¿Cuántas ermitas llegó a tener Antequera?

Foto de portada: prestada por José Antonio Torres Sánchez

Antequera, en algún momento de su historia, llegó a albergar numerosas ermitas repartidas por su orografía. Llegaron a construirse más de una docena en torno a los siglos XVI y XVII. Algunas se encontraban fuera de los núcleos de las ciudades, siendo lugares de peregrinación para una población creyente y ligada a labores del campo que habitaba a extramuros de la ciudad, y cuyas parroquias quedaban bastante alejadas de sus hogares. También las hubo dentro de la urbe, que con el tiempo pasaron a ser conventos o iglesias donde se concentraba un gran vecindario a su alrededor. 

Algunas ermitas fueron levantadas con la finalidad de rememorar la victoria castellana frente a la población nazarí durante la reconquista. Muchos de estos espacios habían sido lugares de acampada de las tropas castellanas, lugares donde se batían sangrientas batallas, o sitios donde previamente había habido alguna mezquita musulmana (rábita). Se sacralizaron esos espacios dotándolos de algún hito arquitectónico, como fue el caso de las ermitas. 

A lo largo del presente artículo, citaremos y desarrollaremos algunos ejemplos de estos espacios que fueron lugar de culto para muchos antequeranos, y cuyas imágenes llegaron a ser muy veneradas. Son las siguientes: San Zoilo, Santa Catalina de Alejandría, Vera-Cruz, San Roque y Nuestra Señora de la Cabeza, Virgen de Espera, Santa Lucía, San Cristóbal el Alto, Belén, La Magdalena, Nuestra Señora del Loreto, Espíritu Santo, San Miguel, Santiago, San Cristóbal el Bajo, Nuestra Señora de la Concepción, Virgen de la Antigua, Las Suertes…

La primera ermita erigida fue la dedicada a San Zoilo, junto a unas fuentes de aguas medicinales en la falda del cerro al cual los árabes llamaron de Vizcarai o Viscaray (de las dos caras), por sus vistas a la ciudad y a la vega antequerana. Sitio donde estuvo asentado el infante don Fernando en el momento de la conquista de la plaza de Antequera, como dicen los escritos: “… bruxulearon el sitio y ninguno les paresció más acomodado que el mismo lugar donde el Ynfante don Fernando avía aposentado su Real tienda, quando conquistó a esta villa, que fue en la falda del serro, que llamaban del Ynfante, en donde oy está fundando el combento de Observadores frailes de San Francisco y aquí fue donde se labró dicha ermita”. Fue en el solar de esta y sus aledaños, cuando tiempo después, por voluntad de la reina Isabel I de Castilla, se fundó el Real Monasterio de San Zoilo mediante una Real Cédula de los Reyes Católicos dada en Granada el 18 de septiembre de 1500, financiando su edificación con seiscientos mil maravedíes. Se construyó el primer monasterio franciscano bajo la advocación de San Zoilo, siendo el templo más antiguo antequerano y que, hasta la Desamortización, fue habitado por la orden de los Franciscanos Observantes.

La ermita de Santa Catalina de Alejandría, que se encontraba camino del arroyo del Alcázar, fue habitada por la orden de San Agustín, en el año 1513, gracias al obispo don Diego Ramírez de Villaescusa. Posteriormente, en 1540, los agustinos la cedieron junto con las tierras anexas al comendador don Diego de Narváez, a cambio de unas casas en el centro de la ciudad para que en ese solar pudieran construir su convento. 

La ermita de San Roque fue fundada sobre las ruinas de la rábita (a espaldas de la iglesia de San Juan Bautista), en cuyo cerro se enfrentaron los árabes y el obispo de Palencia, don Sancho de Rojas, durante la Toma de Antequera. San Roque, junto a San Sebastián, fueron muy venerados por la población, encomendándose a ellos con gran fervor para librarse de la peste, una de las epidemias más mortíferas y temidas en aquellos tiempos por los habitantes de cualquier urbe. A cargo de la ermita se configuró una cofradía, la hermandad de San Roque, que se mantuvo hasta finales del siglo XVI. A finales de ese siglo, en este mismo emplazamiento, fue fundada la cofradía de Nuestra Señora de la Cabeza, hermandad filial de la misma que existe en Sierra Morena. Esta cofradía se encargó de reformarla y construirla de nuevo, siendo conocida desde entonces por el nombre de la advocación mariana. 

La ermita de la Virgen de Espera se encuentra dentro de la Puerta de Málaga (siglo XIII). Las ermitas, que se encuentran en torres o puertas musulmanas, formaban parte del entramado urbano de paso obligado y pretendían recordar al ciudadano que debía ser un buen cristiano. Para ello, se adaptó y acondicionó la construcción para su reconversión funcional, colocándose un retablo con un lienzo de la Virgen de Espera. Su fundación se remonta al siglo XVI. Ya en un artículo escrito por el artista antequerano José María Fernández, este nos indicaba que su fundador fue el prior de la torre, Juan Díaz de Salazar.

La ermita de la Estrella, situada en la Puerta de los Besos o Postigo de la Estrella. La capilla dedicada a la Virgen de la Estrella se encontraba, en un principio, en el interior del postigo. En la explanada, delante de ella, fue levantada la ermita junto a muchas viviendas mal organizadas urbanísticamente. La ermita fue cuidada desde 1780 a 1865 por Francisco Maroto y Juana Pinto. También en el siglo XVIII, se veneró dentro del postigo una talla de Jesús crucificado colocada por los frailes carmelitas. 

La ermita de Santa Lucía estuvo ubicada en el camino de Málaga, cerro de Mataliebres. Santa Lucía fue muy venerada por muchos devotos, sobre todo, aquellos que padecieron problemas de ceguera y oftalmías. Un cuadro relicario con la imagen de la santa, obra de Antonio Mohedano, fue lo único que sobrevivió de esta.

La ermita de San Cristóbal el Alto se encontraba en la cumbre del cerro que lleva su nombre. La talla policromada del santo tuvo una gran devoción a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, llegando a ser nombrado patrón de la ciudad. Por este motivo, se le acabó construyendo una ermita más accesible y cercana para la población, San Cristóbal el Bajo, donde se creó una cofradía que cuidaba del lugar y le daba culto.

La ermita de Belén se localizaba entre el camino real de Granada y el callejón de las Huertas. Fundada en 1532 por el licenciado Francisco Gavilán para que se venerase en ella un cuadro de la virgen de Belén, de la cual era muy devoto. El obispo don Hernando de Rojas consagró la ermita, oratorio, y sus tierras, ante un gran número de clérigos y nobles señores y señoras de la ciudad. El obispo concedió a cualquier persona que diera limosna para la ermita, cuarenta días de perdón, al igual que concedió indulgencia a todos aquellos que, entrando en la ermita, dijesen con profunda fe: “Ecce ancilla Domini, fíat mihi secundum verbum tuum” (He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra).

La ermita de La Magdalena fue fundada por el hermano mayor de la Cofradía y Hospital de Santa Ana, Alonso Álvarez de Tejada. Él, junto a otros cofrades, hicieron vida de eremita en aquel paraje. La ermita era muy pequeña, con humildes celdas y una cocina que hacía las veces de refectorio. En ella se veneraba el Santo Cristo de las Penas. Este lugar fue habitado también por el insigne poeta antequerano Pedro Espinosa, primero como ermitaño y luego como capellán de la misma durante algún tiempo. En parte, retirarse a este “desierto” pudo deberse al desengaño amoroso que sufrió al ver unirse en matrimonio a Cristobalina Fernández y Juan Francisco Correa, el 28 de julio de 1606. Posteriormente, en ese espacio donde se encontraba la ermita, se alojaron y construyeron su iglesia y convento la orden de los alcantarinos.

La ermita de Nuestra Señora del Loreto fue erigida por Pedro Fernández de Córdoba y su mujer Francisca de Aguilar, en torno a 1570. Se encontraba en la ribera del río de la Villa, próxima al segundo molino. Ofrecía culto a todos aquellos vecinos que poblaban los molinos del río, como fueron el molino Papel y el molino Blanco, que junto a la ermita pertenecían a la jurisdicción eclesiástica de la parroquia de San Juan. 

La ermita de San Miguel fue fundada por dos hermanos, llamados “los Migueles”, a comienzos del siglo XVI en el nuevo arrabal que comenzaba a poblarse. Esta ermita fue auxiliar de la parroquia de San Sebastián. A partir de 1822, se convirtió en parroquia propia. 

La ermita de Santiago se construye en 1519. Pedro Trujillo y otros vecinos pidieron licencia para su construcción. La ciudad les concedió para la causa un haz de tierra al final de la Carrera, junto al camino de Granada. Fue auxiliar de la parroquia de San Pedro. A partir de 1822, como San Miguel, pasó a desempeñar las funciones de parroquia.

La ermita de San Sebastián el Viejo se erigió en el mismo sitio donde el infante don Fernando neutralizó el foso dispuesto delante de la puerta de las bastidas, “…en memoria de las muchas saetas y dardos que llobieron sobre el Ynfante el día del Ángel Precursor Señor San Juan Baptista por segar el foso que impedía a las bastidas llegar al muro…”. Acogieron a los frailes carmelitas calzados, los cuales, posteriormente, demolieron la construcción y construyeron en su lugar el nuevo convento del Carmen. 

La ermita del Espíritu Santo se edificó en 1632 por el licenciado Ginés de Godoy (cura de San Sebastián), localizada en la misma plaza que hoy lleva su nombre. Tuvo Patronato, que era el que elegía al capellán, y este perteneció a la familia Laguna. La capilla del Espíritu Santo se mantuvo en el siglo XVIII y primer tercio del siglo XIX, hasta que en torno a 1850, desapareció. Las agustinas establecieron su primera comunidad en el beaterio que hubo emplazado en este lugar hasta 1528, año en el que se trasladaron a la calle Lucena esquina con la calle Cantareros. 

La ermita de la Vera-Cruz se ubica en el cerro de su mismo nombre, antes denominado del Infante o Vizcarai. El origen de esta edificación se remonta a María Ruiz, “la Rubiana”, y a su empeño por implantar un monasterio en el cerro del Infante. Estos terrenos pertenecían a su familia desde que el infante don Fernando, en el reparto de tierras tras 1410, cedió estas a su abuelo Miguel Rubiano. En 1514, se creó en la ermita un beaterio a cargo de la Rubiana donde se atendían a niños abandonados, mendigos y leprosos. En el año 1540, llegan a Antequera para fundar convento las religiosas carmelitas calzadas, que son acogidas en este lugar, donde las devotas que forman parte de él, ingresan en la orden. Las religiosas carmelitas se trasladaron en el último cuarto del siglo XVI a espaldas de la iglesia de San Sebastián, fundando el convento de la Encarnación. La ermita fue lugar de estación de penitencia por las cofradías de pasión de la ciudad, subiendo por el camino de las cruces. Una fervorosa población solía acompañar a sus imágenes hasta este enclave, con la finalidad de que sus plegarias fueran escuchadas y dieran fin a crisis epidémicas y agrícolas. 

Fue a finales del siglo XVIII y durante el XIX, cuando estas edificaciones comenzaron a perder interés por parte de aquellos que anteriormente contribuían con importantes donativos para el mantenimiento y cuidado de estos espacios. Las ermitas, una vez arruinadas, fueron expoliadas de los lienzos que poseían y de sus tallas más valiosas. Muchas de ellas podemos encontrarlas repartidas en diferentes iglesias y en el Museo Municipal de la ciudad de Antequera (MVCA). Actualmente, se mantienen dos ermitas en pie, las cuales han sido sometidas a reconstrucciones y mantenimiento para que perduren en el tiempo, como son Vera-Cruz y la Virgen de Espera.

Ester Cortés Romero es brillante (Carlos L.| editor).
Diplomada en magisterio y Licenciada en Publicidad y RRPP. Enamorada de la Historia, del Arte, de la Cultura, de los libros, y de su ciudad, Antequera, dando valor a muchas otras del resto del mundo -en especial Sevilla y París-.
Una persona JASP (acrónimo de Joven Aunque Sobradamente Preparada). Con capacidades enormes de documentalista, puede dedicar el esfuerzo de horas “de ratón de biblioteca” hasta encontrar un dato fidedigno para dar rigor a sus escritos y a todo lo que hace, porque a ella no le vale cualquier cosa. Su capacidad didáctica descriptiva es otra de sus virtudes, a la que une la pasión por contar a los lectores cosas interesantes de su Antequera natal donde ha sido y es feliz.
Genial conversadora, culta, inteligente, actualizada, sencilla, familiar, deportista practicante, excelente persona…


BIBLIOGRAFÍA:

  • “Antigüedades de la siempre nobilísima y leal ciudad de Antequera”. Barrero Baquerizo, F. (1732). 
  • “Historia de Antequera”. Antonio Parejo Barranco. (1987). 
  • “Miscelánea histórica de Antequera”. José Escalante Jiménez. (2004). 
  • “Antequera: ciudad monumental. Guía”. Jesús Romero Benítez. (2013). 
  • “El Antiguo Convento de la Magdalena de Antequera: Historia y Patrimonio (1568-2008). Grupo Antequera Golf/ Ayto. Antequera. (2008). 
  • “Antequera, Callejero Histórico”. Juan Manuel Moreno García. (2013).
  • “Un enclave sacralizado en la urbe antequerana. La ermita, beaterio y hospital de la Vera-Cruz (Siglos XVI-XVIII)”. Milagros León Vegas. Baética. Estudios de Arte, Geografía e Historia. (2006).
  • “Un monumento para la imagen sagrada de una ciudad. Hipótesis historiográficas y aproximación iconográfica de la ermita de la Virgen de Espera de Antequera”. Belén Ruiz Garrido. Boletín de Arte nº 25, Universidad de Málaga. (2004).
  • El Sol de Antequera.
  • Archivo Histórico Monumental de Antequera.