«Un foráneo en el paraíso» | ChLL para atqmagazine
Llegué a la Librería Isla Negra por azar. O quizá no. Me pasa a veces que las ciudades que guardan sus tesoros a la vista, a mí me lo enseñan, cuando y sin saber por qué, me aparecen sin buscarlos. Como si esperaran el momento exacto en que bajo la velocidad y vuelvo a mirar.
Caminaba por las calles alrededor del Teatro Cervantes, ese territorio donde Málaga mezcla historia, bares, turistas y prisa; cuando, entre terrazas ruidosas y algo harto de rótulos de franquicias de ciudad, se me apareció una puerta discreta, casi en retirada. Un destello de cristal en el interior me hizo detenerme. Entraba en un nuevo territorio, distinto, era en calle Álamos, pero era una isla refugio del bullicio y del ruido urbano.
Lo primero que sentí fue el silencio. Un silencio suave, cálido, hecho de páginas, pigmentos y cristal. Isla Negra no se parece a casi ninguna librería contemporánea, es un espacio íntimo, de luz tranquila, donde cada objeto parece colocado con un cuidado que roza la ternura. Después empecé a respirar distinto más rápido con el nervosismo y la alegría de haber encontrado un tesoro.
Me quedé quieto, «escuchando» las palabras escritas y las paredes. Había libros y también obras de arte contemporáneo, vitrinas con vidrio soplado, documentos que parecían recién rescatados de otra era. Todo convivía sin jerarquía, cada cosa en su espacio. Me pareció que la cultura había encontrado aquí un refugio donde descansar y mostrarse sin adornos.
Me acerqué a la zona de los fondos antiguos y sentí esa punzada que solo produce la historia cuando se hace visible. En Isla Negra encuentras libros desde el siglo XVI hasta hoy, y verlos de cerca provoca algo muy parecido al vértigo.
Entre ellos, Aristo Stagyri de c. 1520, un postincunable que recopila la física aristotélica según Averroes. Cinco siglos mirándote desde su pergamino. Y no está solo. Hay libros de los siglos XVI al XVIII en piel, en pasta española, incluso en pergamino. Encuadernaciones que sientes que crujen como si te hablaran desde la respiración del tiempo; ediciones del siglo XIX en holandesa y en telas editoriales; volúmenes en castellano, en latín, en francés, inglés, italiano, alemán…
No se trataba solo de literatura, en las estanterías se despliegan historia, arte, derecho, medicina, curiosidades. Obras que imagino fueron brújula de su tiempo y que hoy siguen latiendo entre las manos de quien nos atrevemos a abrirlas.
Después me llegó otra sorpresa. En una vitrina, casi sin querer protagonismo, Isla Negra guarda documentos y legajos desde el siglo XIV hasta el XX: cartas, firmas de reyes y nobles (el Gran Capitán, María Manrique, Isabel de Portugal…) junto a fragmentos de la intrahistoria de otras épocas. Costumbres, decisiones cotidianas, relatos que nunca entraron en manuales, pero que sostienen la verdad más íntima de un tiempo.
Me dijo Alba Romero, (encargada, librera y galerista y expertísima en un marketing nada agresivo), que el equipo de paleografía de Isla Negra trabaja constantemente en transcribir estos textos, devolviéndoles claridad y voz. Y uno siente, al verlos, la humildad de estar frente a una presencia y no solo ante un documento. También me aclaró el nombre de la Librería como ese refugio «secreto» que Neruda citaba sobre roquerío negro que le encandilaba.



Más adelante, me acerqué a la zona del siglo XX, joyas modernas con primeras ediciones, poesía, rarezas… Ahí están algunas primeras ediciones de la Generación del 27, un tesoro literario que convierte a la librería en un pequeño santuario cultural. También una estupenda colección de libros sobre Málaga y sus barrios, cineastas, pintores, y una selección de poesía dedicada; ya sabes, lector, lectora, esas líneas manuscritas que transforman un libro en un objeto irrepetible.
Y como una joya encendida entre los demás, la primera edición de Horizonte del Liberalismo de María Zambrano (1930), un libro de una de las voces filosóficas más brillantes del siglo XX.

Isla Negra también es galería de arte. Sentí la sensación de verme en un refugio de arte contemporáneo. Entre los libros y documentos mis ojos volaban también a las paredes. Obras de Dámaso Ruano, Alberto Corazón, Antonio Saura, Antoni Clavé, José María Sicilia, Antón Lamazares, Enrique Brinkmann, Ali Al Tajer, Eva Lootz…

¡Y qué bonita es la convivencia entre un pergamino del XVI y la pintura contemporánea creando un diálogo que no se parece a nada!. Allí la línea del tiempo, deja de ser línea y se convierte en conversación.
Como si todo lo anterior no bastara, Isla Negra guarda una colección inesperada. Piezas de vidrio y cristal de Murano, Mallorca, Tiffany, Baccarat, Kosta Boda, Arnolfo di Cambio… Son pequeñas arquitecturas de luz que producen un efecto muy atractivo ya que el cristal recoge el brillo del mediodía malagueño y lo dispersa sobre un pergamino del XVI o la cubierta de un libro de 1930. Fue ahí cuando comprendí que esta librería no exhibe, que esta librería cuida.
Cuando después de un rato contemplando embebido, volví a la calle, el bullicio me pareció más ruidoso, las terrazas más iguales, los escaparates más neones y más vacíos. Quizás porque Isla Negra te hace eso, te recuerda que detrás de la inmediatez existe un mundo más lento, más profundo, para mí más verdadero. Un mundo hecho de tinta, pigmento, cristal, papel, manos que escribieron hace siglos y voces que aún resisten. Quizá la magia de Isla Negra no sea solo lo que tiene, sino lo que provoca.
La próxima vez que vayas a Málaga, puede que te guste pasarte a descubrir Librería Isla Negra. Ve con tiempo, eso sí, porque es un espacio que no se visita, se explora.
En Librería Isla Negra organizan exposiciones, presentaciones de libros y arte, encuentros culturales… siempre en torno a esa frontera dulce donde el arte y la literatura se tocan.







