“Esos grandes y verdes vecinos, mudos, inmóviles y hasta generosos” | Juan Manuel Ruiz Cobos

En mi periplo por este ya antequerano magazine, me apetecía contar algo sobre estos gigantes y desprendidos moradores de nuestras calles y parques.

Me he permitido sugerir al editor (dice él que con mucho acierto, aunque no ha podido traerme el original) que integre en la portada el cuadro «La noche estrellada de Van Gogh». En el lienzo comparece un Ciprés, un árbol señero en el paisaje que Vincent disfrutaba desde el cono visual que le ofrecía su ventanuco en la habitación del manicomio de Saint-Paul-de- Mausolé …

Nuestra Antequera cuenta con un patrimonio vegetal arbóreo al que mimar y reconocer, pues ya se sabe aquella gran certeza que atribuida al gran Leonardo da Vinci dice “no se puede amar lo que no se conoce, ni defender lo que no se ama»

Y con ello, no me cabe duda, que nuestra ciudad y sus vecindades, puede mirar con mayor y mejor detenimiento a esos seres que tanto hacen por nuestra buena vida. Así creo que reconocerlos en su quietud y servicios, puede ser un primer y gran paso para que esos antequeranos sin filiación o parentesco, también cuenten entre nosotros.

Hoy me voy a ceñir con un ejemplar, que podríamos decir que es el primer árbol antequerano. Sus perennes hojas (escuamiformes) densamente imbricadas en tallos, se resuelven en una estructura columnar que como ningún otro ser clorofílico, busca el cielo singularmente. “Flecha de fe, saeta de esperanza”, escribió emblemáticamente Gerardo Diego.

Así ya desde la antigüedad y particularmente acentuado por las Sociedades griega y romana, el Ciprés sumaba un fuerte carácter simbólico dado entre otras por su altura y singular forma, lo que les llevaba a situarlo como en una especie de “Ser mediador”, entre el cielo y la tierra, algo que hasta nuestros días ha llegado en multitud de matices etnográficos.

Volviendo a nuestro titán, una extraordinaria Cupresácea ( Cupressus sempervirens) que a mi humilde opinión puede ser que en la siguiente década acumule su primer siglo de vida.

El jardín del claustro consistorial, posiblemente esbozado por Francisco Prieto Moreno-Pardo en sus incursiones antequeranas, se organizó con un crucero de cuatro parterres entre los que se integraba este menhir verde y, de esta forma hoy cargado de vitalidad, comparece con un verdor que suaviza, pacífica y hace el espacio, tras haber sido considerada su conservación muy acertadamente durante la última reforma del consistorio (2005) antequerano.

Ejemplar de ciprés en el patio porticado del Ayuntamiento de Antequera. (¡También es para verlo en una «noche estrellada»!).


Tratamos con un árbol con un alzado de casi 20 m de altura, de hospitalidad animosa con la pequeña avifauna, que genera una madera de excelente calidad por su incorruptibilidad, de un característico aroma y que, a su funcionalidad ecosistémica, suma el ser testigo parsimonioso de los aconteceres antequeranos, que es de esperar que muchas generaciones vean y ayude a entender su importante presencia y la de sus congéneres.

Para todo ello y es que como decía Peter Wohlleben, el autor de La vida secreta de los árboles, lo mejor que podemos hacer por ellos es dejarlos en paz.


Juan Manuel Ruiz Cobos es un experto en Jardinería con más de 30 años de experiencia en el diseño, creación y mantenimiento de espacios verdes urbanos. Director técnico de Jardines de Icaria y presidente de la Asociación Multisectorial de la Jardinería Andaluza. Ávido de conocimientos y actualización de técnicas tiene una extraordinaria formación en Infraestructuras Verdes Urbanas. Apasionado de la lectura y de Antequera, de su historia y de su desarrollo como ciudad, de sus costumbres y de su patrimonio cultural, artístico, paisajístico y gastronómico. Gran conocedor, amante y defensor de su pueblo, al que lleva siempre donde quiera que vaya. |
Foto: El Correo de Andalucía