Vida entre la Historia del Museo de Antequera | Por Marga Martínez Guillén

Dos nuevas vidas se abren paso entre la historia del museo. Una pareja de mirlos, oscuro y negro brillante él, más parda ella, entraban y salían de uno de los pinos que vigilan a los visitantes diariamente en el patio.

Sus sonidos eran diferentes del que hacían hasta ahora desde el tejado. Se comunicaban entre ellos para hacer el nido, él le avisaba a ella donde había visto una ramita que llevar y ella le señala aquella que era pesada y no podía transportar.


Un par de semanas les ha llevado construir la nueva casa de sus dos huevos azules que el amor puso en ese nido tan perfecto y fuerte.
Soportaron un concierto de flamenco junto al pino, entre las columnas, un guitarrista y un cantaor de raza, rompieron la tranquilidad de estos enamorados, pero ellos, juntos, consiguieron que el calor de esas nuevas vidas siguieran adelante.
Días más tarde, una mañana, al echar mi foto de siempre, ví un pico moviéndose y el otro huevo junto a él.
Los papás seguían posándose en el nido pero ahora buscaban también alimento. Un día tardó el hermanito en romper su cascarón y ver la luz del patio de columnas ya calmo…
Entre palabras de bienvenidas en inglés y otros idiomas a los visitantes, ellos comen gusanitos y otros bichos para cubrir su cuerpo de plumas y pronto poder vigilar el patio desde la cornisa junto a sus padres.

Margarita Martínez Guillén |


Nota editora:
Gracias, Marga, por tu sensibilidad, por tu respeto a su ritmo natural, por tus cuidados, tu vigilancia; por el mimo que has puesto en su seguimiento. Por contárnoslo tan bonito, por mandarnos las fotos, por compartirlo con nosotros y con el mundo. Por… «colarnos» entre preocupaciones y rutinas diarias una noticia de este estilo, es un canto a la vida.
ChLL /atqmagazine