‘Ricardo’

Por Carmen Pa. Sánchez

Un día, al finalizar la jornada mirando videos de animales en Instagram, el algoritmo me sugirió el enlace a una sociedad de perros de caza en adopción.

Mi experiencia al cuidado de otro ser vivo se reducía por esa época al de los roedores. Compactos y manejables, con poco mantenimiento y casi nulo grado de interactuación, pero con apariciones estelares en la rueda de ejercicios que hacían constancia de su existencia y ponían de manifiesto mi propiedad: “mi hámster”. La idea de embarcarme en un proyecto más complejo me atraía sobremanera, por eso, aceptando el consejo de la IA (que me conoce y sabe lo que es mejor para mí), me puse en contacto con ellos desbordando interés por uno de sus especímenes.  

El sujeto, de año y medio de edad, tenía el porte de un aristócrata del siglo XIX. Vestía en las fotos un chaleco jaspeado gris de pelito natural que armonizaba con su cara morena. El bigote pelirrojo, probablemente de ascendencia germana, pensé, le daba un punto sexy, y sus ojos de caramelo me miraban deseantes como si fuera una presa comestible. Ricardo, que así se llamaba, conquistó mi corazón en un segundo como no lo hizo otro hombre, además, porque a diferencia del humano, a este lo entrenaría a mi antojo y me amaría incondicionalmente…

Respondieron entonces los cuidadores al mensaje con un entusiasmo similar al mío, e ignorando el propósito real de mi consulta (un macho que me hiciera la cucharita en la cama), me invitaron a rellenar el cuestionario de adopción. Ya desde el principio de la lectura me mosquea la sucesión de avisos legales en cursiva roja que alertan del riesgo que conlleva adoptar a uno de sus animalicos. Estos informan tanto del tiempo estimado de rehabilitación postraumática y compromiso de por vida sin posibilidad de cesión, donación o intercambio, hasta al eximio de sus responsabilidades sobre el producto tas finalizar la operación. Deduje aquí que los perretes en adopción no andan muy finos de lo suyo y que en el hipotético caso de que mi elección resultara en un DAMIEN canino tendría que apañármelas solita con el Vaticano…

Aun así, con la esperanza de que Ricardo haya hecho algo de trabajo interior estos meses en el refugio, dedico la tarde a contestar el infierno de examen de ONCE PÁGINAS Y SESENTA PREGUNTAS, que sería según ellos, imprescindible para determinar la compatibilidad de nuestros perfiles.

En el primer capítulo “Vivienda” que tiene como objeto conocer las condiciones del futuro hogar del susodicho, resumo que alquilo un piso de 50m2 en un séptimo con ascensor. Cuento con que la patología de mi amado no sea del tipo suicida y evito mencionar que la terraza no tiene baranda de 1.10m como establece la normativa actual y que morder cables sería una mala idea puesto que la toma de tierra de la casa es inexistente. Subrayo que el perro dormiría conmigo, obvio, y podría hacer uso de la totalidad del recinto sin restricciones, ya que creo que las relaciones de convivencia empiezan mejor si están basadas en la libertad y no querría ser yo la que pusiera límites a sus requerimientos espaciales.

A la pregunta “¿se ha planteado que ocurriría con el adoptado si tuviera que cambiar de domicilio?” Respondo que NO. Ya está imposible el tema alquileres como para competir en el mercado con un perro.  Se me ocurre así de pronto, organizar una campaña anticonstitucional y de ética cuestionable para solicitar una actualización del registro civil e inscribir a Ricardo como “pareja de hecho”, pero frente a la especulación urbanística estoy desarmada.

El apartado de “Bebés y animales cohabitantes” me lo salto ya que 1. La continuidad de mi prole no es asunto de nadie y 2. ¿Por qué coño me metería en este fregao si no fuera para ponerle un parche a la procreación en solitario?  Me centro entonces en la sección “Trabajo y ocio” con la esperanza de no restar más puntos en el ranking. Escribo: trabajo estable con horario flexible, de siete y media a cuatro prolongable hasta el anochecer y a demanda de proyecto. En mi tiempo libre pinto a hombres desnudos al óleo y endurezco mi culo en las clases de levantamiento de pesas para señoras, PERO estaría dispuesta a sustituir esta actividad con paseos activos de 20km diarios como requiere la raza de muestra.

– “Entonces, ¿cuánto tiempo estará el perro solo en casa?”. -El que necesite para su sanación. A mí que soy de naturaleza misántropa me funciona el aislamiento del mundo, ¿por qué no le iba a venir bien a él?

– “¿Tuvo alguna mala experiencia con un perro? ¿Cómo lo solucionó?”- Lo cierto es que durante un verano acogimos a un bodeguero que escarbaba hoyos en nuestro suelo de gres. Fue extremadamente desagradable contemplar la desilusión de la criatura frente a la dureza del material así que cedimos al bicho a una familia de cazadores pensando (ignorantes) que sería más feliz allí.

– “¿Sabe lo que es la ansiedad por separación?” Enuncia la siguiente cuestión. -Sí que lo sé, mi madre estuvo un año y medio llorando por él y desde entonces en casa no faltan los barbitúricos. Creo sinceramente que intenta solventar el fracaso de su maternidad perruna dándonos premios de tupperwares de lomo con tomate solo porque vamos a verla…

Y así sigo, una tras otra, sincerándome a tecla viva hasta completar las sesenta. Mi avance en el cuestionario es directamente proporcional a la sensación de fracaso en la vida y el hoyo de mi pecho se parece ahora al pozo de Totalán. Imagino que Ricardo, que antes movía la colita cuando me veía llegar, ya no viene cuando le llamo y resignándose al destino se sube a un remolque camino de una montería sin que yo pueda hacer nada para evitarlo.

No recuerdo si le doy a enviar o no. Me tomo medio antihistamínico para hacer mal uso de sus efectos secundarios y me quedo en modo encefalograma plano mirando el techo de la habitación.

Una lágrima se escurre del recipiente de mi ojo. ¿Seguirá Ricardo pensando en mi todavía como yo lo hago?…

Carmen Pa Sánchez “Barrio Chino” (Antequera, 1986) destacó siempre por sus aptitudes en el campo académico y artístico. Dones que le llevarían al Destino Final de la Arquitectura, y, como en la franquicia de terror, a ocultarse en el Sudeste Asiático del monstruo letal llamado “crisis de la construcción”.

Entre chinos y expatriados desarrolló esta nueva faceta de narradora de escenas cotidianas a lo Lost in Translation provinciano, y que publicó durante años como ejercicio de catarsis literario en el blog que le da nombre “barriochino.blog”.

Ahora ya de vuelta en territorio nazarí, compagina su profesión con la pintura y el amor por el jamón, y relata con frescura y una sátira poco protocolaria sus vivencias personales en el relato corto.