Siranush Hamparzoumian: la restauradora que «escucha» lo que las obras de José María Fernández dicen

El MVCA trabaja desde hace tiempo en un pionero proyecto de readaptación y mejora de la conservación de los soportes en papel de más de 2.500 obras documentales, dibujos a lápiz, plumilla, carboncillo o pastel, de la obra de José María Fernández.

A cargo de esta labor está Siranush Hamparzoumian, quien no solo restaura, también documenta, estudia y contextualiza. Dependiendo de la Dirección del Museo, sigue al pie de la letra los principios de conservación: respeto por la obra original, reversibilidad de los materiales y mínima intervención. “Conservar antes que restaurar”, repite con firmeza, recordando que intervenir una obra es modificarla para siempre, aunque sea mínimamente.
Ella no solo trabaja: conversa con las obras. “Cada pieza te pide algo distinto”, dice. “Hay veces que la restauración es simplemente saber cuándo no tocar”.

Con alta formación en restauración de patrimonio documental y gráfico, Siranush se ha convertido en una figura clave en el trabajo de conservación que se realiza en el Museo de la Ciudad de Antequera. Allí ha restaurado ya muchas de las obras del artista José María Fernández, cuya producción, aunque muy valiosa, está marcada por el uso de materiales frágiles y papeles de muy baja calidad, propios del siglo XX.

Esos papeles se oxidan, se amarillean, se deshacen. Pero también hay que aceptar que no todo está hecho para durar para siempre”, me cuenta Sira. Esta aceptación del paso del tiempo no significa resignación, sino comprensión. Y es precisamente en esa comprensión donde se realiza el arte verdadero de la restauración. Me recuerda, Siranush, que José Mª Fernández es un artista muy prolífico y utilizaba cualquier soporte que tenía a mano para realizar sus dibujos (papel, cartón…), incluso tiene dibujos realizados sobre un plano de la ciudad y sobre tarjetas postales…

Entre el rigor técnico y la sensibilidad

Hablar con Siranush Hamparzoumian es asomarse al meticuloso y apasionante mundo de la restauración documental y artística a través de la mirada de una profesional íntegra, sensible y excepcionalmente formada. Con una mezcla, característica de los Restauradores de Bienes Culturales, de conocimiento técnico, criterio estético y sentido ético, Siranush aborda cada obra no solo como un objeto a intervenir, sino como un testimonio vivo del tiempo en que fue creado y de su autor.
Dotada de una formación sólida y una inquietud constante por aprender, su aproximación al trabajo combina la precisión de la ciencia con la intuición del arte. Tiene la habilidad de discernir entre el deterioro y la huella del tiempo, entre lo que puede ser corregido y lo que debe ser respetado, revelando una comprensión profunda de los materiales, las técnicas y, sobre todo, del valor simbólico y humano de cada pieza.

Su formación multidisciplinar — Estudió Bellas Artes entre Málaga y Sevilla. Es Técnico Superior en Dirección de Obra y Decoración, Máster BIM Manager, y Grado en Conservación y Restauración por la Universidad de Granada— la convierte en una figura híbrida capaz de entender tanto la materialidad del objeto artístico como el entorno arquitectónico y técnico que lo rodea. Su especialización en restauración de pintura y documentos, una rama poco habitual y nada rentable, según sus propios colegas, demuestra su compromiso con un campo en el que se trabaja más por vocación que por beneficio económico.


Siranush se expresa con precisión, pero sin rigidez. Sabe que restaurar una obra en papel o un dibujo en pastel no es lo mismo que intervenir una pintura al óleo. Me explicó que “Cada obra y cada técnica de ejecución es diferente y lógicamente hay unas intervenciones restaurativas más complejas que otras. Muchas veces el reto es técnico, pero también ético: ¿hasta dónde intervenir?«.
Su respuesta siempre parte del respeto por la historia del objeto. Si una mancha, un agrietamiento se originó durante la propia ejecución de la obra, no se corrige. “Eso forma parte de su identidad”. Lo explica con claridad: “Es como una cerámica con un defecto de cocción. No es una alteración, es una peculiaridad del proceso. Restaurar no es solo reparar. Es comprender lo que una obra necesita, su contexto, su historia, incluso sus defectos”,

Este enfoque sensible pero firme se combina con un conocimiento técnico sólido: limpieza química o mecánica, consolidación de pigmentos, uso de soportes alcalinos para contrarrestar la acidez del papel… “En el caso de los libros tienes que laminar hoja por hoja de manera individual. Es una cirugía completa”. Y esa cirugía puede durar un mes entero y costar mucho más trabajo de lo que muchos particulares y no entendidos como yo, que le pregunto, podemos imaginar.

En palabras de José Escalante, Director del Museo y del Archivo municipal de Antequera, escuchadas en directo por mí en una conferencia conmemorativa del Día Internacional de los Museos: “Siranush es una de las grandes profesionales que tenemos. Y su trabajo lo demuestra: más que restaurar obras, devuelve sentido y dignidad a objetos que cuentan historias. Sira no solo restaura obras, sino también miradas. En una ciudad que valora su patrimonio como un bien esencial, contar con alguien como Siranush es una necesidad, porque el patrimonio no es un lujo, es una responsabilidad».

En su conferencia del Día Internacional de los Museos

Un oficio artesanal, paciente y necesario

No todo es restauración de obras institucionales. Siranush también recibe encargos particulares. Además de restaurar, realiza trabajos de encuadernación contemporánea y elabora carpetería, cajas. carpetas para cofradías…, encuadernaciones para archivos municipales, intervenciones sobre libretas familiares centenarias… En todos los casos, su trabajo es a mano y con atención al detalle. “Lo que no se ve también importa”, me dice con una sonrisa. “Los dobleces, los cortes internos… todo tiene que estar bien hecho”.
Autónoma, comprometida y versátil, Siranush colabora estrechamente con el MVCA y con el Ayuntamiento.
Lejos del estereotipo del restaurador que trabaja encerrado en un laboratorio, ella entiende su labor como profundamente humana y artesanal. Es una defensora del valor de lo hecho a mano, y sabe que conservar un documento histórico no siempre es una operación de museo: a veces es cuidar una memoria familiar, la emoción de un objeto querido…

No es difícil creerla. Basta ver cómo habla de su oficio: con pasión serena, con conocimiento, con el amor de quien ha elegido un camino minucioso y esencial. Como sus intervenciones, su trayectoria es una suma de gestos pequeños, pacientes y firmes.
Y como las obras que restaura, su trabajo no grita pero permanece. El trabajo de una restauradora se encarga de que el artista y su obra perduren en el tiempo desde el anonimato, permaneciendo ella en la sombra sin ser protagonista.


Nada más sentarme enfrente de ella para preguntarle cosas, me recuerda con contundencia: «Charles, lo último que se hace es restaurar: lo primero, siempre, debe ser conservar”

¿Cuál es el propósito real detrás del trabajo que están realizando con la obra de José María Fernández en el MVCA?
Estamos trabajando en la readaptación y mejora de los sistemas de conservación de los soportes en papel de la obra de José María Fernández. En concreto, estamos sustituyendo las antiguas carpetas y sobres por contenedores neutros que garanticen su preservación a largo plazo. También estamos limpiando y adecuando pasteles sobre cartón que nunca antes habían sido intervenidos.

¿Qué papel juega esta intervención dentro de la renovación del museo?
Forma parte de un proyecto más amplio: la remodelación de la sala dedicada a Fernández y la difusión de su legado. Estamos ante una colección con cientos de dibujos, así que esta es solo la primera fase. Se trata de prevenir deterioros futuros y revalorizar la obra desde el respeto a su historia.
El Ayuntamiento y el Director del Museo, Pepe Escalante están dedicando mucha atención y esfuerzos a conservar y restaurar patrimonio. Antequera puede presumir también de esta línea de actuación sobre el patrimonio.

Hablemos de ti: ¿cómo empezó tu vocación por la restauración y conservación del arte?
Soy de Málaga, nacida y criada en Rincón de la Victoria. Desde pequeña tuve claro que quería dedicarme a la conservación y restauración de obras de arte. Siempre cuento que esta vocación nació viendo Toy Story 2, cuando sale el personaje del restaurador de Woody. A los 12 años ya lo tenía claro.

¿Qué pasos seguiste hasta convertir esa pasión en una profesión?
Me formé en Bellas Artes en Málaga, continué en Sevilla. Luego viví en Francia, allí estudié interiorismo, dirección de obra, diseño 3D. Y finalmente me gradué también en Conservación y Restauración de Bienes Culturales en Granada.

¿Dentro del mundo de la restauración, hay alguna especialidad que te defina?
Sí, estoy especializada en documentos. Aunque en la carrera hice pintura y documentos, he trabajado sobre todo con archivos: libros, grabados, acuarelas, fotografías, todo lo que tenga soporte de papel. Dentro de los documentos también se trabaja con pieles, metales, todo lo que esté integrado en el libro o el soporte.

¿Qué implica, en la práctica, restaurar una obra gráfica o un documento?
La restauración empieza siempre por la conservación. Solo se restaura cuando no queda otro remedio. Primero se trata de frenar el deterioro. La celulosa, que es la base del papel, se oxida y se degrada con la humedad y la temperatura. Por eso hay que controlar el entorno. También limpiamos las obras de suciedad superficial, polvo, grasa… Y si hay pérdidas materiales, se integran con papel japonés, que es neutro y reversible.

¿Qué ocurre con los colores perdidos en una obra? ¿Se recuperan o se dejan tal cual?
Sí, pero con mucho cuidado. Nunca se inventa lo que no está. La intervención tiene que ser siempre reversible. Hoy se tiende a respetar más la historia del objeto. Por ejemplo, si un cuadro ha perdido parte del pigmento porque estuvo enrollado años, no se repinta. Se muestra tal y como está, porque eso también forma parte de su historia. El paso del tiempo degrada las obras. La suciedad, los componentes de su elaboración, los cambios bruscos de luz, humedad y temperatura; y además hay que tener en cuenta otros elementos también como los hongos e insectos. Es imprescindible llevar un control del entorno de conservación donde van a permanecer las obras.
Dependiendo del caso se pueden realizar reintegraciones cromáticas con diferente técnicas como el rigatino o el puntillismo. Según el criterio de intervención decidido por el especialista, la reintegración debe encajar visualmente dentro de la obra, pero si te aproximas debe poder apreciarse y diferenciarse la restauración del original. Excepto si se ha optado por una restauración mimética donde ambas se funden sin diferenciarse

¿Hay una filosofía personal que guíe tu manera de trabajar con las piezas?
Cada vez se asume más una visión japonesa: aceptar que la historia y las «heridas» de una obra forman parte de su belleza. No se trata de devolverla a su estado original como si fuera nueva, sino de conservar su integridad y respetar lo que ha vivido.


¿Cuál es el primer gesto restaurador cuando una obra en papel llega a tus manos?
La primera etapa siempre debe ser la identificación y documentación de la obra. Se realizan fotografías y se elabora una ficha o un informe para dejar constancia del estado actual de la obra al llegar a manos del conservador-restaurador. Se enumeran sus patologías. También podemos realizar análisis químicos para la identificación de materiales, si lo vemos necesario. Una vez hecho esto, procedemos a iniciar el tratamiento que cada especialista consideramos necesario, y que suele comenzar con una consolidación de materiales, seguida generalmente de una limpieza.

¿Cuál es, en esencia, el objetivo final de cualquier restauración?
Parar el deterioro y recuperar la integridad de la obra. No se trata de dejar la obra como si fuera nueva, sino asegurar que se conserve el mayor tiempo posible en su estado actual.

¿Qué hace que la técnica del pastel sea tan delicada para conservar?
El pastel es una mezcla entre cera y tiza. Tiene una parte grasa adherente y otra parte pulverulenta, lo que lo hace extremadamente frágil al tacto.


Te he oído hablar de las dificultades que presentan los papeles fabricados en el siglo XX
Son de muy mala calidad, con poca celulosa y muchos aditivos. Se degradan con facilidad, se oxidan y se vuelven frágiles con el tiempo.

¿Qué diferencia esencial hay entre el papel antiguo y el moderno?
Su elaboración. Los antiguos se fabricaban con fibras vegetales y trapos de algodón y lino. Los modernos, con aditivos, se degradan mucho antes por la falta de celulosa y la adición de componentes perjudiciales. En el Archivo Histórico Municipal de Antequera podemos encontrar papeles antiguos en perfecto estado, como recién hechos.

¿Qué obras aún esperan su turno para ser restauradas en el museo?
El museo tiene una colección diversa y el objetivo es ir trabajando en ellas poco a poco, priorizando las que más lo necesiten.

Una labor silenciosa, pero imprescindible. La intervención de Siranush en la obra de José María Fernández es un acto de respeto por la memoria y la materia. No solo preserva el legado de un artista, sino que pone en valor el arte de conservar, ese que actúa sin alterar, pero que es vital para que el tiempo no borre lo que somos.

El Museo de la Ciudad de Antequera (MVCA) es depositario del legado que el gran José María Fernández hizo a Antequera.