Juan Montiel, Premio Ignacio Aldecoa 2025 estuvo en Antequera, su ciudad natal

Fue para mí muy agradable y un orgullo conocer de primera mano y poder entrevistar al escritor, antequerano en las afueras, que ha obtenido el prestigioso Premio Ignacio Aldecoa 2025, Juan Montiel.

Estuvo invitado en el Festival Literario de Antequera ‘ Las Cosas del Campo’ y pudimos charlar de su universo literario y periodístico.

Con un pie en la literatura y otro en el periodismo, Juan José Montiel Gálvez (Antequera, 1973), afincado en Alcalá la Real, ha sabido construir una voz propia y poderosa dentro del relato corto español. Su reciente consagración con el Premio Internacional de Cuento Ignacio Aldecoa 2025, por su relato Todas las tardes había fiesta, no solo confirma su talento narrativo, sino que también marca el inicio de una nueva etapa con la publicación de su primer libro en solitario: Cada lunes de Aguas, editado por la reconocida firma de Fulgencio Pimentel.

Este volumen, cuidadosamente editado y ya distribuido tanto en España como en Latinoamérica, recoge seis relatos que se mueven entre lo rural y lo urbano, lo intimista y lo alegórico, lo cotidiano y lo fantástico. El cuento ganador del certamen, Todas las tardes había fiesta, es pieza central del libro, una narración sobre los destellos fugaces del éxito y la inevitable sombra del olvido, en la que una escritora brillante cae en la miseria tras conocer la fama en los años 80.
A diferencia de otros relatos del libro, este tiene un marcado enfoque urbano, aunque mantiene intacta la esencia de Montiel: personajes quebrados, ambientes densos, finales abiertos que no buscan revelaciones sino preguntas.

Juan tiene un universo propio entre lo rural y lo simbólico

Montiel bebe de la España vacía, de ese territorio físico y emocional que evoca a Juan Goytisolo, o a Raymond Carver. Sus relatos están llenos de silencios, de cicatrices no mostradas, y de mujeres protagonistas que aman y luchan. El paisaje es parte de la psicología de los personajes, ya sea una aldea medio desierta o una distopía con apariencia de siglo XIX tras un colapso futuro. A través de su prosa depurada, logra capturar lo no dicho y los gestos que ocultan más de lo que revelan.

Su escritura es culta y tiene algo de arqueología emocional. Le gusta rescatar palabras casi extintas. Me cuenta que no es solo un guiño a los ancestros, sino una declaración de principios: hay belleza en lo olvidado. Y Juan la busca con vocación de entomólogo, apuntando ideas en el móvil cuando surgen y negándose a escribir sin una idea clara que sirva de núcleo. Porque para él, la historia tiene que existir en su cabeza antes de que exista en el papel. En su caso, según me dice, la inspiración no se fuerza, se espera. A veces durante meses.

Una vida entre palabras

Aunque licenciado en Documentación y diplomado en Biblioteconomía, Juan Montiel ha sido periodista durante más de dos décadas, sobre todo en la prensa escrita de Alcalá la Real. Como tantos colegas de su profesión, encontró en la literatura una válvula de escape frente a la rutina informativa.

“Ser periodista es la peor profesión si quieres ser escritor. Después de pasar el día escribiendo de política, sucesos o deportes, necesitas encontrar otro momento, otro espacio para escribir lo que realmente importa”. | Juan Montiel

Lo literario, en su caso, no es una obligación, sino un acto de resistencia íntima. No escribe para ganar premios –aunque los ha ganado, y muchos, más de una treintena–, ni para contentar a editores. Escribe para leerse a sí mismo, para contar aquellas historias que le gustaría encontrar en las páginas de un libro. Esa autenticidad se traduce en relatos que, a pesar de su brevedad, dejan poso.

“Yo creo que si no atrapas al lector en las primeras 30 líneas, no hay segundas oportunidades. Y en el relato corto eso es definitivo” | Juan Montiel

Un salto a la fama que no llegó por «autopista», que tuvo que andar caminos.

A pesar de sus premios y de sus más de veinte relatos publicados en antologías, Juan Montiel no ha dado nunca el paso de publicar un libro propio. Y no cree en mendigar atención a editoriales. Cuando ya casi había arrojado la toalla, llegó este premio.
El Ignacio Aldecoa, con sus 12.000 euros y su proyección internacional, ha sido no solo una recompensa al trabajo, sino una reivindicación de que todavía hay certámenes honestos, donde el talento prima sobre el nombre.
El reconocimiento, sin embargo, no le ha cambiado. No se le ha subido a la cabeza. Pero sí -me cuenta- que ha reforzado su fe en la literatura, en ese acto solitario y necesario que, como él mismo afirma, sirve para no apagarse. “Escribir por obligación ya lo hago cada día. Lo literario tiene que seguir siendo placer”.

Cada lunes de Aguas está ya en las librerías. Sus lectores encontrarán en él relatos que no solo entretienen, sino que miran de frente al dolor, a la memoria, a lo que queda después del amor y de la pérdida. Como quien se asoma a una casa cerrada hace años y encuentra, entre el polvo, una historia que todavía arde.

Cada lunes de aguas de Juan Montiel. Premio Ignacio Aldecoa 2025

Hay escenas que no puedo dejar de recordar con tristeza, con ternura, con angustia. Es básicamente lo que necesita un lector: que la hoja impresa en el libro se imprima también en su vida.
MARÍA FERNANDA AMPUERO

Un libro de relatos clásico en el mejor sentido de la palabra, de los que llevan al lector a situaciones límite, a parajes raros de los que no se vuelve. ELVIRA NAVARRO

Rural, tremendo y de bajo vientre. RUBÉN LARDÍN

Una corriente subterránea que se impone a la propia trama atraviesa esta colección medida, escueta, salpicada de silencios antiguos, donde laderas rocosas, patios en ruinas o casonas en penumbra presencian el ensueño de unos hombres y mujeres que un día pensaron que tenían salvación. Lo rural como escenario, lo urbano como fantasma, el campo y la aldea como desierto de expiación.
Cada uno de estos seis relatos, ya se trate de un gótico campesino, de una distopía cenicienta o de un elegante cuento de misterio, contiene la suficiente dosis de perversidad o de cinismo para dejarnos después a solas con la hiel de una recóndita, indeseada verdad.
Editado por Fulgencio Pimentel

Con Juan Montiel Ganador del Premio Literario Ignacio Aldecoa 2025, en el Festival Literario de Antequera ‘Las Cosas del Campo’

El propio desarrollo de la actividad constante del Festival nos exigía limitar el tiempo en el que podíamos conversar en privado con los autores, así que tuvimos que hacer una entrevista corta y al grano, casi a vuela pluma.


Enhorabuena por este reconocimiento. ¿Qué significa para ti recibir el Premio Ignacio Aldecoa?
Seguir la pista de este premio ha sido fundamental. Para mí es un orgullo, y lo digo con sinceridad. Es uno de los premios más prestigiosos del relato corto en España, no solo por su dotación económica, sino también por la publicación del libro con una edición muy cuidada. Que me lo hayan concedido es algo que todavía estoy asimilando.

¿Qué nos puedes contar de esta obra, ‘Cada lunes de aguas’?
El libro recoge seis relatos, aunque en principio se presentaron cinco al concurso. El editor, César Sánchez de Fulgencio Pimentel, propuso añadir un sexto. Son relatos escritos a lo largo de varios años, pero tienen una cierta coherencia: escenarios rurales, personajes al límite, muchas veces sin esperanza, incluso alguno con tintes distópicos. También hay un hilo temático muy marcado por el protagonismo femenino, incluso abordando relaciones entre mujeres o violencia entre ellas, que creo que aporta una mirada distinta.

El relato que da título al libro no fue el ganador. ¿Cuál fue el texto que se llevó el galardón?
El relato que ganó fue Todas las tardes había fiesta. Trata sobre la volatilidad de la fama, sobre el olvido. Está ambientado en un entorno más urbano, a diferencia del resto, y refleja cómo una escritora, otrora muy reconocida, cae en el anonimato y en la pobreza. Es un texto con mucha carga emocional.

Vamos a hablar un poco de ti. Naciste en Antequera en 1973. ¿Qué ha supuesto esta ciudad en tu formación como escritor?
Para mí Antequera es el paraíso. Aquí crecí, aquí empecé a leer. Recuerdo que, cuando daban las vacaciones, otros niños se iban a jugar y yo me iba a la biblioteca. Era mi refugio, mi jardín secreto. Desde pequeño tuve esa inclinación natural hacia la lectura, sin que nadie me obligara.

Eres periodista de formación, aunque estudiaste Documentación y Biblioteconomía. ¿Cómo llegas al periodismo?
Por avatares de la vida. Llevo ejerciendo como periodista desde 2001, sobre todo en prensa escrita. Y esa dualidad es curiosa: escribimos todos los días sobre temas que no siempre nos interesan. Supongo que por eso tantos periodistas terminamos escribiendo literatura, como una vía de escape para contar lo que realmente nos importa.

¿Qué diferencias ves en ello, entre lo que escribes en tu día a día y lo que haces como autor literario?
Hay un abismo. La información local es bastante monótona: política, deportes, sucesos… La literatura es lo contrario, es libertad, pasión. Yo siempre digo que si no leo, me apago, y lo mismo me pasa con escribir. Pero lo hago en tiempos y espacios distintos, porque no puedo pasar de una crónica política a un cuento sin una desconexión. El fin de semana, por ejemplo, es mi momento de escribir para mí.

¿Tienes alguna manía como escritor?
Bueno, sí. No empiezo un relato sin tener clara la idea base. Puede pasar mucho tiempo hasta que llegue esa idea, y cuando aparece la apunto rápidamente. Pero nunca escribo desde el vacío. Algunos relatos salen del tirón, en cuatro días. Otros se quedan atascados y no avanzan. Pero no empiezo si no sé adónde voy.

¿Quiénes han sido tus influencias literarias?
Empecé con Walter Scott y Julio Verne. Luego me enamoré del relato corto, hace unos 20 años. Steinbeck, Carver, Faulkner, Calvino… han sido clave. También autores como Juan Goytisolo, sobre todo en el tipo de lenguaje y ambientación que utilizo en algunos textos.

El relato corto parece vivir un gran momento. ¿Lo ves así?
Sí, sin duda. Ahora hay festivales dedicados exclusivamente al cuento. El relato corto exige muchísimo: tienes que atrapar al lector en las primeras líneas. En una novela puedes permitirte una introducción larga, pero en el cuento, si no enganchas rápido, el lector no sigue. Y aunque sea más breve, es un género muy complejo.

¿Qué papel juegan las palabras en tu escritura? Me refiero al vocabulario tan rico y a veces arcaico que usas.
Me encanta rescatar palabras que ya no se usan. Algunas las oí a mi abuelo, otras las leo en libros antiguos. En el relato Ardides de Caín, por ejemplo, uso palabras como “ubio” o “bieldo”. El editor me pidió recortar un poco al inicio para no perder al lector, pero sigo defendiendo esa riqueza léxica.

¿Cómo te ha cambiado este premio? ¿Eres otra persona desde que lo ganaste?
No creo que me haya cambiado como persona, pero sí me ha devuelto la fe en la literatura. Hay una leyenda negra sobre los premios comprados, y yo mismo llegué a pensar que eso era verdad. Pero este premio me demuestra que hay concursos honestos, serios. Eso da esperanza. Y aunque ahora hay más presión, sigo escribiendo solo lo que me apetece leer. Esa es mi brújula.

Juan, gracias por esta conversación tan agradable. Un placer tenerte aquí, en tu casa, en Antequera.
Gracias a ti, Charles. Ha sido un auténtico placer.
Juan Montiel, ganador del Premio Ignacio Aldecoa 2025

El Premio Internacional de Cuento Ignacio Aldecoa es un certamen literario convocado anualmente desde 1972 por la Diputación Foral de Álava, en homenaje al escritor vitoriano Ignacio Aldecoa. Este galardón tiene como objetivo promover la creación literaria en castellano, premiando obras originales e inéditas en la modalidad de cuento. La dotación económica del premio es de 12.000 euros, y la obra ganadora se publica en una colección que lleva el nombre del certamen.

El certamen está abierto a personas mayores de 16 años, sin importar su nacionalidad o lugar de residencia. A lo largo de los años, ha contado con la participación de reconocidas personalidades del mundo literario en su jurado. Además de su prestigio literario, el premio ha sido un espacio para descubrir nuevas voces en la narrativa breve en español