«Cuestión de tiempo» | Por Mª Teresa Becerra López

Cuando abrió las cortinas a las 07:11, el agua caía con furia vesánica, así que decidió pasar la mañana en la habitación del hotel, arca cálida que lo protegía del diluvio exterior. El temporal interior lo mitigó con los anuncios de la Teletienda, antídoto capitalista para el miedo y la soledad.

A la hora del almuerzo bajó al restaurante, pero la angustia apenas le permitió probar bocado. Las primeras horas de la tarde trascurrieron como si el tiempo fuera de gelatina. Harto de comprobar que el reloj no avanzaba, optó por ir al encuentro de aquello que lo consumía.

Como al salir del hotel seguía lloviendo con violencia, cogió un taxi que avanzó trabajosamente por las calles colapsadas de tráfico. Impaciente, se bajó del coche mucho antes de acercarse a la dirección que le había indicado al taxista. La lluvia seguía sin dar tregua y las fuertes rachas de viento que acompañaban al aguacero hicieron de su paraguas un objeto inservible. Los arroyos efímeros que corrían por las calles desembocaron en sus zapatos empapando los calcetines. Para cuando por fin llegó a su destino, era una triste figura chorreante, aterida, ridícula y asustada.

Le indicaron que pasara a una sala sin ventanas, desolada pese a estar llena de gente. Allí debía estar atento a una pantalla; así lo hizo, obediente como un colegial, atemorizado como un reo, inseguro como un novato, impaciente como un perro que espera a su amo.

Cada cambio en el listado de cifras venía precedido de una señal acústica que le provocaba un sobresalto. Luego, al comprobar que el número que salía en aquella lotería del desasosiego no era el suyo, sentía a la vez alivio y tormento. Quería, pero temía, ser llamado.

Miró a su alrededor; hombres y mujeres de todas las edades hacían lo mismo que él: esperar.  ¿Esperaban lo mismo? ¿Tenían ellos el mismo vacío en el estómago? ¿También latían sus corazones desbocados y sin compás? ¿Existiría entre ellos un hilo invisible que los conectaba?

Agobiado por sus pensamientos, creyó que tenía calor y se quitó el chaquetón y el jersey. Pocos minutos después sintió frío y volvió a ponérselos. Varias veces se levantó para recorrer la sala. Contó las losetas del suelo, las sillas, las lámparas fluorescentes. Calculó las edades de todas y cada una de las personas presentes. Inventó biografías para ellos. Miró doce veces la hora en el móvil, lo apagó para no hacerlo más y volvió a encenderlo un momento después. Reflexionó sobre lo que allí le llevaba y concluyó que la espera a la que le sometían era un acto de crueldad intolerable.

Por fin, precedido de la inefable señal acústica, apareció su número en la pantalla. Con el corazón empeñado en salirse del pecho, se levantó y caminó hacia la puerta indicada, la tres. Golpeó suavemente y entró.

Cuando treinta y ocho minutos después abandonó el edificio, le pareció un milagro que la tarde inclemente que dejó al entrar  fuera ahora una noche serena, de aire limpio y perfumada de preticor. Y, aunque sus calcetines seguían mojados, eligió regresar al hotel caminando, para celebrar que el diluvio había pasado.

Mª Teresa Becerra López

Nací hace 60 años en Ronda. No mucho tiempo después, nos mudamos a Málaga, donde habían destinado a mi madre que era maestra. Estudié EGB en el colegio Sagrada Familia y bachillerato en el instituto Sierra Bermeja. Soy licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Málaga y como llevo la enseñanza en el ADN y en el corazón, he dedicado treinta y seis años de mi vida a inculcar entre mis alumnas y alumnos  el amor por la Historia y el Arte. Espero y deseo haberlo conseguido.
Desde 2004 tengo la enorme suerte de vivir en Antequera donde me siento, desde el primer día, querida y apreciada. Estoy dando mis primeros pasos en la creación literaria de la mano del Taller Antequerano de Escritura Creativa, cuya cita quincenal se ha convertido en un momento increíble de compañerismo, aprendizaje y creatividad. Por todo esto doy gracias a esta ciudad y a sus gentes y a la vida.

Esta antequerana por elección, a quien desde hace muy poco le ha dado por escribir, consiguió ya en marzo 2025 ser una de las finalistas del fabuloso Premio Literario ‘Puy du Fou’  con su relato «Memorias de una esclava en la Bética».

Y fue galardonada en abril con el Segundo Premio del Certamen de Relato Corto Ochavada 2025 de Archidona.