HASTA CUANDO …

Por Inma Puche

Después de varios meses de guerra en la Siberia Occidental más profunda, nadie tenía esperanzas de vida. El invierno azotaba con un arma más afilada que los mismísimos sables, el frío.


Mi familia y yo, aislados en una pequeña morada intentábamos sobrevivir a la eterna lucha, refugiados como podíamos. Hacía días que los alimentos prácticamente eran nulos y poquísimas oportunidades de conseguirlos. Mi madre intentaba administrar los pocos recursos que teníamos, añadiendo cada vez más agua a las sopas, que en más de una ocasión eran de bulbos, o de patatas amarillas, de granos como avena, centeno o cebada, o con suerte alguna pequeña marmota, o mapache, que mi padre traía a casa. No siempre había suerte en la caza, y muchos días volvía derrotado con el alma encogida y el cuerpo de témpano.

La leña húmeda ya no ardía y las ascuas de un día para otro costaba cada vez más mantenerlas encendidas.

A lo lejos se escuchaba las ráfagas de disparos que nos estremecía, pero aún más la hambruna y el frío que nos devoraba.

De noche nos apretábamos intentando darnos un poco de calor, procurando dormir para que el sueño nos robara el hambre que empezaba a hacer estragos en nuestra ya precaria salud.

El frío era cada vez más intenso y nuestra supervivencia dependía del pequeño fuego que mantenía vivos nuestros cuerpos. Poco a poco habíamos ido quemando los escasos muebles que teníamos, sillas, vitrinas, mesas, todo se fue utilizando para mantener la lumbre, pero apenas quedaba nada para la combustión.

Llego el momento en que mi padre no tuvo más remedio que empezar a quemar mis libros. Él, a conciencia, los dejó para el final. Antes me miró, sabiendo cuanto dolor iba en ello. Con respeto, depositó sobre la escasa candela, “los viajes de Gulliver”. Yo, a su lado, asentí con la cabeza, entendiendo que la supervivencia solo tiene una razón. El libro empezó a crepitar quejándose, cerré los ojos, incapaz de seguir mirando. Sintiendo como también entre las llamas se calcinaban mis ilusiones de poder leer, mis anhelos de saber, de aprender de aquellas páginas, para que algún día, llegara el momento de cumplir sueños, y ser, lo que siempre quise y más deseaba, ser escritor.  

Luego le tocó el turno a La isla del tesoro, Cartas en el bosque, Cuentos populares rusos…y otros tantos. Historias increíbles, aventuras y palabras mágicas que se fueron apagando a la vez que nuestras vidas…Finalmente el frío nos ganó a todos la batalla.

Junto a las cenizas encontraron nuestros cuerpos inertes, abrazados.

                                                                                             Inma Puche 

INMA PUCHE MANZANO

Antequerana y de profesión comerciante, estuvo 40 años detrás de los mostradores de un pequeño negocio familiar textil muy querido en la ciudad.

 Madre de dos hijos maravillosos.

A día de hoy, dispone de tiempo para disfrutar de sus pasiones: estar con la familia, con amigos, viajar, la pintura, las manualidades, restauración y últimamente la escritura.

Desde el mes de marzo pertenece al Taller Antequerano de Escritura Creativa, donde junto a sus compañeros y a su profesor, desarrollan este arte y sobre todo los relatos breves. Se sorprende de cómo, con tan pocas palabras, se puede narrar una historia. Y se hace eco de los momentos donde es leído, escuchado y ese ambiente que se crea alrededor de la lectura.

Es autora de ‘Biografías del Alma’.*
Le encanta aprender de los trabajos de investigación, que a veces tiene que llevar a cabo para “retratar” a un personaje, en terrenos que no conoce, o en ciudades lejanas, sus formas de vida y costumbres. Trasladar al papel descripciones, que te hacen adentrarte de lleno en la figura reseñada, penetrar en la piel del protagonista o protagonistas y vivir con igual emoción como ella pone en todo lo que hace.

Agradecida, disfruta del momento presente y de todo lo bueno que tiene la vida.