idea de que «la literatura no está para contar verdades, sino para hacer que uno se pregunte por ellas», algo muy en la línea del pensamiento del autor gallego.
Además, su mención tenía un tono íntimo, de deuda agradecida. Como si estuviera diciéndonos, sin decirlo «yo escribo como escribo, porque él escribió antes».

También el título es un guiño a Torrente Ballester, un gesto que recuerda a su «Filomeno, a mi pesar. Memorias de un señorito descolocado», obra ganadora del Premio Planeta, (cuando el Planeta era otra cosa) en 1988. Antes había ganado el Príncipe de Asturias, junto a Delibes, en 1982; y en 1985 el Premio Miguel de Cervantes. Y fue Académico de la Real Academia de la Lengua Española entre 1977 y 1999.
Juanjo nos recordó en esa tarde la referencia de un escritor indiscutible que nos hizo disfrutar entre otras de una de las obras cumbre de la Literatura del siglo XX, «Los gozos y las sombras».
Nos relató un episodio casi mítico, su encuentro con Torrente Ballester en San Martiño. Lo describió con una mezcla de respeto y desconcierto, como si no supiera si el autor estaba “dormido o despierto”. Hablaba de una admiración silenciosa, de esa clase de respeto que un escritor joven profesa a un maestro de las letras.
Respondió a preguntas de su editor y del público: sobre sus personajes, sus motivaciones, el proceso de escritura, las dificultades creativas…
“Cándido, a mi pesar. Memoria de un homicidio descolocado” tiene forma de novela policial, pero eso es solo la excusa. Como si dijera: “vendrás por el crimen, te quedarás por todo lo demás”. Por la memoria, por lo que duele en silencio, por los personajes que no son héroes ni villanos, sino gente real, de esa que vive entre sombras sin dejar de buscar la luz.
Nos contó sus personajes, atractivos a más no poder y que darán mucho juego porque tienen vida propia y en el que Ángel Silleiro abre nueva saga. Y la trama, «el inspector Silleiro llega desde Santiago para investigar lo que parece un homicidio. Pronto descubrirá que nada lo es: testigos incómodos, un loco entrañable que mueve cuerpos sin explicación, y un pasado que se abre como una herida mal cerrada. Entre la Argentina de los años setenta y la Galicia de la transición, las vidas de Magda,militante perdida en el fracaso de una revolución, y Silleiro,policía marcado por los fantasmas familiares, se cruzan en una trama donde memoria y presente se confunden.
La novela no ofrece héroes intachables ni villanos absolutos. Aquí todos cargan con culpas, errores y supervivencias. La política, la violencia y la traición se mezclan con lo cotidiano: un cigarrillo bajo la tormenta, una conversación en penumbra, una verdad que duele más que una mentira».
Cándido, a mi pesar es, al final, la crónica de un crimen que descoloca porque revela mucho más de lo que oculta. Una novela sobre el precio de las lealtades, la fragilidad de las convicciones y la incómoda certeza de que la Historia nunca pasa en vano.

Subió también al estrado, Jorge Bravo, el autor de sus ilustraciones. Joven, enfermero, artista. Lo abrazó simbólicamente con sus palabras y fue muy aplaudido. Habló, Jorge, con la timidez del que hace las cosas bien y no está acostumbrado a decirlo en voz alta. Y lo que ha hecho es hermoso. Imágenes que no decoran, que amplían la historia, que es otro modo de narrar.
Un proyecto futuro de nueva creación se asomó en la conversación entre ellos, y Medina Galeote ofreció espacio en la Biblioteca para seguir ese hilo. Todo se tejía con naturalidad, es que la literatura no es solo cosa de libros, también de vínculos con otras artes.


son reflejos, son un modo de comprender la vida un poco mejor.
Ahora solo queda disfrutar de la lectura. Conociendo la obra de Juanjo Álvarez Carro, sé que no me enfrento a una novela más, sino a una experiencia literaria completa y profundamente humana, narrada con un arte fuera de lo común en la elección de las palabras, en la precisión de las imágenes mentales, en esa capacidad suya de hacernos vivir las escenas como si estuviéramos dentro de ellas.