La Vega de Antequera, desde tiempos inmemoriales, ha destacado por la fertilidad de sus tierras, encrucijada de caminos, que dieron lugar al asentamiento de civilizaciones que la poblaron a lo largo de su historia.
La Peña de los Enamorados, un macizo calizo mesozoico con forma antropomorfa, se erige en el horizonte antequerano fusionándose con las diferentes tonalidades de color que presentan sus ricos campos de labranza entre las vegas de Antequera y Archidona. En el término municipal de Antequera y su comarca se encuentra situada geográficamente la Peña de los Enamorados, dentro del tercio centro-septentrional de la provincia de Málaga. Esta montaña aúna una serie de elementos que la hacen única y peculiar desde un punto de vista paisajístico, etnográfico y arqueológico, sin olvidar también su alto valor geomorfológico y geológico. El contorno de la Peña cuenta con un perímetro aproximado de unos 4,5 km y una superficie de un kilómetro cuadrado. Tiene una altura máxima de 878 m.s.n.m. y una mínima de 474 m.s.n.m. La Peña en conjunto alberga una extensión de unas 227,00 Ha pertenecientes al municipio de Antequera y también de propiedad privada. Se encuentra delimitada por el río Guadalhorce, por su lado este y sur; la Acequia de la Peña de Riego, por su lado suroccidental; la vía del AVE Málaga-Granada, por su lado oeste y norte; y la pista de tierra que une el río Guadalhorce con la A-92 y la vía del AVE, por su lado nororiental.

La depresión antequerana presenta un paisaje donde las montañas dan paso a un relieve suave de colinas redondeadas donde, a medida que nos acercamos al centro de la misma, el paisaje adquiere una fisonomía prácticamente plana. Esta peña de roca caliza se encuentra enclavada sobre el Trías Keuper yesífero, contrastando con otros terrenos montañosos calizos cercanos como son: El Torcal de Antequera, la Sierra de las Cabras o el más alejado arco calizo antequerano al sur.
Antequera, gracias a su espléndida localización y como cruce de caminos, fue un lugar idóneo para el asentamiento de civilizaciones que encontraron en estas tierras el lugar adecuado para extraer los suficientes recursos para subsistir.
La presencia de pobladores prehistóricos en la zona de la Peña de los Enamorados es una constante en todas la etapas, desde los primeros cazadores recolectores, pasando por los asentamientos agropecuarios del Neolítico, hasta aquellos poblados estables que existieron durante la Edad del Cobre y la Edad del Bronce. Estas sociedades solían creer en el animismo, una creencia ancestral que consistía en pensar que todas las entidades, animadas o inanimadas, tenían un espíritu o fuerza vital. El ser humano de la Prehistoria se encontraba totalmente mimetizado con la naturaleza. Es por ello que, sin duda, debió ser atraído por una montaña con apariencia de rostro humano que acabaría convirtiéndose en un espacio simbólico y sagrado, como así nos atestiguan los estudios y vestigios que se han ido descubriendo hasta nuestros días. En la propia peña y su entorno, hay constancia de la preservación y conservación de pinturas, grabados y estructuras funerarias donde podemos comprobar cómo aquellos seres humanos manifestaban sus formas de vida y pensamiento a través de estos modos de expresión.

Existen varios lugares de explotación del territorio, relacionados con el Paleolítico inferior y medio, que solían estar situados en los lechos de los ríos, en las llamadas terrazas fluviales, ya que la cercanía al agua garantizaba un fácil acceso al alimento y, además, a materiales muy apreciados como el sílex y la cuarcita, que eran arrastrados desde las zonas montañosas por los ríos y solían emplearse para la fabricación de herramientas. En estudios realizados por la Universidad de Málaga, entre los años 1985 y 1995, se descubrieron yacimientos que estaban localizados en las terrazas del río Guadalhorce en ambos márgenes, como por ejemplo, en la terraza del Acero y la del Cambrón. Hay una tercera terraza, la de las Adelfas, que se encuentra ubicada en el arroyo del mismo nombre y que pasa cerca del tholos del Romeral. Sus restos arqueológicos están asociados a la industria lítica del Paleolítico medio y algunas cerámicas de época neolítica.
También podemos encontrar las zonas arqueológicas próximas a la peña como son Partido Alto I y II, de donde se pudo recuperar industria lítica del Paleolítico Medio y Superior.
En la zona del “Tajo Colorado”, llamado así por las coloraciones rojizas de óxido que presentan las rocas que lo forman, sobre todo al atardecer, tenemos un claro exponente de arte prehistórico sobre las paredes del “Abrigo de Matacabras”. Este lugar debió actuar como santuario relacionado con las creencias mágicas y religiosas de estas sociedades que habitaron el entorno de la Vega de Antequera, comportándose como un espacio sagrado de culto, enormemente ritualizado, y con una fuerte carga cultural y simbólica, especialmente durante el Neolítico. Encontramos más de media docena de motivos rupestres (pinturas con signos zoomorfos y antropomorfos) y algunos restos de un dolmen que había a los pies de la Peña.
En otros yacimientos como El Bollo, Las Chozas y Solís, al norte de la Peña, se encontraron materiales relacionados con la talla lítica del Paleolítico, así como una posible cantera de sílex prehistórica.
Durante el Neolítico y la Edad del Cobre, las actividades como la caza, la pesca y la recolección fueron dando paso a otras centradas en la ganadería y la agricultura. Esto supuso un cambio en el estilo de vida hasta entonces conocido. El nomadismo, y la vida en cuevas o asentamientos temporales, fue siendo sustituido por el sedentarismo y, con ello, surgió un sentido de pertenencia a un territorio. Esto se vio reforzado cuando aparecen pequeños poblados repartidos por varias zonas de la vega cercanos a zonas de cultivo y agua.
El paisaje primitivo estaba poblado por un número considerable de encinas, pinos, coscojas, avellanos y abedules que se encontraban en las zonas más altas, sin embargo, en las zonas más llanas o cercanas a los cursos del agua, se podían hallar chopos o sauces. Numerosas fueron las charcas y lagunas que hacían acto de presencia en el paisaje de la vega en cuyos márgenes crecían alisos y fresnos. Las plantas herbáceas como las margaritas y los cardos, además de matorral como el tomillo y el romero también estaban presentes. Actividades como las de pastoreo, agricultura, caza, pesca, recolección de frutos, artesanía y la fabricación de sílex fueron llevadas a cabo por los pobladores de estas tierras.
La zona de Piedras Blancas I, II y III, es un sector arqueológico muy importante. Se ha encontrado gran cantidad de industria lítica, tallada y pulimentada, herramientas de percusión y de molienda relacionadas con el trabajo de cantería. Asimismo, podemos localizar otros asentamientos como son Olivillos I, II y III; Palancos o Casería Realenga II, cuya industria lítica esta asociada al Neolítico Final/Edad del Cobre; o Casería Lerva II asociado a la prehistoria reciente.
Entre los numerosos asentamientos que hay debemos mencionar los cercanos de las Angosturas, Guerrero, Las Cabrerias, Cuevillas o El Romeral, situados al sur de la Peña y cuya actividad se remonta a la Edad del Cobre. Del mismo modo, El Perezón, Val de Urraca y Serrato que se localizan al oeste, y pertenecen al Neolítico Final y a la Edad del Cobre. Así como otros que se encuentran diseminados por la zona.

El asentamiento humano prefirió los márgenes de la Peña, aquellas zonas de escasa pendiente para establecer sus poblados. Sin embargo, en lugares escarpados y agrestes de la roca caliza también fueron ocupados durante algunos periodos de la historia, como por ejemplo en la Edad Antigua y Medieval. Además en las inmediaciones de esta montaña discurría una vía romana que conectaba Antikaria (Antequera) con Ilíberis (Granada), convertida durante el periodo andalusí en el camino que unía Isbiliya (Sevilla) e Ilbira/Garnata (Granada).
Hacia la Peña de los Enamorados está orientado el dolmen de Menga, concretamente hacia el conocido “Abrigo de Matacabras”, en el Tajo Colorado. El calcolítico tholos del Romeral está alineado visualmente hacia la sierra de El Torcal, el lugar de los ancestros de aquellos humanos constructores megalíticos. Menga no se puede considerar solo un sepulcro, también es un templo. Es un símbolo de todas aquellas comunidades que con un fuerte carácter ideológico y de cooperación social contribuyeron a su construcción. Para los pobladores del Neolítico que habitaron en nuestra vega esta montaña antropomorfa fue muy importante. Esta excepcionalidad fue detectada por el arqueoastrónomo Michael Hoskin, gran conocedor de los monumentos megalíticos de toda Europa occidental, el Mediterráneo y el norte de África. Por norma general, los dólmenes suelen estar orientados en un 99,99% hacia la salida del sol en los equinoccios y solsticios, como es el caso del dolmen de Viera. Sin embargo, Menga y El Romeral, presentan una orientación terrestre hacia elementos del paisaje, como son los monumentos naturales de la Peña de los Enamorados y la sierra de El Torcal. Esto se reafirma con la aparición de grafías neolíticas en el Abrigo de Matacabras. También, del asentamiento de una comunidad humana en la Cueva de El Toro, siendo esta el germen de las sociedades que acabarían construyendo los dólmenes megalíticos. De ahí que el Sitio de los Dólmenes de Antequera sea tan insólito y genuino y desde el año 2016 fuera declarado Patrimonio Mundial de la Unesco.

Durante los siglos XIV Y XV la función militar copaba íntegramente todo hasta que se ganó la última frontera que impedía la expansión castellana en Al-Andalus. En este contexto es cuando surgen los romances fronterizos, siendo como protagonista de los mismos, la Peña de los Enamorados.
El nombre que recibe la peña está íntimamente ligado a una leyenda tardomedieval sobre el amor imposible de dos jóvenes, el cristiano Tello y la musulmana Tagzona. Ella era hija del valí de Archidona y estaba destinada a casarse con el gobernador de Alhama, un hombre de edad avanzada. Joven y llena de vida acude por curiosidad e interés hacia los calabozos donde se encuentra con el joven cristiano Tello que cayó prisionero en Archidona. Ambos sienten un flechazo de amor y deciden marcharse juntos ya que no les permitirían vivir libremente su relación por profesar distintas religiones y la enemistad de sus familias en esta batalla fronteriza. Aunque consiguieron escapar, los guardias junto con el padre de Tagzona a la cabeza, salen a su captura. Los jóvenes enamorados se dirigieron hacia una peña que se encontraba a mitad de camino entre Antequera y Archidona y decidieron subir hacia su cima acorralados por sus perseguidores. Los arqueros musulmanes apuntaban a los enamorados en todo momento, ellos, ante la presión, cedieron y saltaron al vacío. La peña unió en la eternidad a dos amantes cuyo amor en vida no pudieron realizar, y la historia de estos quedó inmortalizada tras quedar ligada en la memoria colectiva al nombre de esta maravillosa montaña.

La Peña y su entorno a lo largo de la historia fue además un lugar destinado a la explotación de recursos geológicos. El pasado minero de la Peña nos habla de importantes explotaciones de yesos y ofitas del Trías. Podemos encontrar canteras abandonadas de yeso, en la margen izquierda del río Guadalhorce muy cerca de la Peña. Asimismo, en las cercanías de la misma, existieron explotaciones de algunos minerales como fueron el hierro, y en menor medida, el cobre. La minería se llevó a cabo a través de canteras en ambos extremos de la Peña por su parte oriental y meridional, que fueron explotadas durante las décadas de los años 60 y 70 del siglo XX, suministrando material calizo que fue empleado en las obras de la carretera a Málaga y para la vía férrea del tren a Granada. Esta explotación provocó la desaparición de gran parte del primitivo arbolado de acebuches que existía en sus inmediaciones en una superficie de 2,32 Ha.
Esta mágica montaña conserva un preciado ecosistema y variada biodiversidad que ha servido de refugio de numerosas especies, sobre todo por su inaccesibilidad y, por otro lado, por su zona forestal frente a los terrenos llanos de la vega. Disponer de la cercanía del río Guadalhorce, y la presencia de cultivos en su entorno, han ayudado a tener unas óptimas condiciones para acoger una fauna muy variada. En el entorno de la Peña es muy frecuente encontrar especies como el conejo, la liebre, el zorzal, la tórtola, la perdiz, la paloma, o el jabalí, destinadas al uso cinegético. Cuenta con más de 120 especies de vertebrados, muchas de ellas son protegidas, destacando, el águila perdicera, el gato montés, el halcón común y la cabra montesa. Con respecto al uso piscícola, se ha practicado en las aguas del Guadalhorce a su paso por la Peña; hasta los años 70, era habitual encontrar el extinguido cangrejo autóctono, junto al barbo y la boga.

En el año 2011, la Peña de los Enamorados fue incluida en el Inventario Andaluz de Georrecursos, y su yacimiento arqueológico fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Asimismo, desde el 2016, es considerada Patrimonio Mundial por la Unesco, de manera conjunta a los sepulcros megalíticos de Menga, Viera y Romeral, y la Sierra de El Torcal de Antequera, debido a la vinculación que entre ellos existe.
La Peña, cargada de un fuerte simbolismo, ha sido un referente con el que se han identificado sus municipios más próximos, tanto Antequera como Archidona, desde el punto de vista de sus costumbres, tradiciones e historia, que han ido definiendo la identidad de ambos a lo largo de los tiempos.
(Agradecer desde estas líneas a los trabajadores de la “Biblioteca Municipal de San Zoilo de Antequera” por su inestimable colaboración y ayuda siempre. Gracias a la solicitud de préstamo interbibliotecario, realizada a la vecina y cercana “Biblioteca Pública Municipal Dr. Ricardo Conejo Ramilo” de Archidona, pude consultar el libro “La Peña de los Enamorados. Genius Loci”. Esperemos que próximamente nuestra biblioteca antequerana adquiera entre su catálogo, algún ejemplar de este libro, para uso y disfrute de todos aquellos lectores y usuarios interesados en la temática de uno de sus monumentos naturales Patrimonio Mundial de la UNESCO).

Ester Cortés Romero es brillante (Carlos L.| editor).
Diplomada en magisterio y Licenciada en Publicidad y RRPP. Enamorada de la Historia, del Arte, de la Cultura, de los libros, y de su ciudad, Antequera, dando valor a muchas otras del resto del mundo -en especial Sevilla y París-.
Una persona JASP (acrónimo de Joven Aunque Sobradamente Preparada). Con capacidades enormes de documentalista, puede dedicar el esfuerzo de horas “de ratón de biblioteca” hasta encontrar un dato fidedigno para dar rigor a sus escritos y a todo lo que hace, porque a ella no le vale cualquier cosa. Su capacidad didáctica descriptiva es otra de sus virtudes, a la que une la pasión por contar a los lectores cosas interesantes de su Antequera natal donde ha sido y es feliz.
Genial conversadora, culta, inteligente, actualizada, sencilla, familiar, deportista practicante, excelente persona…
BIBLIOGRAFÍA:
- “La Peña de los Enamorados. Genius Loci”. Virgilio Martínez Enamorado. Edición científica. Junta de Andalucía. Consejería de Turismo, Cultura y Deporte. (2023).
- “Paisaje recreado de la Peña de los Enamorados (Málaga). IAPH | en abierto. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico.
- “Peña de los Enamorados. Un yacimiento de la Edad del Bronce en la depresión de Antequera”. Älvaro Moreno Aragüez y José Ramos Muñoz. MAINAKE. Diputación Provincial de Málaga. Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA). (1982-1983)
- “La Depresión de Antequera”. Victoriano Guarnido Olmedo. Cuadernos geográficos de la Universidad de Granada. (1977).
- “El abrigo rupestre de Matacabras: estudio multidisciplinar”. Miguel Ángel Rogerio-Candelera. Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla, IRNAS-CSIC.
- www.juntadeandalucia.es