Un gomero por  Antequera | En silencio, pero con intenciones

Por Juan Manuel Ruiz Cobos.

En el Barrio de San Isidro de Antequera, un Ficus elastica, también conocido como árbol del caucho o gomero, se erige silenciosamente como un destacado ejemplar entre sus vecinos.

Este árbol, originario del nordeste de la India y del sudeste asiático, es una rareza en un entorno donde los inviernos fríos limitan su adaptación. Sin embargo, su protegida ubicación, los cuidados recibidos en sus primeros años y la madurez alcanzada, junto con inviernos más benignos en los últimos años, han permitido que este árbol se vuelva más visible y hegemónico.

Todo un espectáculo que, aunque no comparta espacio directo con los árboles más altos y longevos de la ciudad, comienza a destacar en talla y presencia. Su porte imponente lo consolida como un símbolo singular dentro del paisaje verde urbano, demostrando que su madurez y adaptación lo sitúan entre los ejemplares más notables de Antequera.


Este emigrante exótico vino a parar a Europa en 1815 como planta ornamental de interior, donde tiene muy buen comportamiento y desde donde suele migrar al jardín cuando las dimensiones ya comienzan a ser intolerables en el interior. En el jardín no muestra timidez al apropiarse del espacio con su imponente porte. En su hábitat nativo, el Ficus elastica puede superar los 30 metros de altura, formando estructuras majestuosas que evocan catedrales vivientes, apoyadas por sus raíces aéreas y contrafuertes. En ciudades como Málaga, Cádiz y Sevilla, estos titanes urbanos exhiben sus imponentes doseles sostenidos por raíces que actúan como pilares de apoyo, contribuyendo significativamente al paisaje arbóreo urbano. Asimismo, por su extensa cobertura, una de las metas más valiosas en proyectos de arborización urbana, los Ficus sp. destacan como un género que ofrece múltiples servicios ecosistémicos en el piso bioclimático termomediterráneo.


Volviendo a nuestro vecino de San Isidro, probablemente plantado por un vecino entusiasta, su éxito en adaptarse a nuestro bioclima radica en gran parte en su ubicación privilegiada. Los edificios y la infraestructura que lo rodean le ofrecen una protección natural contra las inclemencias climáticas. Así, al observar con calma su desarrollo, se distingue claramente cómo el frío ha actuado como un podador natural, dejando huellas visibles en su estructura. Sin embargo, este ejemplar ha sabido responder con la emisión de numerosos brotes que ahora dibujan en sus ápices el paso de los inviernos más severos. No tengo dudas de que, con el tiempo, será capaz de equilibrar su compleja arquitectura por sí solo. Para ello, es necesario que el clima le conceda una tregua. Sin embargo, esta tregua no es fácil de definir, ya que el frío se presenta cada vez con menor frecuencia, un fenómeno que, lejos de ser positivo, supone un impacto preocupante para el equilibrio de nuestro ecosistema.

En la ciudad y en algunos conventos antequeranos en particular,  he seguido a otros gomeros que con la casuística narrada, encontraban  en la orden religiosa una delicada y exquisita atención hacia su confort climático, de esta  forma, con la paciencia y tesón monacal, durante el largo periodo de heladas antequerano, a diario se les envolvía llegada la tarde con textiles u otro tipo de cubiertas  en el afán de evitar que este sucumbiera a las duras condiciones que nuestro invierno amparaba. Un tesón que de pequeño recuerdo cuando mis mayores protegían sus jazmines y damas de noche, pero claro nunca con un volumen tan especial. La combinación de estas condiciones y la resiliencia de la especie han convertido al Ficus elástica en un protagonista discreto pero digno de admiración también el espacio público de Antequera.


El árbol del caucho no solo es un testimonio de la adaptación botánica, sino también un ejemplo de utilidad y belleza. De esta forma, en su tierra natal, las tribus Khasi y Jaintia moldean sus raíces para crear puentes vivos que soportan el paso del tiempo y grandes pesos. Su gran capacidad para eliminar contaminantes químicos lo hace muy útil en interiores domiciliarios, oficinas y otros espacios cerrados, donde puede capturar toxinas como el formaldehído y el benceno.


Al igual que otras especies del mismo género, es habitual ver crecer a estos en espacios poco propicios para su desarrollo. Así, como epífitas, germinan en troncos o ramas, incluso de otras especies. En el caso de su primo y más familiar en Antequera, la higuera (Ficus carica), solemos encontrarlas en fachadas y muros con cierta frecuencia, lo cual puede llegar a ser complejo de asumir y gestionar. Todo ello tiene en su fruto, y en el apetecible interés que despierta entre la avifauna, a unos claros colaboradores para la dispersión de sus semillas, intentando perpetuar su existencia  en los lugares más insospechados. Como en otros miembros del género Ficus, las flores del Ficus elastica están ocultas dentro de los falsos frutos llamados siconos. Estos dependen de una relación de mutualismo con una especie específica de avispa del higo (género Pegoscapus), que asegura su polinización. El fruto resultante, aunque pequeño y apenas comestible, es un higo amarillo verdoso de aproximadamente 1 cm de largo que contiene una única semilla viable, diseñada para dar continuidad a la especie.

Es tan gran deleite el de los higos, decía Cervantes, que hasta los ladrones recibían el perdón por robarlos. Quizás por eso, su primo tropical, el Ficus elástica, se libra de semejantes tentaciones: su fruto diminuto, verde y no comestible, difícilmente inspiraría clemencia judicial ni despertaría tanto interés culinario. Eso sí, bajo sus amplias ramas, uno podría echarse una siesta sin temor a las leyendas negras que persiguen a las higueras de nuestra tierra. Al fin y al cabo, si el gomero tiene algo que ofrecer, es su sombra y su imponente porte, sin exigir disculpas ni dar motivos para perdones.


Juan Manuel Ruiz Cobos es un experto en Jardinería con más de 30 años de experiencia en el diseño, creación y mantenimiento de espacios verdes urbanos. Director técnico de Jardines de Icaria y presidente de la Asociación Multisectorial de la Jardinería Andaluza. Ávido de conocimientos y actualización de técnicas tiene una extraordinaria formación en Infraestructuras Verdes Urbanas. Apasionado de la lectura y de Antequera, de su historia y de su desarrollo como ciudad, de sus costumbres y de su patrimonio cultural, artístico, paisajístico y gastronómico. Gran conocedor, amante y defensor de su pueblo, al que lleva siempre donde quiera que vaya. |
Foto: El Correo de Andalucía