Aunque Luis Martín Ruiz es un prolífico escritor de manuales deportivos de artes marciales, que ha publicado con muy buen nivel de ventas varios volúmenes en los que cuenta casi todo lo que hay que saber sobre el mundo del Kárate y sus técnicas. No es mi intención hoy hablar sobre ello, más allá de este breve comentario, porque lo que me interesa transmitir son otras artes de su escritura en 2 libros que no tienen nada que ver con el deporte y que cambia el ensayo y la didáctica de su sabiduría profesional por el recuerdo de la infancia dura pero memorable y por la amarga realidad actual con la que tinta de ternura su pluma.
En Antequera conocen bien sus éxitos en el deporte y todo lo bueno que ha hecho contribuyendo a que la juventud vislumbrara mejores paisajes a través de la práctica deportiva, cuando ello no era tan accesible ni tan popular como es ahora. Gracias a los primeros pasos de enamorados del deporte como él, hay mucha gente sana física y mentalmente en Antequera que podría haber malgastado sus días en «aventuras» desaconsejables para sí mismos. Ha sido grandiosa su dedicación a educar en el deporte desde su acción directa en su propio gimnasio y en las escuelas municipales, casi en pañales en la época en que personas como él casi empezaban a construir también estructuras de deporte en la ciudad.
Le conocí hace unos pocos meses en un desencuentro dialéctico que resolvimos como personas civilizadas que somos, demostrando que cuando dos personas quieren entenderse, deben calmar los impulsos y basta con escuchar y argumentar con el mismo respeto a cada lado.
Hoy en día profeso por Luis Martín Ruiz mucha admiración por su trayectoria profesional como profesor de Kárate y un afecto muy entrañable hacia su persona, porque ha conquistado esa parte más dura de mi alma, y eso que soy persona curtida a fuerza de escudos protectores en el largo recorrido de un DNI ya muy antiguo.
Sus dos libros, a los que me refiero en el titular, han contribuido a completar una mirada sobre él que dice mucho bueno de todo lo que lleva dentro, de todo lo que siente.
He podido comprobar que es un hombre extraordinario. Fuera de serie. Por eso te invito, lector, lectora a que busques estos dos libros, primordialmente en las librerías de Antequera o en la Biblioteca y entres en sus recuerdos por un lado ( ‘El niño de Anita…) y por otro en su constante, resiliente y amorosa forma de cuidar a su mujer, presa de Alzhéimer (‘Cuando te vas alejando’).
Ambos son cantos al aire llenos de ternura y de poesía en vida, de realidades crudas y de miradas distintas que aportan a la mente claves de comprensión para poder situar en equilibrio la propia existencia. Son un regalo que nos hace contando su experiencia.
¡Eres admirable, Luis!. Un abrazo de corazón. ¡Ojalá la vida!| ChLL
Me considero un autor poco convencional y, de momento, no me siento preparado para escribir una novela imaginada o improvisada. Actualmente, solo escribo parte de mi vida, una vida azarosa y llena de retos. En esta obra he plasmado lo que creo que debe ser un compañero-tutor (cuidador), alejándome de cánones y criterios establecidos por «entendidos» en la materia.
Me he creado mi propia manera de cuidar a un enfermo de Alzheimer y, hasta el momento, me está dando resultado. Por lo tanto, intento que toda persona que esté ejerciendo de cuidador siga alguno de los consejos que aquí expongo.
Este libro lo he escrito desde mis vivencias, las cuales no se corresponden con la mayoría de los conceptos, estudios y tratados sobre la enfermedad del Alzheimer.
Mi experiencia durante varios años al cuidado de una enferma las veinticuatro horas del día me ha hecho discrepar con doctores y otros estudiosos a la hora de seguir un protocolo a la hora de cuidar a estos enfermos.
En su momento, llegué a la conclusión de que cada enfermo tiene su propia idiosincrasia, aunque no dejo de reconocer que algunos aspectos de esta enfermedad son comunes. Por tanto, he elaborado mis propias normas para cuidar a mi esposa Rafi sin administrarle, hasta el momento, ninguna clase de fármacos, y creo que, a pesar de algunas circunstancias adversas, la enfermedad no se ha desarrollado con demasiada virulencia; ella aguanta y aguanta, lucha y lucha bajo mi vigilancia y protección como compañero-tutor, empleando unos métodos simples y normales.
Una obra encantadora, interesante, divertida, sentimental y curiosa. Nos traslada a una época que los muy mayores recordarán y reconocerán como propia. Y donde los jóvenes verán como algo pintoresco, puede que con algo de envidia, pero nunca algo trivial. Una infancia de posguerra en el barrio de la Victoria de Málaga.
Luis Martín cuenta en este libro un tramo del que considera el periodo más bonito e interesante de su azarosa pero interesante infancia.
La memoria del tiempo que le tocó vivir la niñez en aquellos años de humildad e indigencia, también repletos de las emociones de la infancia y adolescencia dentro de una España agitada y destrozada recién terminada la guerra civil.
Un relato en el que todos los nombres y situaciones que se describen son auténticos. Y donde deja entrever esa realidad que le habría gustado que fuera de ficción.
Así lo conocí, como el hombre del Karate, probablemente uno de los que más saben sobre ello en el panorama deportivo nacional.
Hoy retirado del directo de esas funciones y de la enseñanza de su propio Gimnasio Torcal en Antequera, refresca su mente asistiendo un par de horas a la semana para encontrarse fuerte en su propia tarea de existir. Su vida actual está atada a un destino nada deseable: ser cuidador permanente de la cruel e incurable enfermedad del amor de su vida.
Vive en Antequera aunque nació en Málaga en 1942.
Ha dedicado buena parte de su vida a enseñar y promover el karate.
Previamente trabajó en distintos oficios: panadero, yesista, vendedor, cajista, linotipista, montador de offset, periodista, y preparador físico.