Portada: Iglesia_de_Loreto,_Antequera
Juan Manuel Ruiz Cobos
Hay atrios que resguardan la entrada a los templos, y otros que también la elevan. El de la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto en Antequera pertenece a esa rara estirpe en la que lo vegetal y lo pétreo mantienen un diálogo de siglos.
En ese espacio breve, acotado por forja y flanqueado por fachadas, se da un fenómeno casi litúrgico: las palmeras, enhiestas, saludan al cielo mientras enmarcan una de las portadas manieristas más bellas de la ciudad. Pero no están solas. Las acompaña el recuerdo de quienes estuvieron, el valor de quienes resisten y la altura de quienes aún se atreven a mirar desde lo más alto.
Hoy, en este otro “panfletillo verde”, no me detendré en un solo ejemplar ni en un solo género: el espacio; y las vivencias que contiene, lo merecen. Cuento además con la extraordinaria colaboración de Encarnacion Rios Carregalo y su vecindad. Disfrutonas de primer nivel, de esto que les cuento. Porque en este atrio no hay dos sin tres, y me explico.
En este atrio, los ejemplares presentes y los que lo poblaron, todos ellos de la familia Arecaceae, conforman un pequeño muestrario de adaptaciones: la exótica y derrotada Phoenix, la esbelta Washingtonia, la robusta Trachycarpus, y el humilde palmito que aún nos representa. Son monocotiledóneas arbóreas, de crecimiento lento y un valor ecosistémico y paisajístico indiscutible.
¿Y por qué “No hay dos sin tres”?. Porque en este atrio, la presencia de tres géneros vegetales pertenecientes a una misma familia: Washingtonia, Chamaerops y Trachycarpus, nos ofrece una muestra simbólica y ejemplar de lo que fue y de lo que aún perdura:
• La resistencia de los tres ejemplares supervivientes.
• La antigua disposición triádica y simétrica del conjunto.
• Y una evocación sutil a la Trinidad, esa forma de armonía que aquí respira tanto en la piedra como en la hoja. Y es que la portada de Loreto encuentra en estas palmas no una mera decoración, sino un contrapunto simbólico. Árboles del desierto, signos de inmortalidad, gestos verticales que se alzan donde antes solo había piedra. Son, en cierto modo, un salmo vegetal:

“El atrio de Loreto, donde la piedra y la palma comulgan bajo la luz de Antequera. En la imagen, los tres guardianes vegetales que aún perduran: Trachycarpus, Washingtonia y Chamaerops.”
En esta otra imagen,memoria de lo que fue y de lo que sigue, localizamos en el lado izquierdo un ejemplar de Phoenix canariensis (†):
Fue la primera en saludar al visitante desde la acera. Hoy, lamentablemente, es solo memoria: el picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) dictó sentencia. Tras ella y más cerca al monumental alzado manierista, encontramos a una Washingtonia filifera, ahora la más alta de la “reunión”.
En el lado contrario localizamos —más cercana a la fachada— un ejemplar de Trachycarpus fortunei, altísima, estilizada, con un penacho casi escultórico que parece continuar el orden arquitectónico hacia lo etéreo: el llamado “palmito elevado”. Se reconoce por su estípite fibroso y su elegante rusticidad. Siendo el último en llegar al cerrado, nos encontramos en el centro del trío derecho con un Chamaerops humilis, el que conocemos como palmito, único representante autóctono de las palmas europeas, sostenedor en su humildad de todo un legado mediterráneo. Finalmente, “guardando” ya la calle, se encontraba este otro “palmito elevado”, que perdí en el tiempo como lo hemos perdido en su presencia. Desconozco qué pudo pasar con él; cerraba la simetría con discreción antes de la inclusión del palmito que existiría en su espalda.




Este compendio de frondas se me vino a la memoria en este estío que ya roza cifras térmicas no conocidas hasta el momento. ¿Quizá nos refresque algo antes de que llegue un halagüeño otoño? Uno que, además del frescor propio, nos traiga agua… y Salud, que es lo que les deseo. Mientras esto ocurre, espero que las palmas del atrio sean cuidadas con la misma delicadeza que los relieves de la portada: podas sensibles, tratamientos frente a plagas, respeto a su crecimiento natural. Porque lo vivo también es arte. Porque lo vivo también es memoria.

Juan Manuel Ruiz Cobos es un experto en Jardinería con más de 30 años de experiencia en el diseño, creación y mantenimiento de espacios verdes urbanos. Director técnico de Jardines de Icaria y presidente de la Asociación Multisectorial de la Jardinería Andaluza. Ávido de conocimientos y actualización de técnicas tiene una extraordinaria formación en Infraestructuras Verdes Urbanas. Apasionado de la lectura y de Antequera, de su historia y de su desarrollo como ciudad, de sus costumbres y de su patrimonio cultural, artístico, paisajístico y gastronómico. Gran conocedor, amante y defensor de su pueblo, al que lleva siempre donde quiera que vaya.