Heliotropium
Los espejos siempre fueron para ella enemigos domésticos, cotidianos, que le devolvían
inmisericordes la realidad de su imagen: era fea, desgarbada, vulgar.
La adolescencia fue un calvario de burlas y aislamiento; su juventud un desierto de
amores que soñaba y que nunca llegaron: ningún hombre la había querido nunca. Nadie
le había susurrado palabras tiernas. No hubo manos que buscaran ansiosas bajo su ropa.
Ni ojos que la acariciaran. Ni boca que la nombrara con deseo.
Su cuerpo sería siempre un burka que la ocultaba a los demás, porque la belleza reside
en los ojos de quien mira, no de quien ve y casi nadie supo mirarla.
La burla definitiva, la ironía de su destino, era que no podía vivir sin la belleza. Lo
comprendió el día en que desde las páginas de un libro, le asaltó una imagen, prodigio
serpenteante de piel marfileña y cabello dorado, de fulgor transparente, un derroche de
color y luz: era el Nacimiento de Venus de Botticeli.
Desde ese momento la esperanza llegó a su vida, porque había descubierto otros espejos
a los que asomarse. Pasaba interminables horas entre libros de arte y visitando museos.
En ellos se obraba el milagro: en los espejos de azogue y cristal ella era un bufón de
Velázquez, pero ante aquellos otros de lienzo y óleo su reflejo era Dánae de Klimt, La
joven de la Perla de Veermer, Betty de Lynch, Mariana de Millais…
Multiplicó el milagro yendo a la ópera, en cada representación se transformaba en
Manon, Aida, Violetta, Carmen… La música entraba por los poros de su piel, sanándola,
llevándose con cada nota su pena y su soledad. El cuerpo se diluía en pura emoción, la
materia desaparecía y solo quedaba un espíritu limpio e intangible que se elevaba desde
el palco hacia la belleza infinita.
En aquella búsqueda ansiosa de nuevos espejos, descubrió el Jardín Botánico. ¡Qué
festín para sus sentidos! Los colores y los aromas la emborrachaban, la saturaban de una
alegría primigenia: la alegría de la infancia, la de la vida antes de la crueldad, cuando casi
todos los pesares le eran ajenos porque no sabía que era fea, y los días transcurrían junto
a su madre y su abuela que la llamaban “mi niña bonita”, “mi muñeca”.
Entre los parterres de flores extraordinarias, arrogantes, exóticas, exclusivas, sublimes,
descubrió una planta que por su sencillez le pareció una nota discordante. Se acercó a la
cartela y leyó:
“Heliotropium. Planta herbácea originaria de Perú. Resistente, se adapta a casi todas las
condiciones climáticas excepto al frío extremo. De poca altura, es leñosa y sus hojas son
ásperas. Las flores, aunque de pequeño tamaño, son muy apreciadas en la industria de
la perfumería por su olor intenso a vainilla y canela. Como su nombre indica posee la
capacidad de girar buscando siempre la luz del sol”.
Sonrió con todo el cuerpo. Acababa de descubrir la mejor imagen de sí misma desde que
sabía mirarse en los espejos adecuados. ¡Ella era una flor de heliotropo!
Mª Teresa Becerra López


Nací hace 60 años en Ronda. No mucho tiempo después, nos mudamos a Málaga, donde habían destinado a mi madre que era maestra. Estudié EGB en el colegio Sagrada Familia y bachillerato en el instituto Sierra Bermeja. Soy licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Málaga y como llevo la enseñanza en el ADN y en el corazón, he dedicado treinta y seis años de mi vida a inculcar entre mis alumnas y alumnos el amor por la Historia y el Arte. Espero y deseo haberlo conseguido.
Desde 2004 tengo la enorme suerte de vivir en Antequera donde me siento, desde el primer día, querida y apreciada. Estoy dando mis primeros pasos en la creación literaria de la mano del Taller Antequerano de Escritura Creativa, cuya cita quincenal se ha convertido en un momento increíble de compañerismo, aprendizaje y creatividad. Por todo esto doy gracias a esta ciudad y a sus gentes y a la vida.
Esta antequerana por elección, a quien desde hace muy poco le ha dado por escribir, consiguió ya en marzo 2025 ser una de las finalistas del fabuloso Premio Literario ‘Puy du Fou’ con su relato «Memorias de una esclava en la Bética».
Y fue galardonada en abril con el Segundo Premio del Certamen de Relato Corto Ochavada 2025 de Archidona.