Bonita enseñanza la del Nenúfar. Y si le añades un simpático sapo …



La flor de loto
crece en los estanques y pantanos, allí donde el nivel de oxígeno es escaso y por lo tanto, las condiciones para la vida son adversas.

En oriente la flor del loto tiene un gran significado espiritual. Es considerada un símbolo de la transformación del sufrimiento humano en iluminación.

La flor de loto nos recuerda que, aún en medio de la suciedad y el caos, puede florecer en cada uno el ser de luz que llevamos dentro.

Hay otras flores de indescriptible belleza por tener la vida más fácil, como la romántica rosa o la sofisticada orquídea, que sería injusto compararlas para elegir una, porque todas se brindan generosamente para maravillarnos con su gracia particular. Pero encuentro en la flor del nenúfar además del atractivo de su flor, una simplicidad, una modestia y una fuerza que conmueve haciéndola maravillosa por dentro y por fuera.

No compite por belleza o por aroma, en realidad sencillamente no compite. Sólo permanece allí, contribuyendo con su presencia para suavizar el diseño natural del paisaje. De cuando en cuando una criatura se posa en una de sus hojas y le canta al oído. Puede que para el mundo sea sólo un sapo, pero quizás para ella sea un príncipe encantado que le trae historias de lugares lejanos.

El sapo brinca, salta de aquí para allá explorando, cazando moscas y otros insectos. En su diario recorrido descubre cosas interesante para luego, caída la tarde, cuando la luz del sol y la temperatura le recuerdan que se acerca la noche, dejarse caer pesadamente sobre las hojas y «contarle» al nenúfar sus aventuras.

El sapo necesita del nenúfar para tomar un descanso en su agitada vida. El nenúfar necesita del sapo para conocer del mundo fuera del estanque. Es que no está en su naturaleza el brincar, porque aunque se ve su planta como si estuviera flotando sobre el agua, en realidad ella tiene raíces profundas que la sostienen, la nutren y la mantienen conectada al barro demostrando que se puede florecer aun en circunstancias duras.

El sapo y el nenúfar son buenos amigos, aun siendo tan distintos. Son buenos amigos porque respetan sus diferencias y más bien, son esas diferencias las que enriquecen su relación. Cada uno sabe quién es. El nenúfar no pretende emular la movilidad del sapo, ni el sapo anhela la pasividad del nenúfar. Ambos saben que están allí con un propósito específico: dar color y vida al pantano. Son una pieza en el bonito puzzle de la vida.

Porque es en la quietud del agua en reposo que el nenúfar florece.
Es en la plácida región de una mente serena donde florece la sabiduría.
| ChLL