¿ACASO ESTO ES MIEDO? | Por Carmen Becerra
En el silencio de la noche cargada de susurros, la negrura se cierne sobre mi figura solitaria que hiende los lúgubres pasillos de esta casa abandonada desde hace más de dos siglos. El triste cemento, los viejos ladrillos desgastados y la pintura blanca se funden en un abrazo imperfecto. Pero lo más perturbador son los habitáculos: pequeñas alcobas sin puertas que se distribuyen a ambos lados del pasillo, vacías de todo propósito humano. La vieja casa no era para mí solo un laberinto de polvo y carcoma, sino un mapa grabado a fuego en mi memoria.
Pensé que, con el paso de los años explorando una y mil veces estos oscuros rincones, no habría nada que escapara a mi control. Por ello, me sentía amo y señor de todo lo que hubiese entre estas paredes. De hecho, la oscuridad, el aire viciado de humedad y la perpetua soledad eran mías. El frío era frío, no porque se filtrara por las grietas, sino por la gélida estela que dejaban mis pasos. Y es que los fantasmas somos de condición huraña y terriblemente celosos de nuestra causa y secreto encierro.
Por un momento he creído oír el fluir del agua, como si las viejas cañerías volviesen a revivir y el eco de unos pasos furtivos. ¿Quién es, de dónde y cómo llegó a este lugar? No encuentro explicación alguna.
Anoche, escuché tras de mí un siseo rítmico, una inhalación pesada y el eco de llaves balanceadas por un cadencioso caminar, pero cargado de una autoridad absoluta. Estoy nervioso, no puedo ocultarlo, incluso el silencio tiene un peso diferente
Mis ojos reflejan la incomprensión a lo desconocido y me hacen sentir cosas que ya había olvidado. Lo inquietante es que hoy he tenido una extraña visión: me despertaba recién afeitado y una risa nerviosa me invadió.
Entonces, un ruido rasgó la penumbra. Fue un chasquido seco, seguido de un lamento de metal contra metal. En ese instante, oigo el giro metálico del cerrojo girando la cerradura de esa última puerta que siempre había sido un límite infranqueable. El sonido fue deliberado, lento, casi ceremonial. Alguien —o algo— estaba del otro lado, y acababa de decidir que la puerta ya no debía estar cerrada. Estoy horrorizado y al mismo tiempo lleno de una extraña fascinación y curiosidad que me corroe de manera cruel y despiadada incertidumbre de que no estoy solo.
Y me pregunto: ¿Acaso esto es miedo?
Carmen Becerra García

Carmen Becerra (Málaga, 1961) es funcionaria de Salud en Antequera y compagina su profesión con la escritura.
Mujer creativa, comenzó a dar rienda suelta a una afición de juventud: contar historias. Le gusta escribir relatos y microrrelatos por pura afición. Pertenece al Taller Antequerano de Escritura Creativa y al Club de Lectura de Antequera.
En 2024 ha publicado en solitario su primer libro de relatos cortos «En el umbral de Rebeca Mundo».
Ha publicado relatos cortos en La Crónica, El Sol de Antequera y Atq Magazine, así como microrrelatos en el diario Sur. Ha colaborado en varias antologías de relatos, entre ellas Primer libro de relatos (2018) y Escritos del atardecer (2022), del Taller Antequerano de Escritura Creativa. Entre 2015 y 2022 también participó en una antología de microrrelatos en ocho volúmenes independientes publicada por el Círculo Cultural Bezmiliana.
Entre los galardones y menciones que ha recibido destacan, por ejemplo, el primer premio en el Concurso de Microrrelatos «EN13» (2024) o la publicación de un microrrelato por Diversidad Literaria y otro por parte del Ateneo de Málaga, en su especial dedicado a Halloween. También obtuvo el segundo (2020) y el tercer premio (2018) en el Concurso de Relato Corto Ochavada (Archidona), el tercer premio de Relatos y Fotografía-Poesía Centenario El Sol de Antequera (2018) y fue finalista en el VI Certamen Literario María Carreira (Antequera, 2018).






