«Un foráneo en el paraíso» | ChLL para atq magazine / Fotos prestadas por Fernando del Pino
Antequera volvió a mirarse a sí misma este 19 de diciembre desde un lugar que ya es pura metáfora. El Mirador 360º, ese balcón soñado que Antonio Carmona (q. e. p. d.) regaló a la ciudad, acogió la Bienvenida al solsticio de invierno 2025-26 como quien acoge un rito antiguo, con sencillez, con respeto, con belleza y con una emoción contenida que se activa cuando el paisaje y el tiempo se ponen de acuerdo.
Desde los tejados, con la ciudad a los pies y con la brújula emocional de los cuatro puntos cardinales abiertos como un libro sin márgenes, Clandestinos volvió a recordarnos que Antequera es para comérsela y que «está tan bonita que da gusto verla». Desde allí, la mirada alcanzaba hasta donde el alma se atreve, mientras el violín de Lourdes Castro Rojas trazaba un hilo invisible entre la ciudad y el invierno a punto de llegar. No era un concierto, ni un acto al uso; era una invitación al recogimiento, a aceptar el tránsito, a acompañar a la Tierra en su giro alrededor del Sol.

Llegamos al Mirador 360º a las 17:30 y el tiempo se llenó de contenido entre el cuento inspirador que nos contó Carmen Parejo y la música «celestial» que interpretaba en su violín Lourdes Castro Rojas. Mientras esperábamos, nuestras miradas buscaban dentro de cada uno la propia consistencia del ser, y fuera de los ojos, la belleza de esta ciudad paraíso. Esperamos el instante exacto en que el sol se puso, a las 18:04, y luego la hora azul cubrió la ciudad, teñida de una luz profunda que contrastaba con la llegada del anochecer, que vino a saludarnos a las 18:35 aproximadamente.
La llovizna ligera y la tarde fresca respetaron nuestras cabezas durante todo el acto, después las nubes regaron los campos con agradecimiento por nuestro saludo de bienvenida y, al final, el grupo se retiró a disfrutar de un chocolate caliente, cerrando la jornada con el calor necesario para acompañar la magia de este solsticio.







Los Clandestinos de Solsticio y Equinoccio
Este encuentro ha sido el octavo de una serie que ya forma parte del calendario simbólico íntimo de la vida de muchos en la ciudad, celebrada en los solsticios y equinoccios, momentos de tránsito astronómico, cuando la Tierra cambia de posición y, con ella, algo se recoloca también en nosotros.
El proyecto nació en 2024, en aquel año los organizadores invitaron a la voz instrumental de José Podadera y sus Solos de Saxo, desplegados como estaciones de un pequeño vía crucis laico por enclaves cargados de memoria: el Postigo de la Estrella en primavera; el Patio de Armas de la Alcazaba en verano; el claustro de la Biblioteca de San Zoilo en otoño ( en este caso con la complicidad de lecturas poéticas de Carmen Ramos, actriz; Manolo Rodríguez, historiador; Fernando Pérez, actor y empresario y Teresa Pérez del Pino, escritora). El último de ellos se celebró en tono navideño en la Plaza del Coso Viejo en diciembre, cuando el año se recogía sobre sí mismo.
En 2025 el testigo lo tomó Lourdes Castro Rojas, profesora de la EMMA, que ha sabido convertir también cada cita en una experiencia irrepetible:
La primavera llegó suspendida en el aire, desde un globo que sobrevoló los cielos de Antequera, Lourdes estuvo acompañada por nombres que son significativos en el entramado cultural y social de la ciudad: Mary Paz Alba, profesora, que contagia amor por el Patrimonio monumental y natural de Antequera; Aurora Baena, gerente de AMJA, impulsora de ciudades verdes; Paco Peramos, comunicador versátil y divulgador cultural; Fernando del Pino, explorador incansable de referencias geodésicas y cultura, impulsor de iniciativas sociales; la niña Jimena Barón Lozano, más salada imposible y augurio de futuro perfecto; Pepi Sánchez Quintana, atleta campeona de Europa y José Díez de los Ríos, presidente de AFA y uno de los fotógrafos más premiados del mundo.
El verano despertó al amanecer en el Torcal, con el violín de Lourdes y la viola de Irene Ruiz dialogando con la piedra milenaria.
El equinoccio de otoño de 2025 se recogió en la intimidad de la ermita de la Veracruz, con Juan Ramón Veredas y Esperanza Ortega.
Y ahora, este solsticio de invierno, el ciclo se cierra (o quizá se abre) desde lo alto del Mirador 360º, de nuevo nos ha reunido en lo alto, donde la ciudad parece escucharse a sí misma, con nuestra admirada violinista y la ciudad extendida como un mapa emocional.





En casi todas estas celebraciones, un protocolo tan sencillo como eficaz ha marcado el ritmo. Casi siempre, un mismo gesto ha dado forma al rito: una lectura breve, simbólica, poética.
La voz de la actriz Carmen Partida abrió el camino. Las de San Zoilo, coral y compartida, con las personas citadas más arriba, lo continuaron. Y las siguientes, con la delicadeza y el duende en la garganta de Carmen Parejo lo ha sostenido en el resto de celebraciones.
Después, la música. Y el silencio activo de las miradas, al horizonte, al entorno, … o hacia dentro. …Un silencio compartido que no incomoda porque está lleno.
Clandestinos no busca dejar huella visible, sino sembrar algo más sutil, una pausa, una conciencia, una manera distinta de estar juntos. En este solsticio de invierno, alguna gente en Antequera volvimos a entender que también se celebra la vida mirando despacio, dejando que el tiempo pase por nosotros sin prisa.
Clandestinos no busca espectáculo, solo revelación. No convoca multitudes, solo presencias. Y quizá por eso funciona en quienes asisten; porque nos invita a desaparecer un instante dentro de nosotros mismos, en este caso justo cuando el mundo, la Tierra, el Sol, la ciudad, está cambiando de posición.
Clandestino de Solsticio, una vez más, ha sabido estar a la altura del propio cielo de Antequera.
El grupo se retiró después a compartir un chocolate caliente, cerrando la jornada con la sensación de haber vivido un instante que combinaba algo grande para el sentimiento desde la música, la poesía, en la ciudad… con el corazón puesto.






