Desnudos. Cuerpos normativos e insurrectos en el arte español (1870-1970)
Del 08 de octubre de 2024 al 09 de marzo de 2025
Comisariado: Bárbara García y Alberto Gil (Área de Conservación del MCTM)
Artistas: Joaquín Sorolla, Mariano Fortuny, Teresa Condeminas, Maruja Mallo, Pablo Picasso, Julio González, Salvador Dalí, Joan Miró, Eduardo Chillida, Antonio Saura, Menchu Gal, entre otros muchos.
Me he preguntado cómo contar algo tan complejo y fascinante como esta exposición. Las casi noventa obras que la componen no son solo una serie de pinturas o esculturas; son como fragmentos de un relato que desafía todo tipo de normas. Es un relato subjetivo, sí, pero tan sugerente que te lleva a mirar más allá de lo evidente.
Es curioso cómo, en un país como España, que no tiene una tradición profunda en este tipo de arte, el desnudo apareció casi como un grito de rebeldía. A fin de cuentas, el desnudo en el arte no era algo tan común aquí, al menos no con la misma naturalidad que en otros lugares, donde fue algo esencial para los creadores. Pero en España, algo empezó a cambiar a finales del siglo XIX y, sobre todo, en las primeras décadas del XX. Fue como si los artistas decidieran enfrentarse a todo lo aprendido hasta entonces: a esa idea de belleza perfecta, tan marcada por los cánones clásicos, tan influenciada por los dioses griegos que la Academia había idealizado durante siglos.

Lo interesante, creo yo, es cómo, en lugar de seguir esa línea, se decidieron a explorar la diversidad física, a desnudar el cuerpo de una manera más real, sin adornos ni idealizaciones. Lo que antes había sido un ejercicio de decoro, de «ver lo bonito», ahora se convertía en una especie de rebelión contra los prejuicios morales y sociales. El desnudo, en vez de ser sinónimo de una perfección perfecta, se volvía más cercano, más humano.
Y así, en los años veinte y treinta, especialmente en los círculos vanguardistas y renovadores de España, el desnudo se transformó. Pasó de ser algo casi académico a un espacio de libertad total. El cuerpo, en lugar de ser un objeto de perfección, era ahora un terreno para experimentar, para explorar los límites de la forma, de la expresión, del autoconocimiento. Ya no solo importaba lo que se veía, sino lo que evocaba.
Pero, claro, en cuanto llegó la cortapisa dictatorial a la expresión artística, todo eso sufrió un golpe brutal. Durante esos años de censura y represión, el desnudo se escondió. Volvió a las formas clásicas, académicas, y se convirtió en algo casi clandestino, sobre todo en los márgenes, en el exilio, o incluso camuflado en abstracciones. Era como si el cuerpo, en lugar de ser una herramienta de libertad, tuviera que esconderse en los recovecos de lo permitido.
Y aunque la exposición muestra obras de artistas como Sorolla, Picasso, Saura o incluso un Miró tardío, lo que me fascina es que esto es solo una pequeña parte de la historia del desnudo. Un relato que sigue creciendo y mutando con el paso del tiempo. Un cuerpo que, al final, siempre tiene algo más que decir.
«Seres perfectos frente a cuerpos fragmentados, desnudos vinculados a un tema o sin excusas; miradas masculinas confrontadas por empoderados cuerpos de mujer; modelos vivos y maniquíes perturbadores; figurativos o deconstruidos; jóvenes y ancianos; masculinos, femeninos y ambiguos; expuestos u observados sin permiso…»

