De Cambayá… de su acogedor ambiente Blues, y de su guiño al Flamenco con Bermúdez (el belga); con Sole, Pepe Cívico y Gabi Zurita

«Un foráneo en el paraíso» | ChLL para atqmagazine
Fotos y vídeos prestados

Ocurrió el sábado 29 de noviembre en el Cambayá Club, «donde vive la música» y donde Joaquín Bermúdez (el guitarrista antequerano al que en su entorno llaman “El Belga”) presentó su nuevo trabajo discográfico en un ambiente que sólo esta sala sabe invocar.

Cambayá es un lugar sin artificios, con paredes llenas de memoria musical, sin distancia, donde la música sucede de verdad. Donde un acorde puede parecer un secreto y un silencio, una promesa… allí la música no necesita gritar para ser grande. El otro día acogió con su habitual pulso íntimo y refugio creativo para tantos artistas locales, a Bermúdez, que conoce ese latido casi de memoria. Y Bermúdez supo sacar partido a la atmósfera que allí sucede. Muchos grandes de la música han dado sus primeros pasos en este club estudio con fama mundial.

Quienes han seguido de cerca su trayectoria me cuentan que lo de Bermúdez nunca ha sido una línea musical fija. Es un creador nacido entre fronteras y empezó de adolescente, entre guitarras y un primer proyecto de estética punk que le abrió puertas y caminos. Desde entonces, su música ha oscilado, con una naturalidad sorprendente, entre el rock, el jazz, la experimentación sonora y ese flamenco contemporáneo que él aborda con un respeto tan profundo como libre de miedo.


En sus manos, la música parece siempre estar buscando algo. Y es quizá esa inquietud la que ha terminado por darle una personalidad artística muy suya. La mezcla entre las raíces andaluzas que lo sostienen y una mirada abierta, actual, sin fronteras.

Para esta cita tan especial, Bermúdez quiso rodearse de aliados musicales que hoy forman parte de su universo cercano. Voces que arropan, y percusiones que marcan el ritmo.

Sole (de Málaga, con solera y prestigio) y Pepe Cívico (talento de Cartaojal) con sus voces rasgadas pero cálidas y llenas de matices, añadieron un diálogo emocional que multiplicó el sentido de muchas de las piezas. Hay canciones que piden compañía, y ayer esas dos voces hicieron que lo íntimo adquiriera un brillo inesperado, casi doméstico, que pellizcaba de emoción.


A su lado, Gabi Zurita (que va para genio del ritmo) le dio profundidad al sonido general del concierto. Su base rítmica (a veces contenida, a veces expansiva) fue el cimiento perfecto para que las manos de Bermúdez pudieran moverse con total libertad, dejando que la música entrara y saliera como si respirara.


El repertorio viajó por melodías que parecían emerger de un terreno emocional muy concreto, la nostalgia, la duda, la necesidad de mirar hacia adentro sin perder el paso hacia adelante.

En ese espacio de dimensiones medidas y sonido mágico (en ningún lugar la música suena como en Cambayá), con el público tan cerca que se escuchaba la respiración entre tema y tema, el pellizco multiplicaba su efecto.

«Joaquín Bermúdez supo tejer arpegios y melodías con la precisión de un artesano y la libertad de un explorador, haciendo que cada nota resonara entre la memoria del blues y la pasión del flamenco, sin que el Cambayá perdiera nunca su esencia. Ayer, el club volvió a ser un refugio donde la música se vive de cerca, se respira y se comparte, dejando en el público la sensación de haber asistido a algo auténtico y profundamente humano.

Aunque Bermúdez no habló demasiado de ello, quiso centrarse en la actuación, sí dejó claro que este nuevo disco es un ejercicio personal. «No de confesión, no soy de esos, sino de búsqueda. Las canciones aparecen cuando tienen que aparecer”, me dijo en un momento que pudo dedicarme, porque no quise interrumpir el aluvión de personas que quisieron felicitarle.


Como dije el otro día al anunciar el concierto, yo estaba como un niño con zapatos nuevos, feliz y observando.
Por un momento quise regresar a la infancia y me imaginé jugando a que yo era un director de cine… si quisiera contar con la cámara lo que allí sucedía…

Había olvidado el móvil en el coche de mi amigo Pepe. Así que no tuve más remedio que hacer el guion en mi cabeza. Te lo cuento, lector-a, por si te haces a la idea, ponte en situación:

PARA CINE
EXTERIOR. CALLE FRENTE A CAMBAYÁ ( no sé el nombre y ni lo busco) – NOCHE

La noche cae suavemente sobre las naves centenarias de la Azucarera de García Berdoy, bellísimas, con sus fachadas de ladrillo visto y tejas en los altos que parecen susurrar historias del siglo pasado. La luz de faroles cálidos dibuja sombras alargadas sobre la calle. El aire es fresco y dulce, perfecto para estirar la noche sin prisa.

Un grupo sale del local con cervecitas en la mano. Ríen y comentan lo que será la actuación, gesticulando animados, mientras nuevas caras se integran, conectando con facilidad. La complicidad es palpable: no hay barreras entre desconocidos, solo miradas que se cruzan y se reconocen en el entusiasmo compartido.

INTERIOR. CAMBAYÁ – NOCHE

La puerta de Cambayá se abre y el murmullo de la calle se desvanece. La cámara encuentra tres caras amables y de buen hacer, gente que se hace querer, respetada y admirada: Bárbara Tromp, Navi y Antonio Blanco. (la cámara fija en sus movimientos agradecida por la acogida).
La penumbra cálida del local envuelve a los asistentes. Luces amarillas y cálidas iluminan las sillas, las banquetas , las mesas y los rincones, creando sombras danzantes en paredes insonorizadas y preparadas para que todo suene mejor.

Cada mirada, cada suspiro parece contener la respiración, esperando que algo ocurra. La cámara hace travelling por quienes ya se han sentado.

PLANO DETALLE: GUITARRA
El guitarrista inicia los arpegios. (A primer plano) Los dedos de Bermúdez acarician y rasgan las cuerdas con precisión y pasión. El sonido chispea en el aire, cada nota viajando como luz atrapada, tocando la piel y el alma de quienes lo escuchamos. El trémolo en las cuerdas se extiende lento, profundo, dibujando el compás invisible que todos empezamos a sentir.

PLANO DETALLE: PERCUSIÓN
Gabi Zurita golpea el cajón en un latido terrestre que hace vibrar la sala. La tinaja resuena con un eco profundo; el pandero chispea con precisión de relámpago. Sus distintos artilugios inventados lanzan ritmos inesperados, mientras sus palmas marcan caminos invisibles que acompañan la escena.

PLANO MEDIO: VOZ
Sole de Málaga levanta la voz. Su quejío brota intenso, enrocándose en las paredes del local, tiene un arte que imanta. La cámara da un brinco hacia ella, mientras Pepe Cívico responde con un tono jondo que parece hablar con los fantasmas del barrio. Cada martinete, cada seguiriya, cada bulería y cada frase cantada provoca que los espectadores contengan el aliento.

PLANO GENERAL: ESCALERA
Desde la escalera, Marietta Blanco y Jose Zurita animan la escena, con bravos y palmas …y simpatía de ánimo contagiando energía… El público sonríe, se inclina hacia adelante, absorbiendo cada gesto y cada sonido.

De pronto, «un tal Guillermo», al que parece que toda la sala conoce menos yo, se anima y sube al escenario. Su voz se une a la de Sole y Pepe, sumándose al quejío y al compás con naturalidad y entusiasmo. 

Con «ese tal Guillermo al que todos conocen» e hicieron subir a las tablas.



EN CÁMARA LENTA: el público aplaude, se levanta, todos seguimos el ritmo.

PLANO DETALLE: PELLIZCOS EN EL ALMA
Cada nota, cada golpe, cada lamento provoca pellizcos en el alma, mientras la alegría se transmite y se contagia: risas, palmas, taconeos, miradas cómplices. El tiempo se diluye; segundos y minutos desaparecen. Solo queda el instante, cargado de emoción y el duende de la noche alegre y sabrosón.

PLANO GENERAL: PÚBLICO Y ESCENARIO
El público deja de ser mero espectador; es cómplice, parte de la música. Palmas, suspiros y murmullos se entrelazan con guitarra, voz y percusión, creando un mar de sonidos que fluye como lava sobre la noche.

PLANO DETALLE: SONRISA Y MANOS
Todos sienten la conexión: la guitarra, el quejío, los golpes del cajón y el pandero, el pulso de los artilugios de percusión inventados por Gabi, y la alegría compartida… se vuelven tangibles. La cámara recorre rostros iluminados por la emoción, capturando cada instante de complicidad.

PLANO GENERAL FINAL
Cuando la última nota se desvanece, queda el eco, un recuerdo que vibra en el pecho. Cambayá no es solo un lugar, es un universo de pasión, música, complicidad y alegría, donde cada pellizco en el alma se transforma en una sonrisa compartida. ¡Qué buen ambiente se respira en Cambayá!. ( la cámara flota en el aire como un público más mientras se sale)

No se necesita gritar: la calle es amplia y silenciosa, la arquitectura centenaria guarda el sonido como un refugio. Se puede hablar, reír, cantar y compartir sin molestar, y todo se siente íntimo y liberador. 

PLANO DETALLE – MANOS BRINDANDO
Las cervezas chocan suavemente. Algunos se abrazan, otros se inclinan para escuchar un comentario o una broma. La música, el recuerdo del flamenco, sigue flotando en el aire. Dentro y fuera unas cervecitas son la excusa para un ratillo más de cháchara entre amigos y nuevos descubridores de este templo de la música.

PLANO DETALLE – ROSTROS ILUMINADOS POR FAROLES
Rostros sonrientes, miradas que brillan, ojos que buscan complicidad. Hay algo de mágico en esta combinación: noche preciosa, arquitectura histórica y la libertad de disfrutar juntos.

PLANO GENERAL FINAL – CALLE Y NAVE AL FONDO
La mayoría de los asistentes comparten un rato de conversación en la calle. Las naves centenarias permanecen como guardianes silenciosos de la alegría compartida, testigos de una noche de flamenco, amistad y libertad.

FADE OUT
Se desvanece la imagen perdida en voces.
La cámara apunta a una frase en el aire de este mítico lugar… Cambayá…donde vive la música
y difumina


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