Un foráneo en el paraíso | ChLL para atqmagazine
Nunca antes se revivió el sueño de la fusión de la música con parte de la historia del cine en un lugar tan icónico.
Pocas veces la brisa del viento «milenario» había envuelto de tanta belleza un momento musical.
Margot Barrios encandiló con su música a un público ya enamorado de lo que iba a suceder.
Eran las siete y media de la tarde de un 10 de agosto, caluroso por ley natural en Antequera, cuando comenzaban los preparativos de los últimos detalles. Sin embargo un viento de cierta fuerza se fue apoderando de la ciudad y en la parte más alta se hacía sentir agradable y silbando. Era el preludio y la bienvenida al concierto de arpa que Margot Barrios daría un rato después.
Pero también era la preocupación de la organizadora del acto, Ciudades Medias de Andalucía- Antequera, por el temor de que este viento se convirtiera en huracanado.
Su directora, Matilde de Talavera i Ruiz pidió asesoramiento técnico para garantizar el sonido «contra viento y marea» a alguien que, sin dedicarse profesionalmente a la finura del sonido, sabe de ello como nadie. Paco Peramos, que estaba llamado a presentar el acto, resolvió con inmensa destreza operativa el que pudiéramos escuchar nítidamente las notas mágicas del arpa de la concertista sin que el viento las robara. ¿Cómo lo hizo?. No desvelaré su secreto aunque lo vi, pero os aseguro, lectores, que lo consiguió.
Las dificultades que algo tan apetecible como la brisa fresca nos regaló refrescando nuestras caras y cuerpos (los espectadores agradecimos el vientecito) presentaron otro reto: las partituras volarían.
La propia concertista pidió un voluntario que hiciera de «pasa partituras» por si acaso y un joven enamorado de la Música se ofreció como «estatua» en su ayuda. Fue muy importante su labor, ya que los intentos del viento mostraron su ahínco con algunos bríos de fuerza momentánea.
Paco Peramos había puesto en la mejor situación ambiental a los asistentes con una acertada presentación de la concertista y con el don de su palabra pinceló los momentos del cine que viviríamos en las interpretaciones que Margot nos traería.
…Y llegó la magia.
¡Qué cosa más bonita!… escuchar las bandas sonoras de películas que han llenado nuestra mente y nuestras almas, en un lugar idílico y en la paz de una noche maravillosa del verano antequerano.
Margot Barrios nos fue llevando con sus notas musicales a un paraíso de ensueño, mezcla de vida real y de ficción, en el que no tuvimos que cerrar los ojos porque este lugar maravilloso era el escenario perfecto, tenía la fuerza de ser ideal para imaginar cada una de las escenas que nos hacía recordar.
El simple hecho de oír las notas del arpa, tan bien tocadas por esta artista, ya hizo que fuera un concierto precioso.
Muchos de los asistentes reconocían cada banda sonora asignando fácilmente el título de su película. A mí se me escapó reconocer alguna, que me fue soplada al oído por mi compañera de esta revista, Ester Cortés Romero, que es también una experta en ello (me sopló la banda sonora de Crepúsculo en el momento en el que Bella concluye su transformación a vampiro y ahora debe familiarizarse con su nueva condición).
Algunos, a quienes nos gusta, elegimos ese día dedicar una hora a escuchar esta Música en vivo en una ocasión y lugar únicos y, por lo que yo sentí y vi en los aplausos y en los comentarios, disfrutamos mucho. Acertamos. Fue grandioso.
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