Los Olmos de Antequera: historia de una larga decadencia | Por Juan Manuel Ruiz Cobos

Los olmos de Antequera, antaño majestuosos guardianes de plazas y riberas, hoy languidecen en silencio. La sombra de la grafiosis ha diezmado las poblaciones del «Ulmus minor«, dejando solo recuerdos y algunos pocos ejemplares solitarios. Ante este panorama, la ciencia, en su lucha por restaurar estos monumentos naturales, nos trae una esperanza: el «Ulmus resista«. Pero como diría Antonio Machado en su elegía a un olmo seco, “mi corazón espera, también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.”


A lo largo de los ríos y arroyos de la Vega antequerana, los olmos formaban pantallas visuales y contribuían al equilibrio ecológico de la comarca. En particular, el manantial de la Villa, nuestro genuino y generoso proveedor de agua, no solo abastece a la ciudad, sino que ha forjado un paisaje ribereño en la vertiente norte del Torcal. En estas laderas, donde el milagro de la surgencia permite que el agua fluya, se dibujaban antiguamente masas de olmos, álamos, fresnos y moreras. Estos árboles no solo enriquecían el ecosistema, sino que también fraguaban aguas abajo una ribera dinámica, germen energético que impulsó a Antequera como uno de los principales centros textiles andaluces, destacando en la manufactura de seda, lino y lana.

Los olmos comunes adornaban plazas y calles, brindando sombra y belleza a los habitantes de la ciudad. Algunos de estos viejos testigos aún perduran, como el ejemplar de la Glorieta de Rojas Pérez, que, aunque debilitado, sigue propiciando el encuentro bajo sus frondas. El «Ulmus minor«, símbolo del paisaje urbano y ribereño, parece encaminarse hacia el mismo destino que el olmo centenario de Machado: un gigante herido que lucha por resistir.

Desde el siglo XX, la grafiosis ha despojado a Europa y América del Norte de sus olmedas, destruyendo generaciones de árboles con una eficacia devastadora. La enfermedad, causada por el hongo «Ophiostoma novo-ulmi» y diseminada por escarabajos barrenadores («Scolytus spp».), ha sido implacable. En este contexto, donde la resiliencia del «Ulmus minor» es prácticamente nula, el «Ulmus resista» emerge como un salvador en la lucha por la supervivencia del género. Esta variedad, seleccionada por su resistencia a la grafiosis, podría marcar el comienzo de una nueva era para los olmos en Antequera. Sin embargo, no podemos olvidar que la recuperación es frágil, ya que las enfermedades persistentes y los efectos del cambio climático imponen desafíos casi insuperables para este noble género en nuestro hábitat.


Aunque la grafiosis ha sido la causa más visible del declive del «Ulmus minor«, su desaparición también está vinculada al aprovechamiento intensivo que el ser humano ha hecho de ellos desde tiempos remotos. La resistente y flexible madera del olmo fue utilizada para fabricar carros, herramientas agrícolas e incluso yuntas de carretas. En Antequera, como en muchas otras regiones, esta explotación contribuyó a la desaparición de las olmedas mucho antes de la llegada de la grafiosis.

Un ejemplo de este aprovechamiento se remonta a la expansión agrícola en la Vega, donde grandes superficies ribereñas fueron transformadas en campos de cultivo. Los olmos que formaban parte de estas riberas fueron talados para dejar espacio a tierras de labor, reduciendo drásticamente su presencia. Además, la construcción de infraestructuras como canales y diques fragmentó aún más el hábitat de los olmos, impidiendo su regeneración natural en zonas que históricamente les pertenecían.

Así, el declive del «Ulmus minor» no es solo el resultado de una enfermedad, sino de siglos de explotación y modificaciones antrópicas que han alterado el equilibrio natural. A pesar de todo, el «Ulmus minor» persiste en nuestro paisaje, aunque ahora dependa del «Ulmus resista» para asegurar su continuidad.

Juan Manuel Ruiz Cobos es un experto en Jardinería con más de 30 años de experiencia en el diseño, creación y mantenimiento de espacios verdes urbanos. Director técnico de Jardines de Icaria y presidente de la Asociación Multisectorial de la Jardinería Andaluza. Ávido de conocimientos y actualización de técnicas tiene una extraordinaria formación en Infraestructuras Verdes Urbanas. Apasionado de la lectura y de Antequera, de su historia y de su desarrollo como ciudad, de sus costumbres y de su patrimonio cultural, artístico, paisajístico y gastronómico. Gran conocedor, amante y defensor de su pueblo, al que lleva siempre donde quiera que vaya. |