El Arco de los Gigantes se encuentra ubicado en la zona alta de la ciudad, dando la bienvenida a todos aquellos que visitan la Alcazaba o la colegiata de Santa Maria la Mayor. A sus pies, el mirador desde el que se puede contemplar el “skyline” (perfil urbano) de la ciudad, destacando las maravillosas torres de sus iglesias y palacios que emergen entre las casas y edificios que configuran su paisaje urbanístico. Además, se puede disfrutar de un bello atardecer divisando la icónica Peña de los Enamorados que dibuja ese perfil indio tan característico en el horizonte.
En el año 1585, siendo corregidor de la ciudad don Juan Porcel de Peralta, se construyó el Arco de los Gigantes o Puerta de Hércules dedicada al rey Felipe II. Este arco sustituía a una puerta musulmana en recodo que hubo anteriormente, conocida como Puerta de la Villa, de Estepa o del Juzgado. Esta puerta tuvo una importante labor defensiva, principalmente en dos momentos importantes de la historia: la conquista de Málaga (1487) y la de Granada (1492). Posteriormente fue demolida por el lamentable estado en el que se encontraba. En ese momento era Corregidor de Antequera don Alonso Rodríguez de San Isidro.
El Arco de los Gigantes debe su trazado al arquitecto Francisco de Azurriola, y su construcción la llevó a cabo el alarife de la ciudad, Francisco Gutiérrez. Azurriola cuidó del ornato, ordenamiento y distribución de estatuas e inscripciones. Gutiérrez de levantar el muro y la puerta.
Es una construcción donde prima su valor monumental e histórico. Es un exponente de arquitectura tardo-renacentista. Desde 1585 hasta comienzos del siglo XX fue una especie de museo al aire libre de los vestigios romanos hallados en la ciudad romana de Anticaria así como en las cercanas Singilia Barba (El Castillón, Antequera), Nescania (Valle de Abdalajís), Osqua (Cerro del León, Villanueva de la Concepción), e Iluro (Álora)… Se fueron colocando en sus muros, lápidas epigráficas que lo enriquecían y donde la ciudad demostraba públicamente su nobleza y antigüedad, además de una forma de manifestar públicamente su pasado clásico. En el acta del Cabildo del 7 de mayo de 1585 se recoge en algunos de sus párrafos: “…que en algunas torres de esta ciudad y casas particulares della y en el cerro del León y sierra de Abdallaziz y Mollina y otros lugares del término de esta ciudad hay estatuas y piedra escrita del tiempo de los romanos…”, “…que todo lo susodicho sea recogido, e puesto en orden e paraje e lugar donde pueda verse por todas las personas que a esta ciudad vinieren, y , por cuanto es más público, en la puerta de las dichas plazas por el concurso de gente que en ellas hay de ordinario…”.
El arco es una edificación con un muro de más de dos metros de grosor y siete metros de altura. Hasta comienzos del siglo XIX dispuso de una gran hornacina, flanqueada por dos aletones en los que podíamos encontrar una gran escultura de Hércules. Las lápidas con inscripciones estaban rodeadas también por dos estatuas togadas. Dentro del ornato del arco se podía hallar la jarra de azucenas de la clave junto con el castillo y león de la cornisa, elementos heráldicos que conforman el escudo de la ciudad antequerana. En la cara del arco que da a la plaza de los Escribanos se encontraba una estatua que representaba a la Fama Augusta. Restándole el valor militar que tuvo en su día la puerta árabe, el nuevo arco vinculaba perfectamente todo el conjunto urbanístico edificado a un lado y otro del arco.
En intramuros encontrábamos la Plaza del Juzgado o de los Escribanos donde se podían encontrar algunos edificios como fueron la Audiencia, la Cárcel, y la Casa de Corregidores. Por otro lado, en extramuros, hallábamos la Plaza Alta, donde aparecía la Casa de Cabildos, la Alhóndiga, las carnicerías, pescaderías y fruterías. Esta Plaza Alta era hacia donde se abrían las calles Herradores, Rastro y San Judas, dando lugar a un amplio espacio en el siglo XVI y fue centro político y económico de la ciudad durante muchos años.
El Arco de los Gigantes ha sido el protagonista de muchos escritos y publicaciones a lo largo de su historia. El humanista Juan de Mora escribió un opúsculo en latín titulado “Edificio de la ciudad de Antequera con las medallas antiguas halladas en ella”. Así como Alonso García de Yegros en su “Tratado de la nobleza y antigüedad de la ciudad de Antequera” (1609), el agustino Francisco de Cabrera en su “Descripción de la antigüedad, ilustre y grandeza de la ciudad de Antequera”, o el jesuita Pedro Zapata con su “Antigua Singilia”, entre otros.
El 4 de agosto de 1908 siendo alcalde de Antequera don José García Berdoy se acordó por unanimidad en el consejo municipal, la creación de un Museo Arqueológico Municipal, asesorado por el arqueólogo don Rodrigo Amador de los Ríos. Debido a ello se procedió al desmantelamiento ornamental del Arco de los Gigantes para pasar a ocupar un lugar destacado en los patios y galerías del Ayuntamiento. Años más tarde se trasladaron al Palacio de Nájera donde se encuentra el Museo Municipal. Desde entonces el arco ha sido sometido a algunas restauraciones de mejora para evitar que el paso del tiempo le pase factura.
En el año 2005, el Arco de los Gigantes fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Monumento.
BIBLIOGRAFÍA:
- “Guía Artística de Antequera”. Jesús Romero Benítez. (1981).
- “Antequera, Callejero Histórico”. Juan Manuel Moreno García. (2013)
- “Historia de Antequera”. Antonio Parejo Barranco. (1987).
- “Antequera por su amor”. Edición Agosto 1929.
- “El legado clásico y el Arco de los Gigantes de Antequera: La arqueología del Cerro del León”. María Luisa Loza Azuaga. (2014).
- “El Arco de los Gigantes y la epigrafía antequerana”. Rafael Atencia Páez. Revista Jábega nº 35. (1981).
- Archivo Histórico Municipal de Antequera.
Ester Cortés Romero es brillante (Carlos L.| editor).
Diplomada en magisterio y Licenciada en Publicidad y RRPP. Enamorada de la Historia, del Arte, de la Cultura, de los libros, y de su ciudad, Antequera, dando valor a muchas otras del resto del mundo -en especial Sevilla y París-.
Una persona JASP (acrónimo de Joven Aunque Sobradamente Preparada). Con capacidades enormes de documentalista, puede dedicar el esfuerzo de horas “de ratón de biblioteca” hasta encontrar un dato fidedigno para dar rigor a sus escritos y a todo lo que hace, porque a ella no le vale cualquier cosa. Su capacidad didáctica descriptiva es otra de sus virtudes, a la que une la pasión por contar a los lectores cosas interesantes de su Antequera natal donde ha sido y es feliz.
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