Guía breve para disfrutar la Ópera que viene a Antequera | Por Antonio José Domínguez Luque

LA SONNAMBULA DE BELLINI: APROXIMACIÓN A LA OBRA Y GUÍA DE AUDICIÓN | Por Antonio José Domínguez Luque

Introducción

Hablar de Vincenzo Bellini (3/11/1801 – 23/9/1835) es hacerlo de uno de los integrantes de lo que bien podríamos llamar el “triunvirato belcantista”, conformado además por Gioachino Rossini (29/2/1792 – 13/11/1868), verdadero revolucionario de la ópera italiana y autor del universal “Il barbiere di Siviglia” y Gaetano Donizetti (29/11/1797 – 8/4/1848), a cuya pluma debemos verdaderas piedras de toque del género como, valga un simple ejemplo, “Lucia di Lammermoor”. Y hablamos de “triunvirato belcantista” porque estas tres leyendas son los cabezas de cartel de la ópera del primer tercio del siglo XIX y sin los cuales quizá hoy día el género sería algo distinto a lo que es. Porque si bien dentro de la ópera existen diversas corrientes y estilos (cualquier parecido entre una ópera de Handel y una de Wagner, o una de Rossini y una de Richard Strauss es pura casualidad), podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el estilo, implementado primero por Rossini y luego magistralmente rematado por Donizetti y Bellini supone una de las estaciones presentes en el gran tendido viario que es la historia de la ópera.

Bellini y su obra

Toca aquí hablar de Bellini a colación de la representación en la ciudad de Antequera de una de sus obras maestras: “La sonnambula”. A Bellini, apodado “el cisne de Catania” en honor al lugar que le vio nacer, la vida se la jugó y con tan solo 33 años dejó este mundo debido a una disentería. Se truncó así la carrera de un compositor que ya había regalado un total de diez títulos a la humanidad, entre los cuales hay verdaderos “hits” como “Norma” (que atesora una de las arias más famosa de todo el género, “Casta diva”), “I Puritani” (su última obra, verdadera piedra de toque para la cuerda de tenor) o la que aquí nos ocupa hoy, “La sonnambula”, de la que cantantes como Maria Callas o Joan Sutherland, verdaderos titanes operísticos del siglo XX, hicieron uno de sus más relevantes caballos de batalla, lo que no es moco de pavo.


Contextualizando “La sonnambula”


“La sonnambula” es una ópera semiseria (género de ópera italiano, popular a principios y mediados del siglo XIX) en dos actos exitosamente estrenada en Milán el 6 de marzo de 1831 por dos de las figuras más relumbrantes del siglo XIX: Giuditta Pasta y Giovanni Battista Rubini. Es como si, permítanme la comparativa, se inaugura un museo con una exposición mano a mano entre Velázquez y Goya o como si Quevedo y Góngora se desafían, echando mano del argot rapero, a una pelea de gallos. Con semejante plantel ya podemos aventurar que Bellini no compuso música de andar por casa: todo lo que encontramos en “La sonnambula” es espectacular, desde pasajes que rezuman lirismo hasta partes de dificultad extrema en la que los cantantes han de hacer verdaderas virguerías vocales, todo perfectamente cohesionado a lo largo de las aproximadamente dos horas y media que dura la partitura. “La sonnambula” es un título que goza de extraordinaria salud y está presente en los principales escenarios operísticos a nivel mundial. Considerando el caramelito que a nivel vocal supone para sus intérpretes y las amplias posibilidades de lucimiento que la música ofrece es algo perfectamente comprensible, por no mencionar la indiscutible calidad musical que atesora.

Guía de audición


Con el objetivo de allanar el camino al espectador, vamos a exponer a continuación una pequeña guía de audición de la obra, en la que la iremos comentando mientras desgranamos su argumento y la ilustramos musicalmente.
Lo primero es presentar a los personajes que nos vamos a ir encontrando a lo largo de la trama. La protagonista es Amina (soprano), una campesina que padece de un sonambulismo que le ocasionará bastantes quebraderos de cabeza y que además será objeto de más de un mal rato para su novio, Elvino (tenor), con el que, al comienzo de la obra, está a punto de casarse. Tenemos además al Conde Rodolfo (bajo), un noble, en toda la amplitud del término, que se verá metido sin quererlo en toda una colección de lamentables malentendidos para mayor sufrimiento de Amina y Elvino. Por aquí ronda también Lisa (soprano), una arpía que aprovechará la coyuntura para intentar quedarse con Elvino y dejar a la protagonista compuesta y sin novio. Completa el plantel de personajes Teresa (mezzosoprano), madre adoptiva de Amina y eterna defensora de su inocencia, el granjero Alessio (bajo) y un notario (tenor).

Primer acto. Se levanta el telón y vemos una aldea en plenos Alpes suizos. La localidad está de fiesta porque dentro de poco se va a celebrar la boda de dos de sus vecinos: Amina y Elvino, para desesperación de Lisa, que está viendo como el chico que le gusta se va a casar con otra (Introducción: “Viva Amina… Tutto è gioia”). Se trata de una pieza sosegada y bastante introspectiva en la que Lisa es muy explícita con lo que siente, tachando a Amina como “belleza funesta que le roba su tesoro”. No es que sienta precisamente aprecio por ella, como puede verse.
Ilustrémosla:


Aparece Amina, radiante de felicidad por los acontecimientos venideros, dando las gracias a Teresa por todos sus desvelos Y al pueblo en general por el afecto que le profesan. Y aquí es donde tiene lugar uno de los primeros “hits” de la ópera, la cavatina “Care compagne… Come per me sereno… Sopra il sen la man mi posa”. Se trata de toda una declaración de intenciones en la que la soprano titular debe poner de manifiesto todas sus dotes artísticas. Con el siguiente ejemplo vamos a verlo mejor:


Obsérvese el elegante transcurso de la pieza desde que comienza el recitativo (minuto 0:00) hasta que llega la cavatina (minuto 2:45), pura melodía belcantista e inmejorable prólogo de la cabaletta (minuto 6.45), todo un alarde virtuosístico plagado de embellecimientos vocales, agudos y coloraturas (acuda el lector al minuto 10:10 para saber de qué le hablo). Y esto solamente es el principio.
Pasados unos minutos llega Elvino y tras saludar afectuosamente a su novia el notario certifica que ambos están prometidos y se acuerda celebrar la boda al día siguiente. Elvino le hace entrega a Amina del anillo de compromiso y ambos expresan su felicidad. Aquí podemos ver la escena y tal y como salta al oído la línea melódica rezuma belcantismo por los cuatro costados (dúo: “Prendi, l´anel ti dono”):


En este punto hace acto de aparición un noble, el Conde Rodolfo, que pregunta al grupo el camino hacia un castillo que hay por la zona. Rodolfo, y esto no lo sabe nadie, es en realidad el hijo del antiguo terrateniente del lugar y ha regresado para tomar posesión del inmueble, antigua propiedad de su difunto padre. Sin embargo, ha decidido no compartir esta información con sus paisanos. Al llegar muestra nostalgia por los tiempos pasados y, tras ser informado de las próximas nupcias, elogia la belleza de la novia (cavatina: “Vi ravviso, o luoghi ameni”). Aunque se trata de una pieza elegante y bien trazada no se encuentra al nivel de las anteriores, y es que en esta ópera quien corta el bacalao musical son Amina y Elvino. Veámosla:



A Rodolfo le informan de que aún queda camino para llegar al castillo y puesto que está anocheciendo Lisa le propone que se aloje en la posada del pueblo, cosa que el noble acepta. Entablando conversación Teresa le cuenta que el hijo del dueño del castillo un buen día desapareció sin que nada más se supiera de él mientras Rodolfo la escucha con sonrisa socarrona. Además, le hablan sobre un extraño suceso que viene sucediendo últimamente en la aldea y es que por las noches se aparece un fantasma, ante lo cual Rodolfo se muestra escéptico.
Cae la noche y todos se retiran a descansar en esperas del día de fiesta que se avecina, no sin que antes se produzca la emotiva despedida entre Amina y Elvino en uno de los dúos más hermosos salidos de la pluma de Bellini: “Son geloso del zeffiro errante”. Escuchen y deléitense:



Rodolfo ocupa su habitación en la posada, pero como siempre ocurre en los pequeños pueblos las noticias vuelan y finalmente sus habitantes se acaban enterando de la verdadera identidad del Conde Rodolfo. Lisa quiere aprovechar la oportunidad y decide ir a visitarle para flirtear con él con la esperanza de que en un futuro suene la flauta, la haga su esposa y le resuelva la vida, pero justo en ese momento hace aparición el terrible fantasma… que no es otra que Amina que en pleno ataque de sonambulismo ha ido a parar a la habitación del conde. Aunque Rodolfo se da cuenta de inmediato de lo que está pasando, Lisa es mucho más malpensada y cree que Amina está fingiendo sonambulismo para conseguir los favores amorosos del noble, así que no duda un momento en salir corriendo para darle el chivatazo a Elvino. Rodolfo, respetando su virtud, se marcha y la deja tranquila. Amina finalmente acaba profundamente dormida en un sofá de la habitación. No tarda en llegar Elvino junto a todo el pueblo, haciendo que Amina se despierte sobresaltada. Imaginará el lector el drama: Elvino cree que Amina le ha sido infiel con el Conde, el pueblo no sale de su asombro, Teresa no sabe que hacer para defender a la muchacha y Lisa se relame de placer viendo el inesperado giro que han tomado los acontecimientos. Musicalmente es un final de acto tremendamente rico, en el que la música acompaña al dedillo todos y cada uno de los sentimientos que en él se dan lugar: desde el desengaño de Elvino (“Lárgate, tu voz me produce asco” le llega a decir), hasta la desesperación de Amina (“¡Soy inocente, soy inocente!” proclama), pasando por la sorpresa del pueblo (“Si no confiamos en ella en quién lo vamos a hacer” se preguntan), la maldad de Lisa (“¡Mereces desprecio e infamia” le grita) o el apuro de Teresa, que no sabe cómo controlar la situación (“Ven a mis brazos” le dice a su hija adoptiva protegiéndola). Merece la pena verlo al completo:



Segundo acto. En el camino que lleva al castillo, un grupo de aldeanos todavía creen en la inocencia de Amina, por lo que deciden ir en busca de Rodolfo con el fin de pedirle ayuda para demostrar su inocencia. Similar idea ha tenido Teresa, que hace su aparición junto a la deprimida muchacha. Casualmente pasa por el lugar un desesperado Elvino. Amina, en un arrojo de valentía, le pide que escuche sus explicaciones, pero el muchacho no puede contener la calma, dando así comienzo a uno de los momentos cumbre de la ópera: el aria “Tutto è sciolto… Ah, perchè non posso odiarti”. Estamos ante todo un despliegue psicológico del personaje, en el que pasa de la triste resignación inicial (“Todo se ha acabado, mi corazón está muerto” dice), la sorpresa ante el ruego de Amina (“¡Cómo te atreves a hablarme, vete, me has quitado la paz!” le interpela), la pena (“¡Soy la persona más triste del mundo por tu culpa!” le grita mientras le quita del dedo el anillo que le entregaba horas antes) y la rabia y la desesperación (“¡Pero por qué no puedo odiarte como quisiera, por qué no te puedo sacar de mi corazón” le dice desesperado). De nada sirve que los aldeanos le adviertan de que el Conde viene de camino para aclararlo todo: Elvino está desatado y Amina se marcha junto a Teresa emocionalmente devastada. Aquí está la escena completa y subtitulada, no hay que perderse ni un segundo de la misma porque es un diamante del belcanto:


Elvino, despechado, decide casarse con Lisa, cosa que la arpía acepta de mil amores en su aria “De’ lieti auguri a voi son grata”, bastante vistosa y que contrasta sobremanera con la que cantaba a comienzos de la ópera. Aquí la tenemos:



A punto está de completarse el enlace cuando aparece el Conde Rodolfo para revelar a todos lo que realmente ha ocurrido: Amina es sonámbula y si la anterior noche se encontraba en su habitación no fue por otra cosa que por ser víctima de un ataque de sonambulismo. Muy pocos creen las palabras del Conde, pero justamente en ese momento Amina vuelve a hacer aparición víctima de un nuevo episodio mientras balbucea en sueños el amor que siente por su novio, momento en el que todos son conscientes de la verdad. Rodolfo indica que es peligroso despertar repentinamente a una persona sonámbula, por lo que le pide a Elvino que lo haga delicadamente, cosa que hace. Amina vuelve en sí y su sorpresa es mayúscula: el muchacho, consciente de su grave error, le pide arrepentido perdón y el pueblo clama su inocencia, para disgusto de Lisa, que ve como sus planes se derrumban. Y todo esto ocurre en una de las escenas mayor lucimiento para soprano de toda la historia de la ópera italiana: el aria “Ah, non credea mirarti… “Ah, non giunge uman pensiero”, donde la interprete ha de poner absolutamente toda la carne en el asador y su virtuosismo en pro del compositor para hacer plena justicia a la pieza. Veámosla a continuación y reparemos entre la línea melódica entre al ataque de sonambulismo que atraviesa la sección “Ah, non credea mirarti” (minuto 0.00) y la euforia que sobrevuela la caballeta “Ah non giunge uman pensiero” (minuto 8.50), sin deleitarnos en todas las virguerías vocales que a lo largo de la pieza desfilan ante nuestros oídos:


Conclusión
“La sonnambula” es una obra muy sencilla de escuchar, plagada de momentos bellísimos como hemos podido ir viendo a lo largo de la guía de audición. Sus melodías frescas y virtuosísticas, unido a un argumento fácil de seguir y una duración no demasiado extensa (sepa el lego en la materia que en la ópera suelen existir entreactos de unos 20-30 minutos de duración para tomarse un respiro musical y aquí no ocurre una excepción) la convierten en una muy buena opción para que el neófito de la ópera se zambulla en el género y que el aficionado pase una velada extraordinaria. Así que no hay excusa. ¿Se animan?