La otra noche, entre las piedras que desafían al tiempo, en los dólmenes, volvió Lorca. Y se quedó

«Un foráneo en el paraíso» | ChLL para atqmagazine
Agradecido a Rafael Gallardo por algunas fotografías y vídeos prestados.

En el corazón milenario del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, donde la piedra y el tiempo dialogan desde hace siglos, se celebró con gran sensibilidad el noveno aniversario de la declaración del Sitio de los Dólmenes como Patrimonio Mundial.

Un entorno cargado de simbolismo que acogió ‘Lorca, Popular y Flamenco‘, un espectáculo que quiso rendir tributo al Federico músico, al Lorca recopilador de lo popular, al artista que amó el flamenco y lo devolvió al pueblo convertido en arte eterno.

La propuesta, a medio camino entre el recital, la suite flamenca y la evocación poética, contó con tres intérpretes de gran nivel: la bailaora Covadonga Pérez, la pianista Paloma Rivera y el guitarrista Aldo Hernández. En escena, cada uno aportó su «voz» particular. El toque extraordinario a la guitarra con aire jazzístico y muy personal de Hernández, la armonía envolvente del teclado de Rivera y, sobre todo, la depurada estética en la danza de Covadonga Pérez, cuya precisión en los gestos y el dominio técnico ofrecieron una imagen pulida de la Andalucía del duende estilizado.


El resultado fue un espectáculo bello, digno de los mayores aplausos. Y así fue recibido por un público entregado, que supo reconocer la calidad y el cariño con el que se construyó esta propuesta artística.


Sin duda Lorca, Popular y Flamenco fue un espectáculo precioso y cumplió con su objetivo de rendir homenaje a uno de nuestros grandes universales. Lo hicieron con profesionalidad, excelencia y cariño, en un escenario tan único como el que ofrecen los Dólmenes de Antequera, donde el arte contemporáneo vuelve, como un eco, a encontrar raíces en la historia profunda del pueblo andaluz.

Mi enhorabuena a organizadores y artistas, por todo lo bonito que supuso para mí, que fue muchísimo.


Carmen Mora, directora del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, dio la bienvenida al público celebrando el noveno aniversario de la Declaración del Sitio de los Dólmenes como Patrimonio de la Humanidad

No obstante, un matiz personal: no Imagine el asistente que va a encontrar a Lorca en cada zapateado en cada requiebro del cuerpo ni en el dramatismo de sus textos cómo podría ser previsible, sino que Lorca es más bien el pretexto para crear un lenguaje coreográfico diferente y mucho más inspirado en clave de jazz, en ciertas canciones populares y no tanto en el flamenco.

En un espectáculo que se anunciaba como inmersión en el universo lorquiano, hubo dos ausencias que yo sentí con cierta melancolía: el gesto racial, la gracia andaluza (la esperada por mí, esa que trasciende la forma académica y se agarra al instinto, a la tierra. Ella puso la suya, distinta, pero alejada a mi expectativa, aunque de estética preciosa, eso sí), y la palabra ( me faltaron versos en voz, yo necesito más poesía) .

Covadonga Pérez bailó con una finura y elegancia excelente, digna del mejor academicismo de movimiento y estético. Las estampas que ella gestualizaba eran bellísimas; pero yo (personalmente yo, es solo mi opinión) eché en falta ese temblor más visceral que Lorca supo captar como nadie.
Y en honor a la verdad esa resolución no estaba en ella, talvez faltaban en el grupo un par de palmeros que activaran en la continuidad de las estampas el salero de la tierra. Y también es verdad, que en su presentación aclararon que habían querido llevar el espectáculo a otra tendencia rítmica, ellos procedentes del jazz evocaron en su homenaje también al Lorca, poeta en Nueva York.

Sonaron melodías sin letra, recogidas en Canciones españolas antiguas. Eché de menos al Lorca poeta; el de la voz quebrada por la emoción apenas se asomó. Se escucharon tan solo un par de versos. Demasiado pocos, para mí, como público que esperaba, al menos, una conversación más directa con el alma del poeta en sus palabras.

Pero insisto: el equivocado fui yo, porque no fue una carencia del espectáculo, que tiene vida y un excelente valor propio, sino una expectativa mía, tal vez demasiado atada al Lorca recitado y desgarrado. Quizás me pasó…que al oír «Lorca»… se me fue el alma al dibujo personal de mi mirada, sin pensar que hay otras formas (tan bonitas o más ) de verlo e interpretarlo, que también lo son.