Gonzalo Medina Roldán | 1er PREMIO del certamen de microrrelato «José Antonio Muñoz-Rojas»

Recientemente se ha fallado el IX Concurso de Microrrelato ‘José Antonio Muñoz Rojas’ para alumnos de Bachillerato de Antequera y la Comarca. El 1er Premio en esta modalidad ha sido otorgado por el Jurado a Gonzalo Medina Roldán, por su
Diario del Azogue, 1109

Diario del azogue, 1109


…desperté, o al menos abrí los ojos, ¿los abrí? Interpelé al raciocinio y no me replicó; la
subconsciencia ni siquiera reveló su estar. Traté de levantarme y reparé el éxito por el
desequilibrio; ¿éxito?, ¿por casi caer en la vicisitud y redimir un bien tan inexistente para mí? No,
me abstengo de cualquier cuestión metafísica, que esta mi única ceguera me cohíbe ante el menester de ver y me premia con un esbozo de fulgor, un haz de luz.

Sin decir lo que he de pensar, ardo en lágrimas y alcanzo a ver. Advierto durante el llanto que el imaginario que recreé fue, ¡es!, agraciado por tanta pena.

Hasta la orilla de mis ríos manriqueños, lloraré por ver y veré por llorar…

Firmado | Anselmo de Canterbury

Comentario sobre “Diario del azogue, 1109”.

I. Análisis del relato.

I.I. Primera parte. El pasado.

El primer párrafo, el inicio del relato –que no de la historia-, comienza con un verbo, una acción:
el protagonista se despierta. Se encuentra aturdido, ya que realmente desconoce si ha vuelto del sueño. La trama parte de una incertidumbre, como la misma ceguera que invade al desde ahora
mudo de ojos. En la secuencia primera […desperté, o al menos abrí los ojos, ¿los abrí?…] se detectan tres conexas interrogaciones que tratan de subsanar al perplejo ciego: es una consecuencia lógica que se retroalimenta en tanto en cuanto transcurren las palabras; se desconoce si el personaje de veras ha despertado, con lo cual se reafirma en la tesis de que ha abierto los ojos –un movimiento tan asiduo que el autómata ejecuta todas las mañanas, y este amanecer no constituye horizonte extraño; […¿los abrí?…] Incluso el mismo tantea la propia duda que brota de la ausencia de un tren de acciones anterior. Con el ademán de buscar respuesta alguna, acude a los dos planos de la interpretación: al raciocinio y a la subconsciencia; la razón no aporta ninguna tesis fundamental sobre cualesquier parámetro que solvente tan repentino destello, que de tan luminoso que es, de tan justa su labor de iluminar, de mostrar el oscuro camino, socava, inunda y desborda a la razón. La subconsciencia, sin un objeto que analizar, que ver, que interpretar, no prende el aparato creativo ni subjetivo: es incapaz de sin objeto interceder en el sujeto acerca de lo que trata de conceptualizar. El protagonista –en sí mismo antagonista- trata de levantarse, mas como ya tiene entendido, no contextualiza en el espacio ni puntualiza en el tiempo cuando verdaderamente se encuentra al fin del propósito que únicamente entiende por futuro; el desequilibrio basa el fundamento con el que se habilita él mismo –con única perspectiva- para sentenciar que se encuentra ya de pie. Prosigue una secuencia de entrelíneas, donde se entabla un recíproco diálogo: […¿éxito?…] De nuevo, la incertidumbre retoma las riendas del ciego –o mudo, como se quiera asimilar- y emprende una serie de reflexiones; pormenorizando el segundo interrogativo, se plantea un duelo lógico entre si se puede denominar éxito a una secuencia de acción en la cual el pilar en el que pivota se entiende como un riesgo para con el desarrollo de ella misma: si no hubiese soportado los vientos que menoscaban el equilibrio, se encontraría sin haber podido coronar el propuesto. No obstante, el mudo, inválido, ciego o como se entienda, rehúsase de emplear su tiempo en tales cuestiones tan profundas, ya que las identifica como un obstáculo: ni siquiera sabe si permanece de pie, ¿cómo podría pararse a pensar, a perder el tiempo? Interiorizando su estado, diversifica el problema en dos trazas, dos ríos: (i) la aparente, en la cual deduce lo que le usurpa la vista – por desesperación- y (ii) la que otorga, pues de igual forma que le roban el figurar los objetos, el conectar ondas de luz con colores y formas geométricas con utensilios cotidianos, se ofrece un conato de revertir todo lo sufrido.

I.II. Segunda parte. El presente.

Una vez instruido en cómo entenderá la realidad a partir de esta mañana cualquiera, llora. Y, al suceder desde la espontaneidad, los ramales de luz imergen hacia los nervios ópticos, navegan hasta las neuronas y brindan una concepción de imagen fiel a como se había imaginado, recreado –que no es subjetivo, ya que sin objeto el sujeto no es capaz de emitir teoría, por muy empeñado que el sujeto se encuentre y distorsionada la imagen reproduzca. Un ciego consta de imaginación pura, sin ser subjetivo ni objetivo-. La imagen que dedujo, efectivamente, fue fiel a lo que en su momento conjeturó –mientras que fraguaba la concepción, así esta permutaba, a expensas de no experimentarla sensorialmente-; en el presente conmuta el escenario con el pasado, conjugando planos y capas, extractos y puntos –colectivo y singular, abstracto y propio-, perfectamente coincidiendo cada rayo que incide. El personaje se consuela de que, a pesar de plena congoja que hubo padecido, a pesar de todas las lágrimas que verte, logra subsanar lo tan indeseado.

I.III. Tercera parte. El futuro.

Concluye suturando la herida que profanó la exasperación, comprende que su presente condicionará el futuro. Hace referencia explícita del memento mori que circunscribe las aguas de Jorge Manrique, sus Coplas a la muerte de su padre y los ríos que desembocan en abismal mar –tan inmenso, que abarcando con la vista la plenitud de él, no ves nada-.


II. Análisis de elementos externos.


II.I. El título: Diario del Azogue, 1109.

La narración inicia con puntos suspensivos y así termina. La finalidad de ello trata de mostrar al lector que la serie de sucesos acontecen una mañana cualquiera, una mañana entre tantas otras, donde el Sol irradia implícita y físicamente; de ahí proviene Diario. El azogue aplicado a un espejo se define como la capa que se vierte sobre un metal, logrando que escenifique así la puesta en escena de los personajes de la obra; entrelazando ambos términos se obtiene el nudo tanto de la historia como del relato: el azogue extrapolado a nuestras sienes y su permanente función de reflejo –anotar que cuando no se experimenta la luz, no existe posibilidad alguna de contraluz-. 1109 fecha la muerte y beatificación de San Anselmo de Canterbury, así como el inicio literario y filosófico –en referencia a la obra de Anselmo de Canterbury- del relato.


II.II. El pseudónimo: Anselmo de Canterbury.

Principalmente, me decanto por este nombre en merced del santoral cristiano del día veintiún de abril, fallo del jurado. El trabajo, obra y vida del monje benedictino aporta una perspectiva religioso-filosófica sobre este relato; animo a intervenirlo así.


Estudiante del IES Los Colegiales de Antequera -actualmente cursa la modalidad tecnológica de 1º de bachillerato-.
A pesar de centrar sus estudios académicos en la ingeniería, las humanidades le apasionan (desde la Historia hasta la Lengua) de igual forma. Hace no mucho descubrió la escritura (dos años si mal no recuerda) y desde ahí trata de presentarse a los certámenes para ir «haciendo camino». El último de ellos, el certamen de microrrelato «José Antonio Muñoz-Rojas», donde obtuvo el primer premio. Entre sus lecturas, se esconden García-Márquez, Antonio Machado, Unamuno… (sobre todo literatura española del S. XX).