ROSAS Y ESPINAS
Luisa Casero Vergara
De frente al espejo, aparece la actriz derrochando sonrisas como si acabara de florecer en un abrazo de pasión, y quiere besarla, a la luz de los focos y entre aplausos, aunque rompa el silencio o escandalice a algún alma rancia. Quiere ser dueña del escenario que ocupa su vida, sin miedos e imposiciones, alejada de censuras y de esas cosas de hombres que tanto la esclavizan.
No desea seguir siendo esa mujer anodina, asustadiza, llena de prejuicios y cubierta de consejos, que no son tales, sino amenazas vedadas de sus mayores para que no los deje en mal lugar ni dé sustento a las habladurías.
Se ganará un nombre de verdad, alejado de esa retahíla de santos que le impusieron al nacer. Todos los de lo abuelos, tíos y de algún pariente simplón, cayeron sobre su diminutivo cuerpo de la misma manera que los buitres se lanzan sobre los animales muertos.
¡Menuda insignificancia para tanto nombre! Apenas sube un peldaño en la torre de Babel que es la vida, una doña nadie que jamás va a poder sentir o pensar por ella misma. ¿Quién es ella, una emoción contenida, el fruto de una noche de deseo, la consecuencia de un arrebato, o, simplemente, el cumplimiento del deber cristiano? Una más, que no contabilizará en ningún lugar, expuesta al olvido y a pasar una existencia de puntillas.
Y cuando traspase el umbral, que tanto teme, la cubrirán con una lápida marmórea, limpia y blanca. ¿Y su nombre? Lo abrigará la amnesia. Nadie recordará que anduvo por la tierra, y que ésta se olvidó de ella.
Pero, hasta que llegue ese despiadado momento, cuando deje de contemplar el otoño suave acariciando con delicadeza el vuelo de las hojas, ni aspire el olor a jazmín, ni vea declinar el sol dejando ese brillo tan especial que tanto embellecen los colores anaranjados que ceden el paso a la noche, juega a ordenar sus «yos» tan enfrentados y contradictorios. Sueña y se estremece envuelta en las primorosas colchas antiguas de hermosos colores, y cuando se calza sus zapatos rojos, forrados de seda, brota en su mente un torbellino de ilusiones. Dolores ha sido engullida por Lola Alegrías. Y, las noches de luna llena, aúlla lo mismo que un lobo para decir que existe y reclamar felicidad, para entregar su cuerpo, su alma y hasta su más recóndito pensamiento. ¿Qué es la vida sin un momento de ardor? Una triste comedia. Y sabe fingir, es la mejor actriz, no la iguala ni Sarah Bernhardt.
Luisa Casero Vergara

Nació hace 68 años en Mollina Málaga
Diplomada en Magisterio por la escuela universitaria María Inmaculada en Antequera.
Colaboradora del Sol de Antequera desde 1996 hasta el 2024.
Le gusta «emborronar» páginas para llenarla de cuentos, historias surgidas de la imaginación, artículos recurrentes y, sobre todo, llenar su realidad con otras realidades reales o engañosas.
Escribir es la mejor terapia en tiempos difíciles y una felicidad casi comparable al hecho de ser madre.
Piensa que escribir es poner su alma al descubierto y que el Taller Antequerano de Escritura Creativa, al que acude cada quince días, es algo más, mucho más que conocer otros estilos literarios, es intercambiar retazos de vida y eso es lo que lo hace tan emocionante.
Escribir es ser y ser es vivir en plenitud.