Inma Puche entrevista a Gerardo García Sobrino y le regala su «biografía desde el alma»

Gerardo García Sobrino, o la hondura de lo cotidiano

Hay personas cuya biografía no se explica por los grandes hitos, aunque él tiene los suyos y muy importantes; sino por la coherencia silenciosa con la que atraviesan la vida. Gerardo es una de ellas. En su manera de mirar el tiempo, el amor o la fragilidad humana no hay estridencias ni consignas aprendidas, sino una reflexión serena, arraigada en la experiencia y en una ética íntima que se va poniendo a prueba cada día.

Esta conversación no busca definirlo ni encasillarlo, sino acompañarlo en ese territorio donde conviven el miedo, la fe, la entrega y la duda. Sus palabras avanzan despacio, sin afán de convencer, y quizá por eso interpelan. Lo que sigue es una invitación a leer entre líneas, a escuchar entre la voz, a detenerse en lo esencial y a dejar que sea el propio lector quien complete el retrato, si conoce a Gerardo.
| Inma Puche

¿Cómo llevas el paso del tiempo, Gerardo?
Con miedo por el sufrimiento que pueda venir, o sea, me da miedo que puedan llegar a sufrir
físicamente y espiritualmente las personas que quiero, en especial mi mujer. Es lo que más me
condiciona o agobia, el pensar que no pueda llevar para adelante lo que Dios nos mande, y le
pido resignación y fuerzas. Sé que como buen Padre Él no quiere nada malo para sus hijos,
pero intento siempre hacer su voluntad.


¿Qué significado tiene para ti el amor y la familia?
La realización plena de la persona, es donde uno se puede proyectar y ser feliz en todos sus
aspectos, en todas sus facetas, es todo aquello que nos define. La familia es el apoyo más
importante, es el refugio que tienes, te aceptan tal como eres y tu aceptas tal como son, la
familia puede vernos con una visión distinta por el cariño que te tienen.


¿Cuál es el papel más difícil de la vida?
El de el amor hacía los demás, la entrega, desproveerse de uno mismo y darle importancia no a
lo que uno es, sino a lo que el otro necesita. Creo que eso es lo más difícil. Desprenderse del
egoísmo y proyectarte a las necesidades ajenas.


¿Tu mayor virtud?
Yo no la sé, unos dicen una, otros dicen otra, y al no coincidir, pues yo digo: será que… o tengo
muchas o no tengo ninguna; o que la ven de una forma u otra. Yo intento hacer el bien,
procuro no hacer el mal a nadie, ni físico ni hablar mal, es lo que yo creo. Procuro no juzgar a
nadie, porque tampoco me gusta que me juzguen a mí.


¿Un lema?
Haz el bien y no mires a quien.

¿Una bandera?
De la libertad, de la entrega.

¿Un paisaje?
Un campo de primavera con flores.

¿Tu mayor derrota?
El no ser como yo creo que tengo que ser, el fallar en algunos pensamientos, en fallar en
algunas actuaciones y comportamientos, que no lo hago como pienso que debiera.


¿Y un sueño realizado?
Hacer feliz a mi mujer (hasta cierto punto), porque claro, la felicidad completa no existe, hay
“peros “siempre hay resquicios, una hendidura, pero dentro de lo que se pueda. Dedicarme a
la persona que quiero y que ella vea que tiene en mí un apoyo. Cuando siento que lo consigo
me satisface, aunque no puedo darle todo lo que ella se merece, pero al menos una parte sí.
Ese es mi sueño realizado.


¿Un sueño que realizar?
El de no juzgar a los demás, aunque muchas veces, cuando me doy cuenta intento no juzgar,
pero en ese instante lo he hecho y entonces ese momento no quisiera que existiera. No quiero
pensar sobre nadie en forma de juicio, porque no es mi misión, ni debe de ser mi actuación.


¿Una frase tuya o prestada?
Repito ¡Haz el bien y no mires a quien!



Así fueron sus primeros estudios y su vida laboral

Tras sus primeros estudios de infancia en un colegio-cueva con su querida Señorita Juanita, y posteriormente en el grupo escolar García Valiño, la elección de su carrera no fue fácil, limitado por circunstancias, tomó la decisión de que sería magisterio su profesión, estudiándolo en Melilla. Tras ganar las oposiciones con tan solo 19 años, tuvo su primer destino en el pueblo de Alameda, al año siguiente pidió Antequera trabajando en “las Huérfanas” Luna Pérez, en calle Carreteros en el año 1971.

La precariedad de aquel lugar provocó un traslado, en su caso, a San Miguel a unas escuelas parroquiales, allí ayudó junto al párroco Don Manuel Ginés a preparar a los alumnos también para la comunión. Luego pasó a la calle Rastro junto a Mely Sánchez Garrido la directora, la señorita Ramoni, Carmen Rosa, Loli Peláez, y tantos otros recordados compañeros.

Continuó en calle Obispo donde por aquellos entonces estaba el “Colegio León Mota en el año 1973, este edificio también tuvo que ser remodelado y pasó a ejercer en Calle Calzada, hasta que por fin el Colegio “León Mota “se sitúa en el camino de la estación, donde estuvo sus últimos 31 años de labor docente, junto a compañeros como Don Agustín Muñoz de la Vega, Eduardo Alvarez, Juan Campos, Nani Espejo, Eugenio Conejo, Conchita Cabrera, Maite Gallardo…etc.

¿Recuerdos de sus primeros comienzos?

Nos cuenta Gerardo que fueron sorpresivos, su tartamudez que al principio pudiera ser un gran obstáculo, no lo fue, porque se entusiasmó al ver que todo el mundo se enteraba de sus explicaciones. ¡Nadie había quien le callara!, él explicaba y explicaba y llegó el momento que los niños aprobaban con sus razonamientos, no suspendía ninguno, y al que suspendía lo dejaba allí, después de las clases, a las cinco, en una ayuda extra, hasta que aprobaban la lección. Era consciente de la capacidad de cada alumno y se valoraba su intelecto.

¿Has notado cambios en los alumnos de una generación a otra?
Sí, los últimos años han sido desastrosos, no realmente los niños, porque los niños son los mismos, sino el ambiente en el que se cría a los hijos, los padres han llegado a una educación permisiva que opino negativa. Se está perdiendo mucha autoridad por parte del profesorado que está muy limitado, no es fácil.

¿Anécdotas curiosas?

Muchas, en tantos años cientos. Padres disconformes…, abuelos superprotectores… Enfrentamiento con inspectores, porque según Gerardo, son muy amantes de la burocracia, del papeleo y menos del trabajo auténtico con los niños.

¿Anécdotas graciosas?

 Gerardo nos cuenta que su mujer, Milagros, que le gustaba hacer muchos teatros para sus alumnos, utilizaba sus ropas (él tenía tendencia a adelgazar y engordar, desde la talla 40 hasta la 56 y las guardaba todas) y ella las utilizaba para disfrazarlos para esas ocasiones; él se las encontraba encima de la cama y preguntaba ¿Qué hacen aquí mis pantalones y mis camisas? y ella se reía y seguía probándole a un desfile de niños haciendo buen uso de ellas.

¿Con que te quedas de positivo en tu profesión?

Con el cariño de los niños, se emociona…él ve que lo miran con respeto, que lo recuerdan con afecto. Piensa que habrá tenido fallos como cualquiera, habrá realizado cosas positivas y negativas, pero se emociona cuando le saludan, y piensa que, ¡algo bueno habrá hecho por la vida…!

¿Algo negativo que tenga solución?
Hacer otro tipo de enseñanza que le pudiera servir mejor al alumnado.

¿Consejo de maestro?
Que se quiera a la enseñanza y se quieran a los niños, ser profesionales, entregarse sin condiciones, de esa manera todos los problemas y obstáculos que te encuentres se van salvando. La satisfacción ante un trabajo bien hecho, el mérito de ayudar a los que pueden menos.

¿Volverías a elegir la profesión de maestro?
Si, sin duda.

Independientemente de su quehacer como maestro es sabido también su grandísima labor como colaborador de entidades cofradieras y religiosas, llegando a ser pregonero de la Semana Santa 2009 e hijo adoptivo de Antequera en el 2012.

Ayudando en los rezos de rosarios, y oraciones en las novenas de San Juan, en San Sebastián, los Cabales, La Pollinica, el Socorro etc… Con la venta de loterías y papeletas en su inmenso gesto altruista y que tanto beneficia con su trabajo social. Y tantas otras …

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Biografía desde el Alma | Por Inma Puche Manzano

Gerardo García Sobrino

Si no puedes escucharla y quieres, al final de la entrevista, la tienes en texto escrito.(Activa auriculares)

(Transcripción escrita del audio de la Biografía desde el alma de Inma Puche, sobre Gerardo García Sobrino )

«Hablar de Gerardo es hablar de raíces por tierras de Jaén (Marmolejo) su ciudad de nacimiento, su posterior traslado a Melilla lugar de crianza, pasando por Córdoba, o por pueblecitos como Alameda, para finalmente caer en los brazos de Antequera su abrigo y refugio.

De pequeño siempre deseó ser maestro y su sueño se convirtió en realidad, a pesar de todas las dificultades que tuvo que superar por causa de su entonces tartamudez. Un niño con un carácter de superación y feliz, en un ambiente muy contractado por la diferencias económicas maternas y paternas.

Recuerda su estancia en Melilla donde los vecinos conformaban la unidad familiar, ya que estaban alejados de los abuelos, a los que solo podían visitar dos veces al año.

Con un padre rígido, militar de estrellas, que llegó a ser capitán, al cual le hubiera gustado que su hijo también hubiera sido militar, pero que él, cuando visitó el cuartel y vio los tortazos que repartían, se le quitaron totalmente las ganas. Aquel diccionario que siempre estuvo en casa y que utilizaba tanto para darle lecciones.  Y con una madre amorosa, que los educó de una forma austera, para que estuvieron siempre preparados tanto para lo bueno como para lo malo; jamás le faltó nada, aunque su santo nunca se festejaba por que le dijeron que esa onomástica se celebraba de noche y claro para entonces a él le pillaba durmiendo.

Evoca los aguinaldos semanales que se ampliaban puntualmente cuando ayudaba a blanquear, recibiendo a cambio cinco pesetas extras, que utilizaba para el cine y las chucherías.

En un hogar en armonía compartiendo con sus dos hermanas, aunque con gran diferencia de edades; en una casa donde siempre había rica y variada comida, como las sesadas o los cascaflotes muy típicos de su tierra.

La añorada señorita Juanita, que cariñosamente tan bien lo cuidaba y llevaba al colegio, una escuela que por otra parte tenía el cuarto de las ratas para los niños malos. Luego el relevo del marido de esta, que continuó con su educación desde los nueve años.

Gerardo consiguió terminar brillantemente sus estudios y logró sus oposiciones con tan solo 19 años, en una época donde estuvo alojado en casa de sus entrañables tíos, que tanto lo cuidaron y mimaron que lo pusieron gordo, y cuando volvió a casa ni lo conocieron, con el problema añadido de que no encontraba pantalones de su talla.

Una lucha contra la báscula, que continua al día de hoy, ya que es disfruton de la comida y en especial de los arroces, en todas sus versiones; para él cualquier resto de alimento se aprovecha con un poquito de granitos de arroz. Le encanta los desayunos tradicionales acompañados de un chupito de Machaquito. De las comidas entre amigos.

Amante del color negro su preferido, de las colonias que contengan olor a alcohol; de las canciones como Resistiré; de lecturas de capitanes truenos, o de libros Sagrados como la Biblia; de ciudades como Estambul; del maravilloso olor a nardos, un aroma que le envuelve.

Le gusta la belleza de un palacio; las películas como Jesucristo Superstar o las de Sarita Montiel.

Admira de los hombres la hombría, y de las mujeres la feminidad, en general de las personas la bondad, la entrega, el desprendimiento, y el sacrificio, por eso su total fascinación por San Francisco de Asís su referente.

Desearía que la riqueza estuviera mejor repartida.

En su tiempo libre le gusta ir a la Iglesia, rezar el rosario, leerlo en alto y claro para que la gente se entere y lo escuche.

De carácter variable, contradictorio, generoso, positivo para los demás, pero negativo para sí mismo.

Cumple cada mañana con sus tareas cotidianas, airear la habitación, poner el sensor del azúcar a su querida Milagros, la persona más importante de su vida y lo mejor que le ha pasado, quisiera que nunca padeciera dolores físicos, ni espirituales.; le da gracias a Dios por un nuevo día, por tenerla a su lado.

Y lo mismo por la noche, agradece, aunque a veces ya inconscientemente, por tener esa suerte.

Se emociona con la mirada de un hijo hacia su madre, con el sufrimiento ajeno.

Si tuviera poderes terminaría con sus problemas que le oprimen; y radicalmente con la hambruna, las penurias o las enfermedades.

Los años le ha enseñado a que el resentimiento no da la felicidad, y si, la entrega y la conformidad.

Le encantan utilizar los refranes que son alusivos a cada momento.

Creé que muy a su pesar, le marcó en su vida la no relación adecuada con su padre.

Está convencido que siempre ha hecho lo que ha podido, intentando ser buena persona.

Y que si tuviera que emplear una frase para la posteridad sería «prescinde de lo superfluo, porque lo que verdaderamente importa es el amor a los demás».

Hoy en día está jubilado, vive el momento presente, en conformidad con la vida con sus circunstancias y con lo que Dios le mande».

                                                                      Inma Puche 2025