50 años después | El reencuentro de una promoción histórica en el Colegio de los Carmelitas

Hay momentos en los que la vida nos regala la posibilidad de mirar atrás con nostalgia y también con gratitud…

El pasado 20 de septiembre, un grupo de antiguos alumnos del Colegio de los Padres Carmelitas de Antequera vivió uno de esos instantes suspendidos en el tiempo, un reencuentro que, medio siglo después, volvió a reunir a quienes compartieron pupitre, patio y juventud.

Han pasado 50 años desde que cursaron su último curso juntos. Medio siglo de caminos distintos, vidas tejidas con hilos propios, pero que nunca perdieron del todo el vínculo que se forma en los años escolares, cuando todo está por hacerse.

Volver al colegio no ha sido, según me cuentan, solo regresar a un edificio en el que pasaron sus años de infancia y adolescencia, atravesar un umbral emocional, reencontrarse con uno mismo y con los otros en ese espacio donde empezó todo.

Son los últimos de una era, porque esta promoción, que también se reunió en el año 2000 al cumplirse sus 25 años de despedida, ocupa un lugar singular en la historia educativa. Fueron la última generación antes de que entrara en vigor la EGB y el BUP. La última en vivir los cursos de “preparatoria a 4º de Primaria” y el conocido como “ingreso”. Por eso, ellos mismos se autodenominan con humor y cierta ternura “los últimos de Filipinas”.

Más allá de las etiquetas, lo que los define es algo más profundo. La conciencia de haber compartido un tiempo distinto, con otro ritmo, otro tipo de enseñanza, y sobre todo, con una vivencia común que ha resistido las décadas. Unos afectos y los recuerdos más entrañables que el paso por el colegio les ha dejado en el alma.

Este fin de semana han tenido un reencuentro desde la emoción. La jornada comenzó con la bienvenida y la entrega de un pin conmemorativo a cada asistente, en un gesto simbólico pero lleno de emoción.


A las señoras acompañantes se les regaló un ramo de flores, como reconocimiento a su presencia y al cariño compartido. Muchas de ellas ya andaban en las mismas pandillas entonces, junto a sus actuales parejas, aunque en colegios distintos.


Luego, la foto institucional, como si el tiempo no hubiera pasado, selló este momento irrepetible:

La lectura de nombres, la foto institucional, la visita al colegio… cada paso del día estaba cargado de memoria. Al recorrer las aulas, los pasillos, el patio, muchos se encontraron con escenas que creían olvidadas: un olor, una esquina, una frase dicha hace 50 años que aún resuena en la memoria…

No podía faltar la visita al colegio, un paseo por los pasillos y aulas que activó recuerdos dormidos: aquel profesor exigente, las risas en el patio, la tensión antes de los exámenes, los juegos, los secretos compartidos…

Uno de los momentos más íntimos fue la Misa celebrada en honor a los profesores y compañeros que ya no están. Con emoción contenida, pero también con serenidad, se los recordó uno a uno. Fue una ceremonia sincera, donde no faltaron los gestos de gratitud. Se entregaron pergaminos enmarcados a los profesores presentes, y se entonaron canciones que evocaban aquellos años de juventud. Uno de los compañeros, hoy tenor, Fernando Jiménez Jiménez, interpretó varias piezas acompañado al piano por una amiga profesora, Inmaculada Ruiz Salas, regalando a todos un momento de belleza que sobrepasó las palabras.


La jornada terminó con una comida en el restaurante Lozano, donde los abrazos se multiplicaron, las risas fluyeron sin esfuerzo y las anécdotas volvieron a sonar como si el tiempo se hubiera detenido. Hay en ellos un lazo que el tiempo no ha roto. Y detrás de todo, una certeza compartida. La de que los vínculos forjados en la infancia y la adolescencia tienen una fuerza especial. No importa cuanto cambien nuestras vidas, ni cuantos años pasen, siempre queda algo intacto en la memoria, algo que solo puede revivirse así, en encuentros como este.

Ya han prometido volver a verse otra vez, no esperar otros veinticinco años ni los cincuenta que ya han cumplido desde que salieron a buscarse el porvenir. Quieren ser fieles a la promesa implícita que se hicieron hace años: seguir encontrándose mientras sea posible. Hay en ellos un deseo firme de seguir cultivando la amistad, de seguir compartiendo vida.

En Antequera, que es una ciudad donde la historia se cuida y se respeta, estos encuentros no son solo reuniones de antiguos alumnos. Son actos de memoria viva. Son un homenaje al tiempo compartido, y una muestra de que hay historias que, aunque pasen 50 años, siguen teniendo mucho que decir.

Miremos un poco atrás
Fotografía de la reunión anterior, cuando cumplieron 25 años desde su salida del Colegio.
Ahora miremos un poco más atrás todavía
Así eran cuando salieron del Colegio hace 50 años.
¿Y cómo son hoy. Cómo se ven ahora?
…Y mandan un abrazo muy fuerte a los que ya no están.

Esta reunión, celebrada con la misma emoción que aquella que tuvo lugar en el año 2000 (cuando conmemoraron sus 25 años de despedida), ha tenido un carácter especial. Los asistentes no solo celebraban la amistad y los lazos que el tiempo no ha conseguido deshilachar, también el lugar tan singular que ocupan en la historia educativa: fueron los últimos alumnos que cursaron bajo un sistema que ya no existe, el anterior a la llegada de la EGB y el BUP. Con ellos, literalmente, se cerraba una etapa.

Volver al Colegio de los PP Carmelitas, cinco décadas después, no ha sido simplemente una visita.
Es una travesía emocional. Una oportunidad para abrazarse, reconocerse, a veces con sorpresa, otras con lágrimas. Y recuperar el relato común que el tiempo había ido fragmentando. Porque los recuerdos, como bien apuntaban los organizadores, no siempre coinciden, pero eso también los hace más valiosos. Cada uno guarda su versión, y al compartirla, todos ganan una perspectiva más rica de aquellos años.

Desde atqmagazine nos apetece felicitar a esta promoción por su ejemplo de unidad, por su respeto a la memoria colectiva y por demostrarnos que hay cosas, como la amistad y el cariño compartido, que ni el tiempo puede borrar.

Ah!. Un detalle histórico, aunque no tenga que ver con este momento de su reencuentro.
A ellos ya se lo habrían contado en aquellos tiempos.
La reina Isabel II, junto a su esposo don Francisco de Asís de Borbón y sus hijos, el príncipe de Asturias don Alfonso (futuro entonces rey Alfonso XII) residieron en este edificio, propiedad entonces de los marqueses de La Peña, en estancia de viaje en 1862.

Nos lo cuenta en este artículo, Ester Cortés Romero:
El día que una reina se alojó en un palacio antequerano – atqmagazine