¿A quién no le gusta un secreto? | Por Carmen Parejo García

En portada: cuadro de Antonio Ovejero, artista valenciano. Imagen propuesta como ilustración por la propia autora del relato.

                     

¿A quién no le gusta un secreto?  | _{Carmen Parejo}

El teléfono comenzó a sonar de madrugada, ella dudaba en tener la fuerza suficiente como para cogerlo de la mesilla. Levantó la cabeza de la almohada y estirando el brazo, con la punta de los dedos, logró arrastrarlo y contestar.

– ¿Sí?, dígame.

y una voz compungida le dijo:

-Lo siento señora no hemos podido hacer nada…

Eran las 8 de la mañana, apenas llevaba 3 horas viuda y ya se sentía otra, una mujer nueva; con esa alegría y energía que dan las buenas noticias, con nuevos ímpetus, con resolución, liberada y con optimismo.

Así que fortalecida con una nueva adquirida seguridad en sí misma y en su poder adquisitivo, se acicaló. Se puso un vestido estampado, y con los labios pintados de rojo chillón se subió a sus tacones y se encaminó a casa de Antonio.

Era su cita obligada de cada semana no podía dejarla pasar, si se retrasaba seguro que alguna pelagarta se adelantaría y engatusándolo se llevaría lo mejor que ese hombre pudiera ofrecerle. Porque él era un profesional en lo suyo y parte de su trabajo consistía en agradar y hacer la vida más fácil a las vecinas del pueblo, y lo hacía con pasión.

Estrenando una bonita mañana de abril y por una estrecha calle del barrio iba ella melena al viento, con una sonrisa en la cara, espalda recta, con pasos cortos y avanzando rápido, tacón, punta, tacón, punta…

Cuando llegó a su destino allí estaba él, como en un escaparate: un señor vestido de blanco impoluto, aséptico, con el aspecto de un supervisor de una planta de motores Ferrari. Ese hombre se había ganado su confianza, él sabía de sus gustos, sus manías, sus preferencias …

—Buenos días Angustias, ¿con que puedo complacerla esta mañana?   — dijo Antonio.

Ella, sin dejar de mirarle a los ojos y con voz de cliente asidua que gasta mucho dinero, mientras hacía ver un billete de 50 euros asomando del monedero, respondió:

— Hoy es un día especial, me llevaré un secreto ibérico, eso sí, córtemelo finito.

Carmen Parejo García