Porque muchas veces les sacarán de apuros y siempre aprenderán algo nuevo.
Llegar a adulto con miedo o vergüenza a preguntar, deja lastimada la propia seguridad en sí mismo y se pueden perder en el camino muchas cosas buenas para su desarrollo personal.
Casi todos hemos conocido a profesores y profesoras que motivaban a los estudiantes para que preguntaran. No les ridiculizaban por ello, al contrario, les hacían ver que es necesario preguntar para saber.
Y también conocemos a muchísimos padres y madres que no han coartado la edad de las preguntas por las que todos hemos pasado cuando nos acercábamos a los 3 años; estimulando con ello además un sinfín de estructuras de pensamiento que enriquecen el desarrollo psicológico.
…Y cuéntales para ello, por ejemplo, esta fábula (si son pequeños, tendrás que explicarles el mensaje):
Un dragón atrapó a un lobo en el bosque y le dijo:
–Mira, estoy tomando nota: «Lobo, gris, cantidad: uno». Hoy vendrás a mi casa a la hora de la cena y te comeré ¿has entendido?
–Sí, entendí
–¿Alguna pregunta?
–No.
El lobo se fue triste
El dragón siguió paseando y encontró a un zorrito y le dijo:
–Mira, tú, estoy tomando nota: «Zorro, pelaje rojizo, cola larga, cantidad: uno». Hoy vendrás a mi casa a la hora de la cena y te comeré ¿Has entendido?
–Sí, está claro
–¿Tienes preguntas?
–No
El zorrito se fue acongojado, sabiendo que se convertiría en cena.
El dragón continuó su paseo y atrapó a un conejo y le dijo:
–Mira peludo, estoy tomando nota: «Conejo, gris, orejas largas, cantidad: uno». Mañana vendrás a mi casa a la hora del desayuno y te comeré. ¿Has entendido?
–Sí
–¿Tienes preguntas?
–Sí, tengo una
–¿Cuál?
–¿Puedo no ir?
–Sí, claro. Conejo: bo-rra-do. ¡Que tengas un buen día!