Por Juan Manuel Ruiz Cobos
El árbol me ha ido enseñando y marcando en mis pasos vitales muchísimas lecciones. Es para mí muy emocionante siempre hablar de él como un Ser inédito, pleno en generosidad y altruismo, hacedor de vida y esperanza, un ser vivo del que faltarían muchos de sus frutos para llenar de tinta ante sus extraordinarios y hegemónicos servicios.
A él, con toda humildad dedicaré estos primeros párrafos de varias entregas, para intentar mostrar su grandeza y necesidad entre nosotros.
El árbol, aún el medio urbano, no es sólo un mero testigo temporal, tampoco es mobiliario de lujo o un ornamento sin más, es una necesidad que nos atañe socioambientalmente y, sobre todo, a nuestra salud. Sus beneficios, cuantificados y acreditados, hilvanan un valiosísimo catálogo de servicios ecosistémicos que se han convertido en imprescindibles para nuestro hábitat urbano.
Escribía Fernando Pessoa que “El verde de los árboles es parte del rojo de mi sangre” una categórica máxima que por cierta y no exenta de una cierta carga melancólica, fagocita por completo los abundantes tópicos que lo infravaloran o señalan. Así, la labor pedagógica que hemos debido de implementar en nuestro quehacer profesional nos trae contando, ad libitum, todas y cada una de estas funciones que la ciencia nos proporciona y que, sin darnos cuenta, entre otras, nos están sanando y ayudando a sanar (Luz Casal).
Hasta casi una decena de evidencias sustenta la ONU sobre el árbol urbano como gran benefactor. La calidad del aire mejora muchísimo con su presencia, pues a la consabida absorción de dióxido de carbono (CO2), hemos de sumar, la gran capacidad de filtración y fijación de contaminantes y partículas finas en suspensión que, de no ser mitigadas por las hojas de los árboles, serán nuestros alveolos los que los recibirán y no para bien precisamente.
Hemos de pensar que una persona sana y con una actividad moderada diurna, aspira al día alrededor de 20000 litros de aire. En estos casi 20 Kg. se integran partículas de polvo, hongos, bacterias, hollín…que, depositados en nuestras vías respiratorias, les suponen un extraordinario trabajo de defensa y protección. Sólo las menores a 5 micras se ven con posibilidades de acceso y con ello exponer a nuestro organismo.
Tenemos por tanto en los árboles unos gratuitos trabajadores para nuestra mejor salud respiratoria pues además de lo relatado, sabemos que un árbol maduro llega a absorber hasta 150 kg de gases contaminantes tales como dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno, amoníaco, dióxido de azufre y ozono. Todos ellos relacionados con importantes afecciones sobre nuestra salud.
Para terminar esta entrega ciñéndome al servicio ecosistémico más importante para el ser humano como es la de poder respirar, les aclaro que quizás muchos pongamos al árbol en esencia al frente de este gran e indispensable servicio, pero no es así, pues sin restar un ápice de su importancia, sobre la que insistiré ahora y en sucesivas entregas, los ecosistemas terrestres producen solo el 28% del total que se produce en la Tierra.
Son los océanos y el fitoplancton en particular, los que generan tan imprescindible gas, al menos en un porcentaje del 50 %. Pero es que, a su vez, además de regalarnos más de 25.000 toneladas de oxígeno al año, estos mismos se hacen cargo de unas 10 gigatoneladas de carbono que secuestran de la atmosfera y hacen viajar hasta el fondo marino: otra gran obra que debemos a estos organismos también clorofílicos.
Pero volviendo al árbol y su estimable ofrecimiento, hemos de considerar que a la cesión de, al menos la mitad del oxígeno que respiramos en nuestra vida, es decir, de los 32 millones de veces que respiramos al año, 16 nos los regalan estos vecinos grandotes. 16 millones de veces al año, el alma verde de los árboles se nos cuela dentro. Fernando Pessoa, bien bonito que lo narró.
Juan Manuel Ruiz Cobos es un experto en Jardinería con más de 30 años de experiencia en el diseño, creación y mantenimiento de espacios verdes urbanos. Director técnico de Jardines de Icaria y presidente de la Asociación Multisectorial de la Jardinería Andaluza. Ávido de conocimientos y actualización de técnicas tiene una extraordinaria formación en Infraestructuras Verdes Urbanas. Apasionado de la lectura y de Antequera, de su historia y de su desarrollo como ciudad, de sus costumbres y de su patrimonio cultural, artístico, paisajístico y gastronómico. Gran conocedor, amante y defensor de su pueblo, al que lleva siempre donde quiera que vaya. |
Foto: El Correo de Andalucía