La literatura, como la vida, es un misterio en constante reconstrucción. Para quien ha cruzado el umbral de la inconsciencia y ha vuelto a habitar la realidad fragmentada de la memoria, escribir se convierte en un acto de reconfiguración. Mi historia comienza en la penumbra de un estado de coma, resultado de un traumatismo craneoencefálico, y se extiende hasta la tinta y el papel, donde la ficción y la realidad se entrelazan para dar forma a una autobiografía que es, al mismo tiempo, un relato de suspense y un testimonio de la pérdida de identidad, “La chica de la parada mental. No pierdas el tren” (Torres- Caro, 2023)
La inconsciencia es un tren en movimiento sin estaciones previas, sin paisajes reconocibles a través de la ventanilla. Atraviesa túneles interminables donde el tiempo se diluye y la identidad queda suspendida en el aire como un eco distante. Al despertar, no es simplemente descender en una estación conocida, sino encontrarse en una terminal desconocida, con vías que conducen a destinos inciertos. La memoria, ese tren que solía correr en líneas definidas, se ha convertido en un laberinto de ramales, donde cada desvío es una parada en un trastorno, una crisis, un fragmento de lo que alguna vez “ella” fue.
Cada estación es un vestigio de sí misma: la amnesia que le niega un billete de regreso, la ansiedad que convierte cada trayecto en un viaje al filo del abismo, la identidad fracturada que espera en un andén solitario la llegada de un tren que nunca parte del todo. En este vacío, la escritura es mi boleto para reconstruir el trayecto, para rellenar los huecos entre una parada y otra. La literatura me permite tomar asiento en vagones de palabras, donde los recuerdos aparecen como pasajeros desconocidos, algunos familiares, otros totalmente inventados, todos contando versiones distintas de la misma historia. Cada línea escrita es un intento de ordenar el paisaje fugaz que se desliza tras la ventanilla, de capturar la esencia efímera de un instante antes de que se diluya en la distancia. La memoria, inconstante e impredecible, se convierte en el revisor de este viaje, seleccionando qué fragmentos conservar y cuáles dejar atrás en estaciones sin nombre. Y así, entre lo vivido y lo imaginado, entre la certeza y la incertidumbre, sigo escribiendo, dando forma a un viaje que nunca termina, a un tren que siempre está por llegar.

Mi autobiografía “La chica de la parada mental. No pierdas el tren” no es solo un recuento de lo vivido, sino una exploración de lo perdido (realidad) y lo reinventado (ficción). Cada recuerdo es una estación abandonada que debo recorrer con cuidado, escuchando los ecos de lo que pudo haber sido, imaginando los trenes que pasaron sin detenerse. La ficción se infiltra en la realidad como vías ocultas que de pronto emergen en el camino, dando sentido a aquello que la inconsciencia desdibujó. Escribir desde la incertidumbre de la memoria es reconstruir una identidad nueva, una que existe en las páginas y no solo en la experiencia vivida.
Cada estación representa no solo una detención en el tiempo, sino una oportunidad para entender los fragmentos de identidad dispersos por la memoria. Hay estaciones de la infancia, envueltas en la niebla del olvido, donde los recuerdos son meras sombras en los andenes de la psique. Otras estaciones pertenecen a los años en que la conciencia volvía a tambalearse, en los que me aferraba al vagón de la realidad con miedo a que una nueva sacudida me arrojara al vacío de lo desconocido. Y así, entre paradas y trayectos inestables, he aprendido a navegar en este tren errante, aceptando que no siempre encontraré respuestas al final de cada línea.
El suspense es inherente a este proceso, pues cada parada es un enigma y cada reconstrucción un juego de posibilidades. ¿Es real todo lo que está escrito, o es simplemente la versión más convincente de la historia? ¿Hasta qué punto la escritura repara la identidad o la deforma aún más? En este vaivén entre la certeza y la ficción, el lector se convierte en compañero de viaje, recorriendo con “ella” el laberinto ferroviario de la memoria y la identidad.

Desde la inconsciencia hasta la narrativa, he transitado un camino en el que la pérdida se ha transformado en creación. Si la memoria es un tren que cambia de ruta sin previo aviso, la literatura es su estación más segura. Es allí donde puedo reconstruir el trayecto, contemplar el mapa de mis propios túneles y vías muertas, y elegir, finalmente, qué historia contar. Escribir es reconstruirme, una y otra vez, en cada palabra, en cada página, en cada estación donde decido detenerme antes de seguir adelante, antes de desaparecer en la neblina de lo no recordado.
Así, cada día abordo este tren de las palabras, consciente de que el viaje jamás es lineal, de que hay estaciones ocultas esperando ser descubiertas y vías abandonadas que aún pueden repararse. La escritura es mi locomotora, el papel mis raíles, y en cada relato que plasmo, la identidad se redibuja, se reconstruye y sigue su eterno viaje, dejando atrás lo desconocido y aventurándose, una vez más, hacia lo inevitablemente incierto.

Y sin embargo, en este ir y venir entre lo vivido y lo escrito, descubro que no solo soy pasajera, sino también arquitecta de mis propios caminos. Cada palabra es un clavo que fija el recuerdo, cada historia un puente tendido sobre el abismo del olvido. Al escribir, no solo narro lo que fue, sino que también esbozo lo que podría haber sido, lo que aún puede ser. La escritura se convierte así en un ejercicio de construcción y reconstrucción, un espacio donde la memoria dialoga con la imaginación y donde el pasado se resignifica en cada nueva lectura. Es en este proceso donde la identidad se redefine, no como un punto fijo, sino como un trayecto en permanente evolución.
Y así, en la intersección entre la memoria y la ficción, me encuentro, una vez más, con la posibilidad infinita de reinventarme.
Y siempre me despierto con esta misma pregunta, ¿Cuál será la próxima parada?

Laura Torres Caro | autora de ‘La chica de la parada mental’, es una investigadora especializada en el análisis crítico del discurso, en la prestigiosa Universidad de Málaga (UMA). Su investigación tiene como eje central esta novela autobiográfica (estuvo en estado de coma en 2006) que explora las complejidades asociadas a las experiencias de enfermar «cuerpo-cerebro » y retos sobre la conexión entre la realidad y la ficción.
PhD: UMA Universidad Málaga ltorcar788@uma.es