Las Puertas de Granada y Estepa

Desde finales del siglo XVI, Antequera estuvo rodeada por una alta tapia que rodeaba a la ciudad. Una muralla con diferentes objetivos: el de combatir y aislar a la población ante la llegada de epidemias o plagas, y otro puramente con carácter fiscal, controlar la entrada y salida de personas y mercancías. La construcción de la muralla se llevó a cabo en 1599, empleándose como materiales la piedra y el yeso. Y con puertas de madera de Flandes de 3,5 metros de alto para las entradas de Granada, Lucena, Estepa y Málaga.

Estas antiguas tapias que rodeaban el recinto urbano, en el siglo XVIII, perdieron su finalidad ante la ingenuidad de la población que pensaba ya extinguidas las epidemias, y la libertad del comercio que ya no necesitaba tener un control excesivo sobre las mercancías que entraban en la ciudad. Por este motivo, se fueron derrumbando escalonadamente, siendo sus materiales empleados para la construcción de nuevas viviendas populares situadas fuera del recinto amurallado. 

Bajo el mandato del corregidor don Rodrigo Navarro de Mendoza Cabrera y Ponce de León, la ciudad se embelleció gracias a sus iniciativas de carácter urbanístico como fue la construcción de la Puerta de Granada a mediados de la centuria, concretamente en 1748, o la de Estepa en 1749, ya con un valor puramente simbólico. Puertas abiertas para todo aquel que llegaba a la ciudad, rodeadas de lugares de recreo y con zonas ajardinadas a su alrededor. 

En el caso de la Puerta de Granada, la construcción del arco y del entorno ajardinado que lo rodeaba fueron complejas, ya que tuvieron que acometerse ciertas labores como fueron las de rebajar el cerro de las Tres Cruces. El coste de la construcción fue sufragado gracias a una recolecta popular donde participaron más de seiscientas personas, y de las aportaciones que se hicieron desde el mismo Cabildo.

La Puerta de Granada, como hemos mencionado anteriormente, fue construida entre junio y agosto de 1748. Las obras fueron dirigidas por el alarife don Martín de Bogas. Se invirtieron en la construcción más de cuatro mil ladrillos. Los escudos que flanquean el arco a un lado y otro, como son el del rey Fernando VI y el de la ciudad de Antequera, fueron esculpidos por el picapedrero José Rodríguez. La imagen que ocupaba la hornacina se presuponía que era donación particular de algún devoto. La fuente que adornaba la plaza fue ejecutada por el maestro cantero Vicente de Aguirre, la cual se instala sobre el 27 de septiembre de 1748.

Haciendo mención a un extracto del libro de “Miscelánea Histórica de Antequera” del doctor en Historia don José Escalante Jiménez, el corregidor don Rodrigo Navarro de Mendoza expresaba el 10 de noviembre de ese año: 

“…que respecto de haberse fenecido la obra que se ha hecho en la Puerta de Granada y consta en el auto antecedente de quitar el monte que en ella había, poner la fuente, hacer la acequia que está bajo tierra y el Arco a la entrada de la calle de Belén, con los asientos de jaspe que circundan toda la plaza, mando que Carlos Rojo y Francisco Burgueño, alarifes y maestros de obras de esta ciudad pasen a dicho sitio y reconozcan cada cosa de por sí, y todo lo aprecien, con todo cuidado y echo que sea comparezcan a declarar…”.

El monumento es un arco de medio punto entre amplios pilares, con una zona superior en forma de ático, con alas que lo afianzan. La hornacina se apoyaba sobre un fuerte basamento. En su cara principal, que era la que recibía a todos aquellos que entraban en la ciudad, los pilares estaban decorados con pilastras, placas colgantes y escudos heráldicos como el de Fernando VI y el de la ciudad. En el frente que miraba a calle Belén, la puerta tenía un carácter más sobrio. 

La fisonomía, tanto del arco como del entorno donde se encuentra ubicado, ha sido sometida a numerosos cambios a lo largo de los siglos, así fue como en 1787 sufrió una importante remodelación con la replantación de arboleda a su alrededor. 

En la sesión municipal del 15 de noviembre de 1939, se acordó por unanimidad en el  Ayuntamiento la reparación y remodelación del arco por el estado tan deplorable que presentaba. Y así fue como, en el año 1942, se dirigieron unas obras de restauración bajo la dirección del artista antequerano don José María Fernández. Se elevó a medio punto el arco de la hornacina (donde se encuentra en terracota una imagen de la Virgen del Rosario de Santo Domingo), el blasón heráldico del corregidor se centró y se completó con un yelmo de cimera emplumada y lambrequines, las alas del ático tomaron una forma con suave curvatura, se colocaron jarrones flanqueando el templete de la hornacina y en los extremos del arco. También se colocó una esbelta cruz de hierro forjado coronando la obra, copia de la veleta de Madre de Dios, obra del maestro forjador Juan González. Los jarrones de ladrillo cortado que se encontraban en los ángulos fueron realizados por el alarife Rafael Barco. 

Finalmente, en 1998, vuelve la idea de sentido público al entorno, colocándose una fuente y ajardinándolo todo para tener una zona de recreo y esparcimiento para todos aquellos antequeranos y visitantes que quisieran disfrutar desde ahí de unas bellas vistas de la ciudad del Torcal. 

La Puerta de Estepa fue realizada un año después de la mencionada anteriormente Puerta de Granada, concretamente en 1749, bajo el mandato del corregidor don Rodrigo Navarro de Mendoza, y ejecutadas las obras nuevamente por el alarife don Martin de Bogas. Fue a este a  quien se le confió el encargo de derribar el viejo portón de Estepa y edificar en su lugar, construido en ladrillo, lo que sería la nueva Puerta de Estepa, salida hacia el camino real de Sevilla. 

Esta obra monumental estaba formada por tres arcos de medio punto, más ancho y esbelto el central para poder cumplir con la función de permitir la entrada y salida de carruajes y caballerías. Sobre este arco central se dispuso la colocación de una hornacina también de medio punto que albergaba una escultura en terracota de la Virgen del Rosario de Santo Domingo, obra de Carvajal. Los aletones descendían sobre los arcos laterales que estaban reservados para los peatones, rematándose en sus extremos con dos escudos tallados en piedra caliza blanca, con las armas de la ciudad y del corregidor. En la clave del arco central, en su cara que se encontraba mirando hacia la Alameda, se encontraba un gran escudo del rey Fernando VI tallado en el mismo tipo de piedra. Así nos lo indica el historiador don Jesús Romero Benítez en su libro “Antequera: ciudad monumental. Guía”

Haciendo un breve inciso, hay que subrayar y destacar la presencia de la Virgen del Rosario en ambas puertas monumentales de la ciudad, tanto en la de Granada como la de Estepa. En el libro de “Dos siglos de calamidades públicas en Antequera. Crisis epidémicas y desastres naturales (1599-1804)” de la doctora en Historia, doña Milagros León Vegas, nos hace una extensa exposición sobre la devoción que la ciudad mostró por la imagen mariana, sobre todo después de la furia con la que las epidemias de peste asolaron la ciudad, como la archiconocida de 1679. Le fueron atribuidos innumerables milagros por parte de una fervorosa población. La fuerte devoción y la creencia en la protección divina se prolonga durante el siglo XVIII. Es con la construcción de las Puertas de Granada y Estepa, cuando las autoridades municipales acuerdan colocar en las hornacinas situadas sobre el arco central una escultura de la Virgen, sustituyendo así los lienzos con su efigie que se encontraban colgados en aquellos antiguos portones desde la peste de 1679.

Por un lado, no solo se pretendía el embellecimiento de la ciudad y remodelación urbana por parte del corregidor, sino que con la colocación de las esculturas de la Virgen del Rosario en los lugares estratégicos de entrada y salida de la urbe, se pretendía preservar a la población de cualquier mal de salud pública.

Volviendo a retomar la Puerta de Estepa, fue durante la I República Española (1873-1874), concretamente en 1873, cuando el Ayuntamiento decidió demoler la obra monumental por su carácter monárquico. La llegada de la Restauración Borbónica (1874-1931), bajo la figura del rey Alfonso XII, paralizó la decisión de su desaparición. Durante la II República Española (1931-1939), en 1931, se produjo la demolición de la obra arquitectónica. Los argumentos eran que entorpecía el tráfico de automóviles, cada vez más en aumento en la ciudad. Fueron desmontados los escudos de piedra de la Puerta y guardados en el Museo Arqueológico de Antequera, que por aquel entonces se encontraba ubicado en el patio del Ayuntamiento. Los basamentos de rojo Torcal fueron arrojados a la orilla del río Guadalhorce, junto al Puente de Lucena. 

La actual Puerta de Estepa que podemos contemplar en la rotonda entre la Plaza de Toros y la Plaza de Castilla, y junto al Paseo Real, se encuentra ubicada en uno de los puntos más bonitos de entrada a la ciudad antequerana. Se reconstruyó en 1998 con motivo de la conmemoración del doscientos cincuenta aniversario de la concesión a la ciudad de la Real Feria de Agosto por el rey Fernando VI. 

Las obras fueron iniciadas un 8 de mayo de 1998 por el promotor y constructor Antonio Carrasco Muñoz, y su inauguración fue prevista para el 20 de agosto de ese mismo año. Las dimensiones eran iguales a la de la anterior Puerta, dieciséis metros de ancho por catorce metros de altura en su parte central, sin contar con el remate de la jarra de azucenas. 

La puerta original (la demolida en 1931), unía el edificio del Cuartel de la Guardia Civil con una casa colindante al Bar La Fuerza en la Alameda. La estructura de la nueva Puerta, al tener otra localización, concibió su construcción de forma diferente, ya que no se encontraría situada entre edificios como su antecesora. Concluido el esqueleto de la obra se procedió a su revestimiento con más de 30.000 ladrillos de tejar elaborados artesanalmente y exclusivamente para el monumento, en Víznar (Granada).

 Los picapedreros que se encargaron de restaurar el basamento recuperado de la orilla del Guadalhorce, además del nuevo extraído de la vieja cantera del Torcal y tallado de mármol rojo del Torcal, fueron el maestro José Perdiguero Recuerda, el escultor Antonio García Herrero y los oficiales Juan Ruiz Patricio, Francisco Godoy Perdiguero y Miguel Perdiguero. 

Se añadieron los tres escudos y clave de la antigua edificación. La hornacina que se encuentra en la parte superior de la puerta, se encuentra flanqueada por dos jarrones de piedra, y otro jarrón sobre esta con azucenas de forja que fueron tallados por las hermanas Escobar, de la cercana localidad de Osuna (Sevilla). 

La Puerta tiene dos amplios balcones de forja con una longitud de 5,85 metros. Las imágenes que encontramos a un lado y otro del arco son: la Virgen del Rosario (cara que da a la Alameda)  y la Patrona Santa Eufemia (cara que da a la carretera de Sevilla). La Virgen del Rosario fue tallada en barro cocido por el artista local, Eloy García. Es una réplica de la realizada para la anterior Puerta por el artista Andrés de Carvajal. El azulejo de la Patrona Santa Eufemia fue realizado por el ceramista sevillano Antonio González en la localidad de Mairena del Alcor (Sevilla). Está basado en un grabado original que data de 1820. 

Fue todo un acierto recuperar la Puerta para el catálogo monumental que ostenta la ciudad. Es una suerte que todas las generaciones venideras podamos contemplarla y que no tengamos que recordarla solo como una imagen guardada en los libros de historia. 

BIBLIOGRAFÍA:

  • «Historia de Antequera”. Antonio Parejo Barranco. (1987).
  • “Guía Artística de Antequera”. Jesús Romero Benítez. (1981).
  • “Dos siglos de calamidades públicas en Antequera. Crisis epidémicas y desastres naturales (1599-1804). Milagros León Vegas. (2007)
  • “ Miscelánea histórica de Antequera”. José Escalante Jiménez. (2004).
  • “Antequera: ciudad monumental. Guía”. Jesús Romero Benítez. (2013).
  • El Sol de Antequera. 
  • Archivo Histórico Municipal de Antequera. 

Ester Cortés Romero es brillante (Carlos L.| editor).
Diplomada en magisterio y Licenciada en Publicidad y RRPP. Enamorada de la Historia, del Arte, de la Cultura, de los libros, y de su ciudad, Antequera, dando valor a muchas otras del resto del mundo -en especial Sevilla y París-.
Una persona JASP (acrónimo de Joven Aunque Sobradamente Preparada). Con capacidades enormes de documentalista, puede dedicar el esfuerzo de horas “de ratón de biblioteca” hasta encontrar un dato fidedigno para dar rigor a sus escritos y a todo lo que hace, porque a ella no le vale cualquier cosa. Su capacidad didáctica descriptiva es otra de sus virtudes, a la que une la pasión por contar a los lectores cosas interesantes de su Antequera natal donde ha sido y es feliz.
Genial conversadora, culta, inteligente, actualizada, sencilla, familiar, deportista practicante, excelente persona…