1 nov/23
Antequera se posiciona entre las ciudades icónicas donde se representa con alto nivel -por estas fechas- Don Juan Tenorio.
Y estos días (30 y 31 de octubre 2023), lo volvió a hacer de forma apoteósica, gracias de nuevo a la Asociación Cultural Antequera Teatro, que pone en evidencia que hay actrices y actores de gran talla en el Arte Dramático en esta ciudad. Un 10 también a Cultura del Ayuntamiento por promover este tipo de representaciones y seguir facilitando el Patrimonio Monumental para ello.
En mi opinión constituyó un éxito arrollador la puesta en escena de esta obra de Zorrilla, adaptada y dirigida por Paula Ramírez y Jordi Aguilera que, supieron encandilar con su mimada versión escenográfica esta apuesta tan representativa del teatro romántico español. Y además, interpretaron como casi nadie en la historia de estas representaciones a Don Juan y a Don Luis Mejía respectivamente. No exagero, si digo que su actuación no tiene casi nada que envidiar a la de los grandes actores que hemos conocido en los hitos de estas representaciones a nivel nacional (mi edad me ha permitido asistir a varias con afamados actores y lo digo sinceramente).
Aún sigo admirando y dando vueltas en mi cabeza a esa capacidad de estos artistas de aprender un guión tan largo, con el añadido de la dificultad de la prosa y el verso del lenguaje culto de la época. Y ser capaz, como lo hicieron, de acompañarlo con el gesto adecuado en cada momento haciéndolo de forma natural sin histrionismo sobrante. Envolviendo al público en la trama como si estuvieran viviendo el momento y no fuera una interpretación en escena.
El Teatro exige la interpretación directa sin cortes ( NO como en el cine o las series tv, donde pasan mil veces la claqueta para escenas de apenas unos instantes). La función teatral se hace de corrido y a arte abierto. Ello tiene, para mí, un mérito infinito y admirable.
Además del foco de atención que suponía el entramado de la apuesta libertina, canalla, chulesca y machista de Tenorio y Mejías, el otro foco estaba puesto en el personaje de Doña Inés en cuya «piel» se metió magistralmente, Irene Ruiz (creo firmemente que con ella ha nacido una estrella) identificando fielmente la inocencia y la bondad, el talante, su estampa en estatua y momentos únicos en la dualidad escénica que le asignaron en esta adaptación, los directores.
Y si sobresaliente fueron las interpretaciones de estos tres personajes; también lo fueron otros y otras intervinientes en la trama, aunque con menos participación en la obra, pero con brillo total en su papel. Un elenco de actrices y actores excelentes, que se prestaron a acompañar con su habilidad en papeles distintos con mayor o menor participación en escena, pero con alta generosidad de arropamiento para interpretar los personajes secundarios, también indispensables en la trama.
Fernándo Pérez, Juande Moreno, Jesús Tenllado, Alberto Rueda, Juan Antonio López, Carmen Ramos, Carmen Partida, Guillermo Ramos, Laura Morente, Manoli González, José Gallardo, José Antonio Alcalá, Ana Muñoz, Mati Mira, Dori Mira, Ani Solorzano, Mercedes Montilla y Rafael A. Díaz.
En mis escasos meses viviendo en esta ciudad ya he podido comprobar el alto nivel de oficio de artistas de esta asociación antequerana, que suelen actuar encandilando a los espectadores en las continuas obras que ponen en escena como regalo a Antequera (digo bien, porque es un regalo tener esa actividad permanente que solo encuentras en algunas ciudades interesantes).
Por acuerdo tácito, en el Teatro y en la Música Clásica no se aplaude hasta el final. Por poco y se me escapan en estallido las palmas en medio de varios momentos de la obra y no por impaciencia ni cortesía, ni por reflejo estándar; sino porque pellizcaba en mí, el sentir de la excelencia de unos gestos interpretados o de unas escenas tan bien armonizadas. Me lo pidió varias veces mi alma conquistada y las mismas veces fueron frenadas por mi mente automática, por mi auto-obligada compostura y protocolo y porque se hace necesario ser silencio para no molestar a quienes están dentro de la cuarta pared.
El espacio y el movimiento.
Como no necesito medir mi lenguaje de cara a nadie ni a nada, puedo emplear la palabra «brutal»; bueno, venga, algo más fino: colosal, porque fue así.
Asistir a una representación del Tenorio en un monumento Nacional (hoy llamado BIC) es asistir al privilegio de revivir esas escenas mudándonos de época.
El espacio no necesitó de decorados, aprovecharon con imaginación el mínimo mobiliario de atrezo y la monumentalidad patrimonial de la iglesia de San Juan de Dios y del patio de su convento.
La originalidad de mover al público en dos escenarios, para mí, fue genial. Como también lo fue la iluminación de las distintas escenas y efectos especiales, que produjo numerosos cuadros de incuestionable belleza plástica, (en mis fotos malillas se puede intuir este detalle de iluminación).
Antequera no es un lugar escondido ni recóndito, ni desconocido allende «fronteras», pero muchas veces no se sabe reconocer (ni propios ni extraños) el valor objetivo que tiene comparativamente en muchas facetas, esta es una de ellas. Aquí hay mucho arte.
No dejo de pensar en que si este mismo elenco de actrices y actores se trasladara a otros lugares clásicos donde se representa el Tenorio, Alcalá de Henares o a San Lorenzo de El Escorial, a Sevilla o al Teatro Español de Madrid, sus nombres serían portada con excelente valoración en los todos los periódicos, magazines culturales y televisiones nacionales.
La incomodidad no achacable a la organización, ni a nadie (es y ya está) de algún banco de la iglesia (el que me tocó a mí), con tira estrecha como base del asiento donde solo cabe medio trasero, (ya se sabe, en las iglesias antiguas, algunos bancos …) no es óbice para que yo ponga mi nota excelente a esta experiencia teatral, incluso a pesar de ello: matrícula de honor y un millón de aplausos.
-¿Un millón?, (me dijo quien me oía).
– Y no soy exagerado. (contesté contundente y feliz)